Tomas Grego
20-11-2024 15:38

El 16 de mayo de 1929, un grupo de 270 personas se juntó en el hotel Roosevelt, ubicado en Hollywood Boulevard, para realizar la entrega de lo que fue considerado el primer premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. Quizás no te suene de nombre, pero este evento fue considerado como los primeros “Oscars”. En una ceremonia de tan solo 15 minutos, que no fue ni televisada ni transmitida por radio, las primeras 12 estatuillas se repartieron, cimentando el arranque de lo que sería, por años, la primera edición de uno de los premios más prestigiosos del mundo artístico.

Hoy por hoy los Oscars no tienen ni de lejos el prestigio y peso que tenían antes (y tal vez nunca lo tuvieron en sí). Existen los festivales, y hay películas que ganaron la Palma de Oro de Cannes o el Oso de Oro en el Festival de Berlín que ni siquiera fueron ni nominadas a los premios de la Academia, pero para el imaginario popular, esta estatuilla sigue siendo el mayor galardón al que un cineasta puede aspirar. 

Lo que daría por una ceremonia de los Oscars que dure 15 minutos y no el monstruo de tres horas en el que se transformó

 

Hubo grandes ganadores, hubo algunos horribles y también sorpresas, pero salvo contadas excepciones algo se mantuvo constante en la historia del premio: dentro de todo es bastante consecuente con sus elecciones y, en mayor o menor medida, prioriza el arte por sobre lo “popular”.

Como premio no está exento de las críticas. Los ganadores normalmente atraviesan grandes períodos de tiempo haciendo lobby para intentar llevarse el galardón (como el emblemático caso de Shakespeare in Love). Si leyeron a los votantes de la Academia hablar de las películas animadas, es para salir a quemar Hollywood y arrancar de cero. A pesar de esto, todavía guarda cierto prestigio e interés en “salvar cara”. Los ganadores de los premios, también algunas nominaciones, son producto del marketing, pero un marketing muy específico, no de los tanques, no de los gigantes de la industria, sino de un tipo de películas que suele tener un cierto grado de atracción artística.

¿Es marketing? A veces sí, a veces no, pero es por sobre todas las cosas un momento donde la industria toma un respiro y celebra los grandes logros del año pasado. Pueden quedar grandes candidatos afuera y, aunque a veces los nominados te generen dudas, hasta cierto punto mantiene la integridad que merece el premio más esperado de un arte popular como es el cine.

¿Qué pasa con el gaming?

TGA 2024 GOTY

El 19 de noviembre del 2024, mediante su cuenta de Twitter, Geoff Keighley, conocido por la internet como “hombre dorito” o “el hombre world premiere”, publicó la lista de nominaciones para la nueva entrega de los premios The Videogame Awards, y con ella puso el último clavo en el ataúd a cualquier semblante de posibilidad de que el gaming tenga su propia entrega de premios seria (al menos en los próximos años).

¿Es una hipérbole? Sí, aunque realmente dudo que haya interés de la industria en realizar una entrega como los Oscars porque no necesitan (o al menos sienten que no necesitan) la legitimidad que les ofrece un premio serio como arte (incluso cuando todas las otras artes tienen un premio popular). Pero el problema se origina en que el público busca tomarse en serio estos premios.

Si bien siempre hubo problemas con los nominados en sí, hasta el momento la entrega todavía mantenía un semblante de “integridad” . Todo el mundo sabía que se trataba de un concurso de popularidad, que el premio al Mejor Juego del Año pocas veces se entregaba al verdadero mejor juego del año y, aunque a veces coincidía (ejemplo Baldur’s Gate 3 el año pasado), había una cierta idea de que se trataba de un galardón más o menos “serio” (al menos tan serio como puede ser un premio que tenga voto popular).

¿El GOTY un DLC?

La cuestión es que este año las nominaciones finalmente terminaron de desbarrancar, y no por malos productos (a fin de cuentas eso es subjetivo y se puede criticar sin cambiar la ecuación), sino por el tipo de nominaciones. 

Al menos tres de ellas presentan conflictos que son casi de “escándalo”. En primer lugar mejor adaptación, donde está la nominación a Arcane como mejor adaptación, una serie que no me cabe duda merece estar ahí, si no fuera porque, al momento de salir las ternas todavía falta un tercio de la temporada final (y la temporada pasada ya participó de una entrega mucho anterior), por lo cual debería recién entrar en 2025.

Similar a este problema está el Pokemon Trading Card Game Pocket, que no lleva ni medio mes en el mercado y que, aunque sí, generó mucho dinero y todo el mundo está como loco, tres semanas de salida no es tiempo suficiente para que decante un juego, por lo cual también debería haber aplicado para el 2025.

Yo soy gordo obeso Arcane, pero es un montón que pueda ganar una serie que, al momento de ser nominada, no había terminado

Yo soy gordo obeso Arcane, pero es un montón que pueda ganar una serie que, al momento de ser nominada, no había terminado

Finalmente está Elden Ring: Shadow of the Erdtree, el DLC del ganador al GOTY en 2022, nominado como JUEGO DEL AÑO.

Nominar un DLC, que no sea Stand Alone, es abrir las puertas a una problemática gigante. Porque es poco amigable para los jugadores, que se tienen que enfrentar a un título entero antes de poder ACCEDER al contenido en sí (ni siquiera pasarlo, que eso es otra discusión). Porque abre la puerta a que un juego saque un DLC todos los años y sea nominado todo los años, y porque finalmente termina de demostrar que los Game Awards nunca fueron premios, sino una manera poco sutil de lucrar con una industria, demostrando que siempre fue una farsa, una manera de promocionar antes de Navidad para que la gente diga “no boludo, mirá la WORLD PREMIERE que nos trae el Dorito’s”.

Es la americanización absoluta de una ceremonia que nació muerta y que, de manera permanente, nos hacemos los boludos y nos indignamos todos los años porque, parafraseando a un tweet muy famoso, “lo malo de que la entrega de los GOTYs sea una publicidad es que la gente se olvida de que la entrega de los GOTYS es una publicidad. ‘Ay, viste que nominaron un DLC? Cómo van a nominar a un DLC’, porque es una publicidad, ya tuvimos esta discusión varias veces”.

Este fue el momento donde falleció todo atisbo de seriedad

¿Qué nos queda?

Hay dos maneras de responder a esta pregunta, una es decir “hace falta un premio importante para los videojuegos, porque como arte es importante premiar a lo que se hizo bien y a lo que llevó a la industria para adelante”. En esta postura (que es la que yo más comparto) se tiene que trabajar para crear una “Academia” de juegos, donde diferentes grupos voten y nominen (grupos de developers, de publishers, de marketing, de prensa y de todos los sectores que hacen que la industria funcione), para armar una ceremonia seria que redignifique al “gaming”, no a los streamers, no a los redactores, sino a los juegos, y a las personas que hacen que existan.

La otra es mucho más sencilla (y la que seguramente pase) y es que no importen para nada los premios y que seamos conscientes de que los GOTY son, fueron y serán siempre una manera de hacer marketing y que el valor del premio es igual que el de una calcomanía en un VHS de Gasparín que dice “película más alquilada del blockbuster de Caballito”.

Soñemos con cosas chingonas como dijo Chicharito (?)


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Tomas Grego
Escribo un poco de todo y mucho de nada, pero principalmente sobre arte en todas sus formas.