Invierno del año 2000, pleno Delarruísmo en luna de miel. En una habitación de un departamento de Wilde hay tres pibes con una guitarra criolla practicando temas de Fun People. Animo y Annabelle salen de taquito. Los acordes en 5ta son tan sencillos para el trio de jarcoritos. De fondo suena una mezcla. Una pila de cassettes grabados de diseños raros hechos con fibrones fluo. Babasónica, un compilado de Nü Metal, un disco de Eterna Inocencia.
El mayor de los tres jóvenes tiene 18 años y le extiende a los otros dos, de 15, una serie de libros. “Lecturas para que hagan”. El de 18 hace UBA XXI mientras cursa el último año de secundaria y ya tiene pensado estudiar sociología. Las lecturas: “El Manifiesto Comunista”, “La República de Platón”, y “Vigilar y Castigar” de Foucalt.
Es el fin de la infancia.
Las Partes del Alma
Esa edad, la que teníamos mi amigo (el hermano del de 18) y yo, es una edad muy impresionable y pasible al estímulo y a la búsqueda de una mentoría. Todos tenemos la posibilidad, dadas las circunstancias, de cumplir ese rol con otros. Yo, a posteriori, hice lo mismo. Descubrir esas lecturas (y otras como el Leviatán, El Estado y la Revolución, el Que Hacer…) a esa edad temprana me posibilitó hacer un análisis de ese presente pre 2001. Cuando sucedió la crisis, ya había sido predicha por muchos con conocimientos y estudios. No por mi que era apenas un adolescente. Otros.
Aunque Marx no era absoluto en su determinismo, podemos observar sin mucho escudriñamiento teórico que lo que hizo la clase dirigente en los 90’s (políticos y las corporaciones que los alquilaban) iba a derivar en lo que ocurrió en diciembre del 2001.
No es distinto el análisis hoy. Cualquier persona, ya sin conocimiento teórico alguno, sino con un aproximado recuerdo de la historia nacional, podía sospechar que el gobierno de influencers, cosplayers, herederos y expertos en duendes no tenía la capacidad para resolver ningún problema y que por el contrario, iba a generar una rémora con nuevos dramas.
El ballotage los dio ganadores de una contienda que no parecían querer vencer y tampoco tenían la capacidad de enfrentar lo que se desprendía de ella. Y se nota.
Capacidad no significa estudios, títulos universitarios o seguidores. Significa entender cuál es la tarea y de qué manera afrontarla. ¿Es más fácil con estudios, normalmente? Si. Pero más que seguido alcanza con voluntad, buena fe y un equipo alrededor que esté en la misma
Esa empresa específica puede ser llevada a cabo por quienes trabajan en la política. Los que han militado desde jóvenes y se han nutrido del conocimiento del funcionamiento de los mecanismos del Estado. El amor al pueblo no es suficiente. No suma aparte que quienes ganaron sean misántropos convencidos. Nótese, dos conceptos que detestan la coalición que gobierna y sus seguidores: Estado, y Política. El Corpus. El Ánima.
El Derecho y la Obligación
Votar es un derecho. En Argentina es también una obligación para todas las personas entre 16 y 65 años, aunque en la práctica no haya castigo para quienes se ratean el día del sufragio. Fue pobre el alcance de la última votación, en coincidencia con otras donde la sociedad quería castigar a la clase política.
Es un triunfo de ese objetivismo individualista del que hablábamos en otro artículo lograr que buena parte de la sociedad oriente su bronca hacía el político o políticos de turno en vez de hacerlo con la clase empresarial. En el imaginario popular, a los primeros se les otorga una responsabilidad que los segundos no tienen. Ese mismo imaginario es el que en la actualidad siembra en los jóvenes el sueño de emprender y ser un capitán de la industria, un capitalista.
Cuando yo era joven quería ser presidente. O futbolista. O escritor. Ninguno de mis amigos se veía fundando una empresa. No es que sea un sueño negativo. Es que la batalla cultural que se peleó fue una derrota. Hoy tenemos una sociedad de apostadores, habitués del Only Fans y emprendedores de esquemas Ponzi. Trabajadores precarizados que tienen “un curro” para llegar a fin de mes a los que el discurso del Canciller Milei se les hizo carne. Millones que durante la cuarentena no tuvieron la posibilidad de ejercer “su curro” o incluso su trabajo legal y que se refugiaron en las redes a consumir un discurso exacerbado, violento y antidemocrático que los representaba en cuerpo (corpus) y alma (ánima). No quiero hacer una discriminación etaria porque es inocencia (o maldad) negar la pobreza, a pesar de nunca haber descendido ni remotamente a los abismos del 2001.
Es demasiado sencillo pensar que a Milei lo votaron los garcas de siempre. Y aparte, no es cierto. A Milei lo votaron esos garcas, los gorilas, y los que la pasaron muy mal durante los últimos cuatro años. Ganó en Recoleta y Barrio Parque. También en Soldati y Lugano. Y en buena parte del interior.
No es gente a la que le interese la política.
Acá en Twitter hay mucho trollcenter pero en la vida real no les pasa que hay un silencio brutal? Los que conozco que votaron a Milei subieron una historia festejando en diciembre y nunca más NADA. Ni a favor ni en contra ni nada. Suben boludeces como si vivieran en otro país
— acid burn (@0hmyfuck) February 7, 2024
Si leen el twit y las respuestas queda bastante claro la postura del twittero así como de los votantes de Milei.
El primero entiende que nuestra función en los hilos de la democracia no se detiene cuando emitimos el voto. Los otros suponen que el Estado y la Política son una carga que rechazan manejar.
Mi anécdota personal es parecida. Pasado el ballotage me aparecieron contactos en redes festejando que se terminaba el kirchnerismo (que no disputaba la elección de ninguna manera) y se acababa la fiesta para unos pocos. Personas que detestan todo aquello que rodea al acto político, yendo al bunker mileista a festejar. Por supuesto, se lo merecían. Ganaron.
O no. Es un decir. En mis redes no tengo, ni tenía, a algún gran empresario, financista o trader. Tenía, y tengo, personas de la clase trabajadora cuya alergia al conocimiento cívico y sociopolítico, o mejor expresado, su odio al mismo, los acompañó emocionalmente a su autodestrucción.
Común (sentido)
En el siglo 19, Durkheim, uno de los objetivos preferidos de Marx, repetía que era fundamental el Sentido Común, como pensamiento colectivo, como recolección de las bases sociales de una Era.
Algunos años después de la anécdota que relato al principio de este artículo nos juntamos con mi amigo en el mismo departamento, ahora viviendo él con su esposa e hijo. Discutíamos de política. No recuerdo exactamente el tema y sospecho que ya gobernaba Nestor Kirchner. En esa época tanto mi amigo como yo, eramos trotskistas. El lo sigue siendo, yo me baje hace rato por razones que no vienen a este escrito. Su esposa no tenía ninguna posición. O, si se quiere, era la del sentido común. Mi amigo, su marido, le respondió:
“Usas el sentido común porque no leíste un libro en tu vida”.
No es necesario decirles que se divorciaron poco tiempo después.
Aunque la manera de decirlo es dolorosa, también es concreta y lleva razón. El “Sentido Común” no es más que el pensamiento que surge en una sociedad vacía de conceptos. Ese vacío es frecuentemente acosado por contradicciones. Así es que los inmigrantes son a su vez vagos y las personas que le sacan el trabajo a los locales. Así es que la misma feminista es nazi y comunista. Así es que un gobierno que está plagado de casta política de los 90s es el gobierno que está acabando con la casta.
No hay un pensamiento elaborado ahí. Hay un “sentido común” intentando explicar de una manera que les sea satisfactoria y cómoda aquello que no esta en su capacidad comprender . Como diría una pensadora moderna (NdE: ❤) que escribe en estas páginas: “Vivimos la revolución de los pelotudos”.
El twittero dice “Veo que suben un montón de pavadas pero no hablan mas de política” y un libertario le responde “Capaz te silenciaron”. La respuesta: “Pero vos leíste que dije que suben un montón de pavadas?”.
En la imaginación del libertario, la política aburre y si alguien habla de política no es necesario prestarle atención. Esa atención hace unas décadas era de un libro. Hace unos años de unos párrafos en un periódico. Y ahora es de la longitud de un twit.
Así votaron.
Así ganaron.
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