Ranker, la página de rankings con más renombre de la web, tiene un listado de personajes de series más amados por la gente que se actualiza semanalmente.
Desde hace meses, Walter White, Saul Goodman, (Breaking Bad) Michael Scott (The Office), Tyrion Lannister (Game of Thrones) y Tony Soprano (Los Soprano) encabezan su top 5.
Dos psicópatas, un mentiroso y un jefe de mierda (se deconstruye, pero la mayor parte del tiempo es un jefe de mierda), son los personajes que más ama una enorme porción de gente. Ah, por suerte en medio de todos esos hijos de puta, milagrosamente está Tyrion, un tipo muy inteligente que trata de hacer las cosas bien.
PD: Dá para otra nota, pero por si les interesa el dato, la primera mujer de la lista es Arya Stark y aparece recién en el puesto 25.
Busqué otros rankings, en Screen Rant Tony y Walter de nuevo a la cabeza (por suerte Omar Little de The Wire para compensar un poco), en WatchMojo lo mismo (pero sin Omar), y así sucesivamente.
Reitero: las listas son de personajes amados, no de mejores personajes; aclaro esto porque la segunda categoría abarcaría profundidad
Ahora ¿Cómo llegaron esos odiosos personajes ahí?
“Vivimos en una sociedad…”
Un ranking en internet no es la última revelación, pero es un buen termómetro no sólo de los intereses de las personas, también de sus identificaciones.
Es verdad, si hay algo que podemos concederle a estos personajes es su cruda humanidad: vulnerables, complicados, reales, traumados, víctimas de sus propias psiquis. Aún así, egocéntricos, resentidos, faltos de empatía, machistas, desconsiderados y en muchos casos, directamente asesinos a sangre fría.
Esos son sólo los casos de un ranking, porque hasta la Mabel desconectada de los espacios más taringueros de la virtualidad alguna vez vió en una historia de Whatsapp (sí, eso ven las Mabeles) una foto del Joker con la famosa frase que se mofa de los principios de una sociedad civilizada.
También con otras frases, no sabemos si agregadas por fans de esa loca idea de que el resentimiento del mundo justifica el caos y la crueldad, o algún memero que entendió todo y disfruta viendo como la boludez que creó se difunde.
Lo que importa acá es que volvemos a ver el patrón, personas (generalmente hombres cis heterosexuales de derecha) que sienten una profunda identificación por personajes como este. Porque, hablemos con sinceridad, no los eligen porque “reflejan muy bien mis defectos” sino porque “son unos capos”.
No es el único caso. Si nos internamos un poco más en el mundo del cómic champagne, seguro ya conocimos feligreses de Rorschach, Dr, Manhattan, Comediante y Ozymandias en Watchmen. De Night Owl y Silk Spectre nada, porque aparentemente es preferible ser un loco desencajado que una persona medianamente normal.
En este sentido, quienes mejor han sabido retratar esta forma ridícula de idolatrar hijos de puta es The Boys, sobre la cual tenemos muchos elogios respecto a su visión de cómo sería realmente un mundo con superpoderes, pero que además proyecta en Homelander la idea del pelotudo supremo: hombre heterosexual, rubio, hegemónico, poderoso, caprichoso, facista y violento. Hiciera lo que hiciera, lo iban a amar y así la primera vez que mete una piña a inocentes lo aplauden con vitoreos.
Fight Club es otra de mis favoritas en este sentido: Tyler Durden, disfrazado detrás de su ideología anticonsumista, encandila a los inocentes con su imagen de hombre ideal. Así muchos se pierden de comprender que el film no sólo es una parodia al macho alfa y las masculinidades frágiles, incapaces de lidiar con sus problemas mediante la madurez emocional; sino que además el verdadero propósito de esta obra es proyectar en la idea de Fight Club lo contraproducente que es escapar de nuestro dolor a través de la violencia.
Uno de los casos más icónicos del mundo del anime es sin lugar a dudas Light de Death Note. El tipo literalmente es un asesino y un psicópata, la excusa de buscar exclusivamente a criminales para matarlos le cierra perfecto a cualquiera que defiende la justicia por mano propia; pero Death Note justamente intenta mostrar las miserias de creerse más capacitado que el resto para terminar con una vida. En esta historia el villano es su protagonista y el héroe es L, quien ocupa el rol antagónico (supongo que en pequeñas mentes debe ser demasiado procesar este intercambio, ja).
Cobra Kai y la rivalidad presentada entre Larusso y Lawrence casi grafica esta mala interpretación a la perfección. De hecho parte del mito nace a través de How I Met Your Mother, en la cual Barney (personaje que define su identidad a base de ser machista y mujeriego, diseña su casa para que las mujeres eviten quedarse y tiene un libro sobre como levantárselas) declara que el verdadero culpable de todo en Karate Kid es Daniel.
Posiblemente a raíz del meme intra-serie que se generó por esto, surge la idea de la secuela. Sin embargo, la esencia de Cobra Kai es justamente lo opuesto: entender la complejidad de un villano para deconstruirlo, mientras también detectamos los errores humanos que surgen de Daniel. Aún así, se suele apuntar a la idea como propaganda feminista que “debilita” al personaje.
No me iba a olvidar de los videojuegos, y qué mejor que mencionar a nuestro amigo Hideo Kojima, hábil deconstructor de héroes de guerra tóxicos (no así de cuerpos femeninos, otro día hablamos de eso). Solid Snake es de los personajes más amados e idolatrados por el fandom en general, cuando no sólo el personaje es pintado como el tipo que entra a patadas mascando chicle y tiene que aprender a evitar el conflicto tratando de no ser visto. Es tal la indignación del autor por esto, que Metal Gear Solid 2 se dedica abiertamente a criticar a los adoradores de la fantasía de poder durante toda su narrativa, y aún así no se comprende.
¿Ya nos quedó claro?
Entendimos que sin importar el medio en el cual se nos presenta una historia, siempre hay quienes encuentran la forma de poner en un pedestal a los peores ejemplos, incluso cuando hay un contexto que acompaña como fuerte crítica de esa forma de ser o se ríe a través de la parodia.
La pregunta entonces es ¿Por qué?
A simple vista nos podemos refugiar en la comodidad de pensar que simplemente son idiotas sin ganas de hacer un buen análisis, pero me niego a creer que es solamente eso.
En primer lugar, hay que traer un nuevo concepto a la mesa, algo que postula el comunicador y semiólogo Eliseo Verón en “La Semiosis Social”, que intentaré resumir lo más sencillamente posible:
Primero, no existen obras que sean “ideológicas” toda producción está dotada de un sentido porque quienes las generan traen consigo ese bagaje, incluso aunque la intención fuera relatar un cuento simple sin ningún subtexto.
Segundo, incluso aunque x autor/a/e quisiera impregnar su creación con determinado significado, Verón sugiere que esto no es algo definitivo, porque una vez hecha pública, se pierde el control de la misma y por ende hay parte de esa construcción que sucede en la vereda “receptora” (teléfono para J.K.Rowling).
Tercero, experiencia, cultura y contexto social tienen una poderosa influencia en la interpretación que se hace de cualquier producción cultural.
En síntesis, que esto suceda es posiblemente de lo más natural, pero para buscar las raíces tendremos que indagar en el contexto de quienes hacen esas interpretaciones que consideramos equivocadas, especialmente si tomamos en cuenta la idea que tuvo quien la produjo.
Para acompañar la teoría de Verón, también está la idea de bell hooks, escritora y activista feminista, quien enfatiza en “Outlaw Culture: Resisting Representations” la importancia de cuestionar las representaciones de la masculinidad y la sexualidad en los medios de comunicación y promover una cultura que fomente la igualdad de género y relaciones saludables.
Su trabajo sugiere que las dinámicas de poder y las normas de género pueden influir en cómo ciertos grupos interpretan y se relacionan con las obras culturales y los medios de comunicación. Entonces entendemos que, por lo menos para un grupo de especialistas que trató de buscar el origen de este conflicto, la semilla está en en la sociedad que nos rodea.
Incels enjaulados
La mejor respuesta que encontré la da el filósofo Mark Fisher, en “Capitalist Realism: Is There No Alternative?”
Según Fisher, las causas primordiales son 3:
1)Alienación y descontento: Generados por el capitalismo, estos factores provocan que las personas se sientan desconectadas de la sociedad y alienadas de las normas sociales dominantes. Los incels, como grupo marginado y socialmente estigmatizado, pueden interpretar las obras culturales de una manera que refleje su propia alienación y resentimiento hacia la sociedad.
2)Cultura de la masculinidad tóxica: Promueve ideales de masculinidad que son perjudiciales tanto para hombres como mujeres. Los incels pueden interpretar las obras culturales a través de este prisma distorsionado, buscando validación de sus creencias y actitudes misóginas.
3)Falta de alternativas imaginativas: El capitalismo también ha erosionado nuestra capacidad para imaginar alternativas al sistema existente. Los incels, atrapados en un ciclo de resentimiento y desesperanza, pueden interpretar las obras culturales de una manera que refuerce su visión del mundo como injusto e implacable.
En conclusión, lejos de defender incels y tenerles lástima por ser simples animalitos enjaulados de un sistema aterrador; sí cabe comprender que se comportan como el eslabón más débil de esta gran manada: personas que no han podido lidiar con la desesperanza que genera nuestro ambiente circundante, y buscaron otro modo de interpretar mensajes que les quede cómodo.
¿Saben a qué me suena esto? Al mismo proceso que sucede con conspiranoias como la Tierra plana y los anti vacunas.
En síntesis
Es posible que tratar de convencer a alguien de que ha malinterpretado una obra sea una lucha innecesaria, porque hará todos los esfuerzos posibles por aferrarse a su comodidad, algo inaceptable para muches, pero claramente entendible.
Si sirve de consuelo, al menos podés recordar que se portan como chicos incapaces de largar un chupete, tal vez esto te detenga de embarcarte en una guerra dialéctica que no tendrá ganadores.
Y mientras tanto, como bell hooks, tendremos que avocar nuestros esfuerzos a seguir generando contenido con mejor representación, incluso contra las ideas de los haters de siempre.
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