A veces me sorprende como después de haber estudiado y practicado astrología desde mi adolescencia nunca me haya animado a escribir esto, es quizá ahora, que casi la abandoné por completo (a excepción de mi clientela habitual, a quienes no pienso abandonar jamás) que me siento libre de poder expresar algunas palabras, sin tanto temor de lo que puedan opinar colegas.
Sucede que tengo una relación de amor odio con la astrología. Por supuesto que si no me hubiese gustado, no habría estudiado tanto. Pero también tiene una enorme carga de banalidad, mentiras y estupidez que a veces hace sumamente difícil tolerar la convivencia o el transitar espacios. Me ha costado toda la vida poder comulgar con la filosofía new age, de la manifestación y el querer es poder, de las energías y el karma. Es triste y un poco solitario el camino de quienes practican astrología pero la entienden como lo que realmente es: fantasía poética, y ahí es donde se abre la verdadera grieta…
De donde viene la astrología
De donde y cuándo, no se conoce con exactitud, porque es verdaderamente milenaria. Sé que nadie acá tiene ganas de que le cuente lo que se puede googlear en cualquier lado, pero alcanza decir que los Babilonios practicaban las versiones más avanzadas allá por el siglo V a.C., cabe aclarar que la disciplina data de mucho antes, incluso cuando no había registro escrito; por eso es tan difícil determinar su origen.
En sí misma, aunque altamente argumentada, es cierto que también existen eventos difíciles de refutar. Los sumerios o babilonios, parecían tener un conocimiento astronómico avanzado, por ejemplo: conocían la existencia de planetas más allá de Júpiter sin la tecnología moderna. Aunque hay debate sobre la precisión de estas afirmaciones, la sofisticación de sus conocimientos suele ser vista como una prueba de la validez de la astrología antigua.
También históricamente han habido una gran cantidad de practicantes de astrología que pudieron predecir eventos de escala mundial, no vamos a detallarlos todos, pero es tal vez el caso más icónico es de William Lilly, quien anunció el Gran Incendio de Londres de 1666 en su libro “Monarchy or No Monarchy” publicado en 1651.
Habiendo pasado por un larguísimo período de popularización y censuras de manera cíclica, su momento histórico de más fuerte caída, para sorpresa de nadie, está atado al 1700, con la era de la ilustración y el florecimiento del cientificismo.
Haciendo fast forward, empezando con la ideas de volver a la espiritualidad de Helena Blavatsky, terminamos llegando al verdadero “culpable” de todo: Alan Leo. Un pobre tipo con una gran visión del marketing que dijo “¿Si la astrología se está muriendo como la podemos revivir?” y tuvo la idea que sonrojaría a cualquier red social digital: fundar la revista “Modern Astrology” que te llegaba a tu casa por un chelín y para que te enganches y sea de acceso a todo público, reducía el complejo conocimiento a doce signos. Pim pam pum, en 130 años estás vos consumiendo terribles momazos de astrología en twitter y metiendo en la misma bolsa a toda la gente que nació en noviembre.
El auge de la nueva astrología
Después de Alan Leo pasaron un montón de cosas más, pero lo que nos interesa es que desde hace aproximadamente 20 años, la astrología creció enormemente en popularidad. Y esto se debe a varios factores:
La crisis económica y social: El aumento de la incertidumbre en la vida moderna, la crisis financiera de 2008, la pandemia y el clima político polarizado, provocaron un gran incremento la búsqueda de consuelo en sistemas de creencias diferentes. Este tipo de prácticas ofrecen respuestas simples a situaciones complejas y una sensación de control en tiempos de inestabilidad.
La Generación Millennial y Z: Al parecer somos generaciones que, al no tener afiliaciones religiosas tradicionales, preferimos explorar otras formas de espiritualidad, esto también impacta en Centennials que a día de hoy se rigen bastante por este sistema, aunque sigue siendo un interrogante si esto continuará.
Medios digitales y redes sociales: Las plataformas como Instagram, Twitter y TikTok han jugado un papel clave en la popularización de la astrología. Los memes astrológicos, los horóscopos diarios personalizados y las cuentas influyentes de astrología han hecho que el tema sea más accesible y entretenido. Esto también permite que la astrología se modernice y se distribuya de manera viral, atrayendo a una audiencia más joven (Alan Leo, pero con Internet)
El auge de la autoayuda y el wellness: El creciente interés en la salud mental, el bienestar y la autoexploración ha hecho que más personas recurran a herramientas como la astrología para obtener orientación y reflexionar sobre sí mismas. La astrología ofrece un marco para la introspección, permitiendo a las personas explorar su identidad y personalidad a través de una narrativa cósmica (Sin embargo, esto también es parte del problema, lo desarrollaré más adelante).
Rechazo de la racionalidad extrema: Algunos investigadores han señalado que el resurgimiento de la astrología es parte de una tendencia más amplia de rechazo hacia el cientificismo extremo o el escepticismo frío. La era de la información y la tecnología ha generado un contramovimiento que busca volver a lo espiritual o lo intuitivo, viendo en la astrología una forma de conectar con algo más trascendental. (Es un libro denso, pero recomiendo mucho el análisis socio cultural que hace al respecto de esto Richard Tarnas en “Cosmos y Psique”).
Entonces es real, la astrología está pasando por sus momentos más calientes, tal vez sólo superado por los años de pandemia, pero aún así, en plena vigencia. Hoy por hoy es normal que la mayor parte de la gente sepa cual es su sol, luna y ascendente o que evite dar su horario de nacimiento para evitar ser “stalkeado” (y lo bien que hacen, recomiendo).
Verdades o engaños
Cuando cualquier disciplina se vuelve de consumo popular, indefectiblemente debe atravesar un proceso de banalización. Ojo, con esto no estoy queriendo decir que la astrología se ha vuelto mala porque le gusta a mucha gente, nada peor que ponerse en ese papel estúpido de considerarse único en el mundo. Estudié astrología entre 2006 y 2009, era la única persona de menos de 25 años estudiándola y hubiese disfrutado muchísimo poder hacer amistades de mi edad, cuando empecé a publicar cosas en Fotolog (ja, el dni, que se cae) hacía memes y nadie los entendía. Era una adelantada, pero me sirvió de poco y nada, hubiera dado lo que fuera por tener colegas de edades similares que compartan esa pasión conmigo y personas que quieran contratarme, por eso la astrología necesita de esa popularización.
A partir de esto nace un debate de ética que muchas veces es descartado porque nos quedamos girando en la primera discusión: si la astrología es verídica, es real, es un invento o no. Bueno, aunque yo quiera que hablemos de ética, vamos a tener que hacer una breve pasada por ese primer conflicto que detesto.
Sucede que hay un enorme grupo de personas que odia la astrología acusándola de querer ocupar un espacio de ciencia que no le pertenece. Y esto es verdad, la astrología no es una ciencia. Irónicamente, la culpa no la tienen quienes la atacan de esto, sino quienes defienden la veracidad de la astrología tratando de sacar un sinfín de demostraciones de su efectividad y ese es el verdadero callejón sin salida.
Debo decir que yo fui parte de este grupo de defensores a muerte muchísimo tiempo. Creía que se podía deducir de qué manera íbamos a morir, cuántos hijes podíamos tener, en qué año nos íbamos a enamorar. Esta es la astrología determinista, es el hijo bobo que pretende ser ciencia pero siempre chocará contra la misma pared y, cuando no queremos abrir los ojos, no queda otra que buscarle la vuelta para justificarlo, no importa cuán intrincada sea.
Por suerte no todas las personas viven del orgullo de sostener una equivocación y cuando revisamos el objeto de estudio hay dos alternativas: amargarse creyendo que hemos perdido nuestro tiempo o entender que algo tan milenario y complejo tiene un sentido, sólo que tal vez no es el que creíamos que era.
El debate ético
Una vez hemos atravesado esa barrera y nos damos cuenta que la astrología no puede responder preguntas concretas y no determina nuestro destino; pero sobre todo: cuando dejamos de defenderla frente a quienes tienen todo su derecho de no creer en ella, allí empieza el verdadero viaje.
Sucede que la astrología no deja de ser un sistema de símbolos. Cada planeta es un símbolo, es la representación de un concepto humano y tiene relación intrínseca con la mitología. Así pues, el sol representa nuestra identidad y “brillo” y habla de aquellas cosas que influyen en nuestras decisiones directas, la luna las emociones y el inconsciente, etc. Este tramo de simbologías se extiende casi de manera infinita, atravesando constelaciones, signos, casas astrológicas, nodos lunares, eclipses, tránsitos planetarios, relaciones entre estos factores e incluso una enorme cantidad de valores que, para quien tiene ganas y tiempo, se pueden seguir analizando.
Cuando aceptamos que la astrología es esto, estamos haciendo algo parecido a lo que pasa cuando vamos a ver una película y procedemos al acto de “suspensión de la incredulidad”, aceptamos el pacto invisible donde los jedis y los elfos existen, pero siempre sabemos que es un juego.
La astrología también es un juego, el problema es que no todo el mundo entiende que está jugando. Y ahí es donde entra la señora ética: si hemos estudiado tantos años estos símbolos, si hemos aprendido de tantos libros su significado y hacemos todo lo posible por traducirlo a interpretaciones concretas; no podemos olvidarnos que para ser profesionales al 100%, tenemos que recordarle a la persona interesada en nuestro análisis que esto no es una predicción de la realidad.
¿Entonces la astrología es una mentira?
No. Es poesía. Es arte. Y como tal, es capaz de ayudarnos a atravesar momentos de maneras no tradicionales.
Por supuesto que existe un sistema detrás y también un análisis de ciclos que se ha delineado con una precisión académica, lo cual la vuelve mucho más profunda e interesante. Pero en todo momento debemos recordar que una sesión de astrología no puede reemplazar ir a terapia, atenderse en un hospital o elegir a la persona que decide mi corazón.
No voy a negarlo, me pasa en repetidas ocasiones que me siento mal por algo o tengo semanas de características particulares y miro mis propios tránsitos planetarios. Siempre parece haber algo que muestre el por qué tuve esa semana tan especial. Tampoco puedo negar que mis consultantes me escriben con frecuencia para hablarme de como les fue sucediendo “todo lo que les dije”… no deja de haber una extraña mística donde flota la pregunta del huevo o la gallina.
Pero así y todo, hay que saber entender cuál es el límite. El de la astrología como herramienta y el nuestro como seres humanos.
Porque tenés que decir claramente cuál es el tipo de astrología que practicás, que clase de respuestas encontrará la persona que te contrate. La responsabilidad no termina ahí. Tendremos que construir un lenguaje cuidado, acorde al marco teórico que estamos practicando. No es lo mismo decir que “este año se abrirá un ciclo para aprender a adaptarse y hacer cambios” que decir “este año te podés mudar o perder tu trabajo”. Personalmente, prefiero la primera opción, pero en todo caso, si te cruzás con gente que opte por comunicar como la segunda, tenés que saber qué estás contratando.
El poder de la astrología
Por todo lo dicho es un debate ético. Y también porque cualquier persona que conozca un lenguaje que para muchos es desconocido, tiene una especie de poder.
El hecho de que el conocimiento astrológico y su adquisición se maneje sobre los márgenes de lo universitario (si bien existen institutos, es verdad, la puede practicar cualquiera), provoca que de aquí nazcan una millonada de oportunistas con los dientes afilados y la promesa de resolver tu vida. Y se entiende perfectamente que un mundo capitalista como el nuestro, si existe gente que vive de las apuestas o de las crypto estafas, habrá quienes se aprovechen de la desesperación ajena… es allí a donde aterrizan quienes ya no encuentran respuestas y alrededor de muchas otras disciplinas.
Por eso es clave tener una consciencia clave y fomentar la educación sobre estos temas. No sólo educar a quienes la practican para que tengan un mínimo de empatía por la necesidad ajena, también a quienes consumen para entender que este tipo de cuestiones están hábilmente disfrazadas de estilo de vida. ¿Quién no quiso alguna vez tener un cuerpo hegemónico y ser una empresaria adinerada como Mia Astral? Es que ella no vende astrología, vende estilo de vida.
Y así es como un día, sin darnos cuenta, tal vez estamos asistiendo a un congreso donde una tipa que se da golpecitos en la cara te quiere vender que esa es su forma de alcanzar el éxito. Andá a decirle a la chica con 5 hijos, que vive en la villa y sufre violencia de género que haga “tapping” para salir de ahí… ya ni siquiera es ignorancia, es pura crueldad.
La responsabilidad del que vende y el que consume
Las personas que se acercan a escucharnos reconocen que hay algo que podemos interpretar más allá de sus propios conocimientos, de lo que han encontrado en internet. Pensar que nuestras palabras no pueden afectarles es un error garrafal y hoy por hoy todavía hay personas que tienen dificultades para dormir pensando en esa astróloga que les dijo que sus hijos morirían de una forma trágica o en ese astrólogo que les dijo que tengan cuidado con el tránsito vehicular.
Mis palabras para ustedes: es mentira. Todo eso es mentira. Duerman en paz, la astrología no puede adivinar nada de esto, se los garantizo desde el fondo de mi corazón.
La astrología también tiene un poder maravilloso: entiende que en nuestra vida hay ciclos pero no necesariamente todo es lineal, sabe que a veces necesitamos pensar de otras formas para buscar respuestas a nuestras preguntas. Y lo más importante: sabe hacer las preguntas correctas.
En este aspecto me recuerda mucho a la “mayéutica” de Sócrates. El filósofo utilizaba esta analogía porque, al igual que una partera ayuda a dar a luz a un niño, él creía que, a través del diálogo, podía ayudar a las personas a “dar a luz” a sus propias ideas y conocimiento.
Por eso creo fervientemente que si aprovechamos la astrología, estaremos encontrando la forma de hacernos mejores preguntas, para encontrar las respuestas que ya teníamos. También es responsabilidad nuestra entender que un horóscopo o un meme son parte del juego y, huelga decir, la forma más eficiente de viralización… si no ¿Cómo consigue consultantes une astrólogue hoy?
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