A poco más de dos meses de su asunción, aún hoy hay demasiadas conclusiones para sacar después de la victoria de Javier Milei. Quizás una de las menos relevantes, producto de su bajo caudal de votos, haya sido el nuevo fracaso electoral de Guillermo Moreno.
Pese a que parece observarse un incipiente crecimiento de su base electoral en estos primeros meses de 2024, el año pasado volvió a confirmarse la falta de atractivo que generó la propuesta del peronismo “ortodoxo” que plantea Moreno, incluso dentro del electorado que se reconoce afín a las banderas del justicialismo.
Las causas que explican eso son muchas y no es mi intención enumerarlas todas, más que nada porque no las conozco en su totalidad. Sin embargo, creo que no se puede obviar el hecho de que parece haberse confirmado, nuevamente dirán algunos, que para una parte importante del electorado, algunas de las banderas más importantes del justicialismo son un cascarón vacío, como ya planteó Ivan Schargrodsky el año pasado.
Moreno, el cínico provocador
En este punto es que creo que la figura de Moreno y su proyecto político se encuentra en una disyuntiva. Para poder explicarla me voy a valer de una serie de analogías, caprichosas, por cierto, como lo son casi todas.
El horizonte confeso de “Guillote” es la Comunidad Organizada, la notable conferencia, y luego libro, que pronunció Perón en el Congreso de Filosofía de 1949. Allí, el fundador del justicialismo rescata para su proyecto de sociedad, entre otras ideas de la filosofía occidental y oriental, el pensamiento griego clásico.
Como bien explica Santiago Regolo en la segunda edición de la Comunidad Organizada que editó la Biblioteca del Congreso:
Esa recurrencia a los griegos tenía como eje la recuperación de la ética como valor en la construcción de una comunidad política. Tomando conceptos de Platón y de Aristóteles, Perón planteaba la necesidad de componer esa comunidad a partir de una construcción ético-política, y no simplemente pensar su realización a través de la producción de bienes materiales. Buscar, en definitiva, la realización individual en el marco de una sociedad, tanto material como espiritual, y recuperar el sentido de la práctica con miras a una causa final (p.176-177).
Sin cuestionar el compromiso de Moreno con esa idea, su práctica discursiva está más emparentada a la de otro exponente de la filosofía griega: Diógenes de Sinope. Representante por excelencia del cinismo, una escuela filosófica que existió durante el periodo helénico, y que poco tiene que ver con su acepción actual. En el último tiempo su pensamiento fue revalorizada por filósofos como Michel Onfray y la “memeficación” de la figura de Diógenes.
Sin enseñanzas dejadas por escrito, como sí lo hicieron otras corrientes filosóficas que le fueron contemporáneas, las bases del pensamiento cínico llegaron a nuestros días a través de las anécdotas recogidas por historiadores y filósofos. Controversial, contestatario e irascible, abundan las anécdotas de Diógenes predicando con el acto, buscando escandalizar con el objetivo de desnudar la hipocresía moral de la polis.
Se decía que este “Sócrates delirante”, apodo puesto por Platón, iba por la calle en pleno día, con una lámpara encendida, diciendo “busco a un hombre/ciudadano” (depende la traducción). Una crítica mordaz que apuntaba a que ningún ciudadano de la polis, a los ojos de Diógenes, se comportaba enteramente como tal, que se trataban de un manga de hipócritas.
No es difícil imaginar a Moreno haciendo algo similar hoy en día: buscando a un auténtico peronista en un acto de, supongamos, Axel Kicillof, con peronómetro en mano, pero solo encontrándose con “socialdemócratas”.
Una ética de vida peronista para un mundo globalizado (starter pack)
Pongámonos pretenciosos: esta fetichización que realiza Moreno de la doctrina peronista, que por momentos parece más cercana a una filosofía ética y estética, es sintomática de un malestar que permea a Occidente, aunque con ingredientes criollos que le otorgan un sabor distintivo.
Como remarca J.A Cardona en su libro sobre la filosofía helenística, “Estoicos, epicúreos, cínicos y escépticos” (sí, es ese libro colorinche que te cruzás en los puestos de revistas), la enorme extensión que adquirió el mundo helénico, que iba desde las colonias griegas en Iberia hasta los reinos helenos en la actual Pakistán, hizo cada vez más pequeño el rol de los ciudadanos griegos en el mundo.
Antes estaban confinados en los horizontes conocidos de las pequeñas polis. Un par de generaciones después, los nietos de esos griegos se vieron abrumados por la extensión casi ilimitada, desmesurada a sus ojos, de las tierras que Alejandro Magno conquistó bajo su reinado y que durante siglos conservaron una predominante herencia griega.
Una globalización a la griega, si les gusta, pero que derivó en algunas consecuencias que ya conocemos hace rato. La caída de los salarios por la competitividad contra la mano de obra (esclava) de otras regiones, el incremento de la desigualdad social, las crisis religiosas, la caída de la natalidad, la disolución de los vínculos sociales, el surgimiento de nuevas identidades, la pérdida de representatividad y las crisis institucionales fueron fenómenos que vivieron tanto los griegos de hace 25 siglos como los argentinos y otras nacionalidades del presente.
No es de sorprender entonces, el auge del (neo)estoicismo de los últimos años en Estados Unidos, principalmente entre los hombres (heterosexuales), como lo fue también popular en el Imperio Romano (¡sombra terrible de Marco Aurelio voy a evocarte!); o de las pequeñas comunidades de creencias new age, que por momentos parecen una actualización de la comunidad epicúrea.
“El mundo es demasiado grande, complicado y caótico”, pensamos a veces. “No quiero transformarlo. Solo quiero que me digan las coordenadas para vivir en él y no darme la cabeza contra la pared”, deseamos a veces también. Y ahí es cuando aparece Guillote y su paquete identitario peronista cual vendedor de autos usados.
Esta analogía, ya lo advertí al principio, es caprichosa, y encuentra sus límites rápidamente, porque pese a todo eso, el peronismo que Guillermo Moreno defiende hasta la pantomima furiosa e insiste en la universalización de la doctrina como proyecto social, político, económico y cultual, algo que en el cinismo nunca se pretendió. “Podemos peronizar el mundo” dice aquel zócalo viral usado tanto por adeptos como detractores.
El universo de Warhammer al rescate
Y acá es cuando aparece la ciencia ficción a darnos una mano para pensar al Guillote. Porque si hay algo que se acerca al imaginario de lo que para Moreno es el peronismo es el lore de la franquicia Warhammer 40.000 (WH40K). Para quienes no están familiarizados, el universo en que se desarrollan las historias de esta IP está ambientado en un universo apocalíptico ficticio, cronológicamente situado en el 41.º milenio.
Es una época en la que un decadente Imperio de la humanidad (con clara estética medieval y clerical) domina la galaxia, pero sufre ataques desde todos los frentes por diversos alienígenas y humanos traidores corrompidos por las fuerzas del Caos o por rebeldes en pugna secesionista.
“Es como si te pusieras del lado de los nazis, pero solamente porque se están enfrentando a Cthulhu”, sintetiza un comentario de internet maravilloso. El Imperio de la Humanidad es un régimen fundamentalista religioso dominado el Emperador: un superhumano hasta la hipérbole que reunió a todos los humanos de la galaxia bajo un solo gobierno y los lanzó a la conquista de la galaxia en la Gran Cruzada.
La ironía del Imperio de la Humanidad es que el Dios-Emperador fue alguien que odió el pensamiento religioso hasta el último de sus días y abogó siempre por un raciocinio positivista, que lo llevó a destruir todas las religiones mientras vivió. Sin embargo, vueltas de la vida, fue divinizado por el Imperio. Después de una traición de su hijo pródigo que desencadenó una guerra civil, quedó en un estado de no-vida vegetal.
En la actualidad de ese universo, su cuerpo cadavérico yace en su trono dorado, guiando a la humanidad 10 mil años después de los hechos. Su muerte definitiva fue pausada, como un Valdemar del futuro, quién sabe hasta cuándo. Es un faro para la Humanidad en el amplio sentido de la palabra, porque sus poderes psíquicos, todavía vigentes, posibilitan que el Imperio pueda realizar viajes más rápido que la velocidad de la luz, es decir, de mantenerlo unido. Les recomiendo que ojeen un poco la historia de ese universo exagerado e hipermasculinizado porque no tiene desperdicio.
Bueno, ¿pero la relación con el peronismo para cuándo?
Si la analogía inminente entre el Perón de Moreno y el Dios-Emperador les parece ultrajante, tienen derecho a ofenderse, pero hay algunas pruebas están a la vista. Por ejemplo, y tomado de la retórica memética de la alt-right trumpista, una de las imágenes más comunes de Moreno lo muestra usando la armadura del Dios-Emperador.
Su prédica para evitar que el peronismo desaparezca dentro del inconsciente colectivo; la autopercepción de que en Principios y Valores son “cristianos en las catacumbas” (metáfora utilizada por él), el uso de elementos discursivos ligados a hipótesis de conflicto, y la épica de una resistencia contra un mundo que le es hostil son aditivos extras que consolidan ese imaginario.
“The Emperor protects”, claman los soldados humanos de WK40K. “El General protege”, podríamos animarnos a traducir. Una de las teorías más difundidas entre los fanáticos de WH40K es que el equipamiento que mantiene en semivida al emperador en realidad es el verdadero impedimento para que pueda sanar, ya que, como dije hace un rato: el Dios-Emperador es un superhumano que sobrepasa ampliamente los límites de lo coherente.
Bajo esta idea que enarbolan algunos fans, y que se plasmó en algún que otro libro, solo cuando el Emperador sea desconectado del soporte artificial que lo mantiene como un no-muerto, podrá finalmente regenerarse, volver a la vida y terminar la tarea que dejó inconclusa.
Obviamente, eso es considerado herejía dentro del universo ficcional, y en el mundo real hay casos que sirven de contrapunto para la idea de “dejar morir a Perón” para que luego pueda renacer, como es el caso de la polisemia conceptual que ocurre con Marx.
Sin embargo, ni Perón ni su doctrina escaparon de la ambigüedad sobre qué es el peronismo cuando estuvo con vida. Queda en nosotros, el pueblo, su único heredero, responder si él está muerto, más vivo que nunca o en un estado intermedio, guiándonos, pero desde un lugar al que ya no podemos regresar.
Nuestro villano de la semana es Juan Pollio, lo podés seguir en Twitter como @JdePollio o apoyar su emprendimiento sobre divulgación y humor en Instagram y TikTok
Un neurótico que escribe de economía para subsistir y de todo lo demás para vivir. Anacrónico intencional, como todo buen nostálgico.