Twitter (ahora X) es una red social que lleva casi 20 años de existencia, su explosión a nivel masivo se dio aproximadamente por 2009/2010, poco tiempo después de la masividad de Facebook.
El formato novedoso, similar a SMS y cierta posibilidad de cercanía y trato algo más directo con nombres famosos le dio un plus que brindó una inclinación a su favor, sin contar la facilidad para viralización de posteos/tweets y la chance de “primicia” ante noticias de todo rubro.
No es de extrañar: nosotros mismos desde M.E.C.H.A. encontramos las mejores herramientas de difusión en ella en nuestro casi año de existencia al público.
Pero hubo un momento en que todo eso se fue perdiendo…
El inicio de la caída de Twitter
El declive en lo cualitativo y enriquecedor de Twitter/X empezó hace mucho más tiempo del que a veces queremos admitir. Y a nivel nacional, tiene momentos marcados.
La derecha leyó muy bien las cualidades de la red social en cuanto a capacidad de viralización y, con eso, la posibilidad de formar opinión.
Mucho antes del asomo de los libertarios, esa derecha con Mauricio Macri como cara visible ya mostraba una, en principio, tímida presencia en la red, que se fue acrecentando con el tiempo, con los resultados positivos y, sobre todo, cuando encontraron de su lado a los recursos del Estado Nacional.
El concepto de “los trolls de Marcos Peña” o el “Troll Center” ya existía en aquel entonces, cuando el hijo de Franco ejercía como Jefe de Gobierno de CABA, y claro que supo capitalizar cierto descontento y momentos puntuales para llevar agua a su molino (la tragedia de Once o Nisman, entre otros).
El faro estadounidense
Lo que servía como un experimento que dio resultados positivos, impulsó también a un multimillonario a la presidencia estadounidense y que a partir del 1º de enero de 2025 retoma su lugar en ese cargo: un tal Donald Trump.
Lo que vimos aplicado por el macrismo a nivel local, Trump lo replicó y potenció en tierras estadounidenses, con lo que eso implica a nivel mundial.
Si bien no surge de esa rama, el movimiento libertario tuvo dónde germinar. Desde ese momento, cualquier perfil de índole política en Twitter se volvió más nocivo que pasear en pelotas por Chernobyl.
Los Trump, Bolsonaro, Macri y, eventualmente, los Milei, tuvieron un caldo de cultivo óptimo para crear un séquito de seguidores anónimos y, otrora, rechazados por la sociedad (¿por motivos válidos podemos decir?) dispuestos a lo que sea.
Desde ahí se dieron lugar a hechos como el intento de asesinato de CFK, el homicidio de Marielle Franco en Brasil o la toma del Capitolio en Estados Unidos post derrota electoral de Trump en las elecciones de 2020.
Pero no quedó en eso
A veces, quienes tienen interés en la difusión de esas ideas no es por aspiraciones políticas o por acceder a un cargo. Al menos no para ellos mismos.
Cuanto tenés una cantidad absurda de plata, el “carguito” es un puesto menor, como diría el CEO de cierto grupo de medios con voz de ultratumba.
Ni hablar cuando tu idea de expansión pretende tener alcance mundial.
Así es que Elon Musk, en 2022, viendo el germen de Twitter, decidió comprar la red social por la módica suma de 43 mil millones de dólares y darle alimento para hacer crecer al monstruo a límites insospechados.
Ahí se rompió todo
Para darle dimensión a la que puso el minero sudafricano: son “apenas” 1000 millones de dólares menos que el préstamo que le dio el FMI a Macri en 2018 para ganar una elección que no sólo perdió, sino que nos dejó una deuda que está muy lejos de ser saldada.
Lo que sucedió a la compra de Musk fue una seguidilla de decisiones que no pareciera tener intención de recuperar tanto el dinero invertido, sino de darle a la ultra derecha una herramienta que le permita negocios a futuro en todos lados.
Cuentas verificadas por una módica suma que aseguran una difusión enorme por todos lados, invasión de bots desde el mismo origen, una pestaña “para ti” que haría sonrojar al mismísimo Hitler, etc. Un campo próspero para el que tiene dinero e influencia.
A partir de ese momento, Twitter (ya rebautizado insípidamente como X) se volvió intransitable.
Antes podías salvarte un poco de la toxicidad general de la red en temáticas que dentro de todo dejaran a “la política” de lado. Ahora ni siquiera eso.
Te vas a meter en un tweet de videojuegos y no falta el que acuse a un juego como “woke”, o vas a buscar una receta de cocina y alguien va a decir que es comida de pobre o algo así. Nadie está a salvo.
Creímos que era imposible irse
Desde hace tiempo se vienen haciendo notas desde este medio alentando a la gente a “salir de Twitter”, dando argumentos al respecto e incluso planteando lo peligroso que es para la salud mental estar 24/7 metido en un lugar tan poco sano.
Las razones para no hacerlo, vamos a ser sinceros, solían ser bastante endebles: “No hay otra”, “No quiero volver a Facebook”, “Hay que dar la batalla cultural”, “Es como una adicción”, “Me da paja irme a otro lado”, etc.
Los más honestos te daban a entender solapadamente que su “kioskito” estaba en Twitter: son conscientes de que la pegaron con algún tweet viral y que reproducir eso en otro lado les va a resultar prácticamente imposible. Muchos de ellos, incluso estando en esa tierra ideológicamente enemiga, bancan quedarse en Twitter/X con su cuenta verificada porque no sólo hacen plata, sino que es también lo que les dio un lugar en determinados espacios que, de no tenerlos, los obligaría a conseguir un laburo de verdad.
El tema es que un día llega la gota que rebalsa el vaso, y en ese interín, alguno que otro, trata de aprovechar la chance. Lo quiso hacer Mastodon, lo quiso hacer Bluesky, e incluso Zuckerberg lo intentó sacando un Threads que le faltaba un importante golpe de horno.
Fue un noble intento de Zuck (ponele), pero la gente probablemente prefiera siempre la comida con condimentos de dudosa calidad nutricional pero con buen sabor, en lugar de una misma versión pero que está cruda.
En todo ese embrollo, Bluesky hizo un nuevo intento, y esta vez pareciera haber tenido algo más de éxito para recibir el éxodo twittero.
Le falta, no hay dudas, pero el simple hecho de irse de la red del minero sudafricano es algo de por sí positivo.
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