A principios de los 90’s el boom del Family Game, ese clon simpaticón del nipón Famicom, era cosa seria. Habiendo crecido en un barrio de clase media baja, el intercambio de esos cartuchitos de colores simpáticos era algo natural y hasta teníamos un videoclub SOLO de videojuegos. Se llamaba Videoclub Bart, prácticamente una oda a la época.
Entre tanto Tetris, Super Mario, Chip & Dale, TMNT y demás títulos que pasaron por mi casa, hay uno que llevo para siempre en el corazón y es el eje de este artículo: Captain Tsubasa Vol. II: Super Striker. Si, el jueguito de Oliver y Benji, Los Supercampeones. Tendría 8 o 9 años y lo conocí gracias a mi primo un fin de semana donde también descubrí que valía quedarse hasta las 4 am viciando.
Había algo en la mezcla de esa intro flashera, los efectos y la banda de sonido, los colores vibrantes, y la forma particular de mostrar las dinámicas de un partido de fútbol (¡había hasta cutscenes!) que lo tornaban hipnótico, al punto que era irrelevante que estuviera completamente en japonés y fuese más difícil que ver a los perros del Javo en una foto actual.
Lo adquirí de inmediato y fueron tardes y tardes de diversión infinita, incluso a sabiendas que todos los días arrancaba completamente de cero. Porque claro, en esa época el avance de un juego se “guardaba” mediante passwords y el jueguito de Tsubasa (Oliver), en idioma japonés, no tenía las secuencias de caracteres más amigables para un niño que apenas estaba incursionando en el castellano. Trataba de anotarlas pero, al momento de introducirlas, fallaba sistemáticamente mientras una música dramática no paraba de sonar. Casi que te presionaba a equivocarte de kanjis.
Tal era la frustración de tener que arrancar siempre desde Oliver y su historia en el San Pablo (que para mí eran el Newpie porque vestían de blanco y el animé todavía no me había mostrado nada más allá del campeonato intercolegial), que una vez tuve la magnífica idea de dejar el Family prendido de un día para el otro. Se podía hacer un huevo frito en ese transformador, y así y todo, no llegaba a avanzar mucho más de la segunda etapa del juego, con Taro (Tom) y ese corso de conos llamado Nankatsu (esta vez sí, el Newpie). Curiosamente no había pantalla de Game Over como tal, solo una ventanita con la asistente del equipo en cuestión, muchos kanjis inentendibles para alguien de occidente y la oferta de volver a jugar el partido larguísimo que acababas de perder. No, gracias.
Tiempo después una revista de videojuegos proveería un password de tres caracteres que te hacía jugar directamente con la selección de Japón con un Tsubasa pasado de líneas de brillantina, pero un Kojiro (Steve) en modo gatito mimoso. La final con Brasil parecia imposible: un arquero que ataja todo y un delantero que corre el doble que el resto del cast. Nunca pude terminarlo. No entendía por qué, hasta hace unos años. La razón principal: no es un juego de fútbol, es un RPG y me cago en Dios, la virgen y los hermanos Tachibana.
Gracias a la magia de los ROMs traducidos por fans, di con una versión del juego en Inglés bastante aceptable. ¿Se acuerdan de la ventanita con la asistente del equipo que mencioné? Era la pantalla de Level Up de los personajes, que aparece incluso cuando perdés un partido. ¿La contraseña donde Kojiro no le hacía un gol ni al arcoiris? Sus stats eran una cagada comparados a los de Tsubasa (de hecho existe un password que te da un Hyuga con un cañón por pierna a cambio del “10” versión creepy pasta). El chiste de Captain Tsubasa Vol. II: Super Striker es perder.
Amigues, qué importante es leer a veces. Cuando tenés esa información, lejos de ser un juego sencillo, se vuelve algo al menos terminable. Brasil sigue siendo un infierno y hay un partido contra Japón bastante gede, pero el resto de los partidos es, mal que mal, manejable. Y cuando digo terminable me refiero a jugarlo en una plataforma con algún sistema de guardado, porque la campaña principal se compone de ni más ni menos de 33 partidos.
Así que ya saben, cuando estén pasándola mal con algún fichin, quizás no es que ustedes apestan sino que están jugando al futbol con las reglas de D&D.
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