El hombre es el xenoformo del hombre

¿Análisis? de Tacoma
El hombre es el xenoformo del hombre
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El hombre es el xenoformo del hombre

Con el buen recibimiento que tuvo Alien: Romulus en taquilla y crítica, junto con el anuncio de que se viene una secuela de Alien: Isolation, me pareció una buena oportunidad para rememorar el juegazo que es Tacoma. Pero, ¿eso tiene que ver con el universo de Alien? No, pero sí. Paciencia.

Recordado como una versión espacial de Gone Home, el primer hit que clavó el estudio Full Bright, Tacoma parte de la siempre desafiante apuesta de hacer un walking simulator interesante. Y vaya que sí lo hicieron al tomar la decisión de ambientarlo en una estación espacial abandonada.

Si el misterio de que pasó con los tripulantes de la estación Tacoma no bastaba para enganchar, la mecánica de “rebobinar” los acontecimientos que ocurrieron ante de la llegada de la protagonista seguramente sí. Se trata de una habilidad que los que vimos Jojo’s Bizarre Adventure: Vento Aureo rápidamente le vamos a agarrar la mano porque tiene una enorme similitud con el stand Moody Blues.

Fragmento del gameplay de Tacoma. Cada miembro de la tripulación está representado con un color distinto.

Hasta ahora, pareciera que en este juego todo es ganancia. ¿Todo es ganancia? Sí, todo es ganancia, o al menos debía serlo para los jefes de los tripulantes de Tacoma, ahora desaparecidos. Saber cuál es su paradero es algo que debemos resolver mediante puzzles, pero sobre todo a través de rebobinar los eventos de realidad aumentada grabados por la nave, escuchar llamadas y leer bitácoras. Planazo.

Endeudados, preocupados, aburridos, enamorados, las historias que vas deshilando a lo largo del título nos muestran la parte más humana, demasiado humana, de la variopinta tripulación. Se trata de una dimensión que exhibe su costado más dramático durante los acontecimientos previos al inicio, cuando el impacto de un asteroide deja fuera de servicio el sistema de soporte vital y a los tripulantes solo les quedan un par de días de oxígeno.

La meritocracia de From Software

El CEO es xenomorfo

Qué cosa terrible que son los xenomoformos, ¿no?. Bestias voraces, brutales, que solo se preocupan por una cosa: reproducirse a costa de destruir todo lo demás. Un organismo dispuesto a devorar todo lo otro que está vivo. Son la anti-vida, pura pulsión de muerte que es capaz de destruir todo con tal de vivir, la vida que destruye la vida.

Sin embargo, en Tacoma no es necesario recurrir a ese fruto de la atormentada cabeza de H. R. Giger, hay uno similar y un poco más sutil: el capital.

Como un virus, como un parásito, como un xenomorfo, el deseo de seguir acumulando capital se arrastra sin ser visto por los recovecos de la estación espacial Tacoma. Después de todo, ¿qué son unas cuantas vidas de proletarios espaciales a cambio de maximizar el rédito económico? La misma pregunta se hacen los ejecutivos de la Corporación Venturis en el videojuego y los de Weyland-Yutani Corporation en la franquicia de Alien.

En el espacio, nadie puede escucharte reclamar por tus derechos.

Todo es una metáfora del capitalismo si le ponés voluntad

En la tierra, Thomas Hobbes hace mucho tiempo nos convenció de que si el contrato social se rompe, la sociedad regresa al Estado de Naturaleza, a la anarquía, a un lugar de pesadillas donde “el hombre es el lobo del hombre”.

Los que nos muestra Tacoma es que el contrato nunca deja de romperse, como nunca deja de romperse este sistema, que mediante la tan citada “destrucción creativa” siempre va encontrando nuevas fracturas, nuevas gritas, nuevas fronteras, en donde crear mercados.

Una de las cosas que me gustan de Tacoma, es que plantea que este sistema tampoco va a terminar de romperse por la aparición de la inteligencia artificial autoconsciente, como sí lo hace Terminator. Sin embargo, eso no termina de ser una buena noticia porque, mientras tanto, la voracidad del capital sigue expandiéndose al infinito y más allá, como así también su tendal de víctimas.

En el espacio no hay lobos, hay xenomorfos.

Lenin era libertario

Sobre hidras, barcos y Elon Musk

En donde tampoco hay lobos es en el mar. Perdón, Mar del Plata, pero ese bicho gritón y fétido no cuenta.

Al igual que Alejandro Dolina, hace un par de meses que estoy enganchado con los videos de Pablo Borda sobre el libro de historia La hidra de la revolución. Entre muchas cosas interesantes que comenta Borda sobre el libro, prefiero quedarme con dos.

La primera es entender al barco como un medio de producción, como una enorme maquinaria flotante que fue fundamental para la expansión del capitalismo.

La segunda es entender la enorme de cantidad de resistencias que tuvo ese sistema, este sistema: los motines de los marineros, las rebeliones de esclavos e incluso la piratería, por nombrar algunas de las experiencias compartidas de cientos de miles de personas de diferentes partes del mundo.

En más de una ocasión, fueron capaces de unirse, resistir, plantear modos de vida distintos y triunfar contra sus opresores, que los veían como una de las tantas cabezas de la hidra.

Se trata de una lección no menor teniendo en cuenta que esta es una época en donde el reaccionario de Elon Musk nos quiere vender que estamos cada vez más cerca de la tan esperada conquista del espacio, de “la última frontera”.

Tacoma nos deja con la certeza de que las naves espaciales serán el próximo medio de producción de un sistema aún más cruento (¿tecnofeudalismo, quizás?) frente al que vamos a tener que enfrentarnos, resistir y contraatacar una vez más. Porque en el espacio, ya lo sabemos, el hombre es el xenomorfo del hombre.

Twitter: Ascenso y caída


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