No es por hacerme autobombo (sí) pero ayer se me ocurrió esta genialidad en base a la alfombra roja de los VMAs de tres de las artistas más importantes en el pop cornuda este año: Taylor, Sabrina y Chapell Roan.
Que de genialidad no tiene nada, solo me autofelicito por haber aprendido muy rudimentariamente algunos pocos signos de un idioma nuevo para mí: el tarot.
Yo no creo mucho en ninguna de estas cosas que impliquen una lectura determinista de la conformación de la subjetividad: ni en Althusser, ni en el feminismo radical, ni en la astrología ni el tarot. Pero pero: sí creo que la postura extremadamente opuesta a toda forma de fe o misticismo, que circula en cierta izquierda estos últimos años, es de las takes más boludas del marxismo contemporáneo (y eso que creo que tiene bastante competencia ese podio).
En la Antropología, las religiones y los sistemas simbólicos se estudian en conjunto, o al menos en la carrera de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que es la única que conoce esta porteña criada a cemento. Y es por algo. Aprender un sistema de signos es, literalmente, aprender un lenguaje, y aprender un lenguaje es encontrar una nueva manera de semiotizar el sentimiento. Y por ende, sacarlo del cuerpo. Ong dice que la palabra escrita está muerta porque se ha desprendido de la mano y permite a los vivos conversar con los muertos a través del papel.
Mi jefa dice que la violencia de género se incrementó en estos años porque la gente ya no sabe semiotizar lo que siente y recurre a formas más físicas y concretas para expresarlo. Otra take un poco dudosa, yo creo que siempre estuvo y simplemente no se nombraba, pero lo de que ya no sabemos semiotizar me ha quedado resonando desde que me lo dijo.
Pina Bausch, famosa bailarina, decía que si pudiera decirlo con palabras no lo bailaría. Odio ese cliché de que cuando dos amantes se separan se muere un lenguaje, porque es filosofía de sobrecito de azúcar, pero sí creo que cuando un melómano lee su primera partitura y entiende lo que es una octava y una semifusa, o por qué todas las canciones de pop usan los mismos cuatro acordes en la escala de do se le abre una nueva dimensión de la existencia.
El tarot es eso. De orígenes misteriosos y reversiones en ocasiones casi inexplicables, semiotiza una serie de arquetipos, figuras (miren el del loco Aleister Crowley, se parece a mi sentir todos los días desde que ganó Milei pero en una hermosa paleta de colores fríos y formas geométricas).
Estas figuras o personajes, el diablo, la justicia, el mago, la muerte, el ermitaño, la emperatriz y el emperador, el sumo sacerdote y la sacerdotisa, la estrella, la luna y el sol, el colgado, la templanza y el loco, pueden utilizarse para escribir todas las historias de Occidente. Dicen que el cinco de copas narra la historia de Messi en la selección, y el lector podrá juzgarlo por sí mismo en mi reversión (esto no es un chivo (obvio que es un chivo)).
El tarot es como el meme.
Una base focal de conceptos más o menos estable, del cual cada reversión tomará una parte y dejará otra, y las combinará a piacere con cualquier otro sistema de símbolos, historia o tradición cuyo conocimiento comparta con el público.
Perdóneseme el autobombo, pero por esto, bajo la consigna autoimpuesta de producir un tarot de Studio Ghibli, imaginé a Totoro como sumo sacerdote del bosque, guardián de los espíritus más inocentes e incorruptos por la amargura humana.
Kiki sería el loco o la loca, buscando nuevos horizontes, sin miedo de caer por el precipicio, acompañada solo de unas pocas pertenencias y su fiel mascota.
No Face sería el ermitaño porque… bueno, se lo imaginan.
En otra de las tantas series que dejé incompletas imaginé a Taylor como la Maga, capaz de conjugar los elementos de la naturaleza a través del piano y la pluma, de conectar con lo divino y lo terrenal en la canción y en la poesía.
En una serie privada, íntima, que vive solo en mi mente, soy el colgado, rogando que como Odín, los 9 días, o 33 años colgando boca abajo rindan frutos en forma de sabiduría y me conduzcan a la templanza.
No hace falta conferirles poderes mágicos para encontrar respuestas en las cartas. Lo único que hizo bien cierta forra de mierda, resentida del orto, víctima del lavado de cerebro del moho que crece en su pared, es hacer a Dumbledore decirle a Harry que la forma más poderosa de magia son nuestras palabras. Y las palabras no son los únicos signos.
Pero si van a incursionar en el arte del tarot recuerden, la muerte no es mala, solo significa cambio.
Es cuando sale la Ardilla Feliz que hay que salir corriendo.
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