Unknown Number: ¿Privacidad o seguridad?

Un caso que retrata miles
Unknown Number: ¿Privacidad o seguridad?
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Unknown Number: ¿Privacidad o seguridad?

Lauryn Licari y Owen McKenny, ahora jóvenes adultos, fueron una pareja de pre-adolescentes que iniciaron su romance alrededor de los 13 años. Posiblemente envidiados por su relación “ideal”, empezaron a recibir mensajes amenazantes y acosadores en sus respectivos celulares. A medida que fue pasando el tiempo, los mensajes aumentaron y se volvieron cada vez más preocupantes: la persona anónima del otro lado conocía demasiado de sus vidas y utilizaba un lenguaje muy sexual y adulto para la edad de estos jóvenes.

¿Lo mas grave? El número no se podía bloquear porque usaba una app que genera distintos números falsos.

Este es sólo el inicio de un caso real sucedido en Beal City, Michigan; un pueblito estadounidense con menos de 400 habitantes. El reciente 29 de agosto, Netflix lanzó un documental cubriendo todo lo sucedido con el caso (ya resuelto) hasta la actualidad. Dura nada más que hora y media, y les aconsejo que hagan el esfuerzo de verlo para evitar spoilers. Al ser un documental “true crime” y reciente, hay suficientes plot twists como para mantener al espectador interesado. 

Más allá de todas las aristas profundamente indignantes de este caso, considero que situaciones de difusión de estos temas son una excelente oportunidad para traer debates que atraviesan nuestra actualidad. A veces olvidamos que Internet es un invento moderno y todavía no ha pasado tiempo suficiente que nos permita definir cuáles son las mejores soluciones a los inconvenientes (algunos novedosos, otros solo nuevos en su forma) que genera.

Este artículo no va a hacer foco en el análisis del caso, eso lo podrán hacer ustedes cuando vean el documental y lo aclaro para que sepan con seguridad que no se van a encontrar ningún spoiler a continuación.

El escenario digital del acoso

En la última década, la irrupción de aplicaciones que permiten generar números de teléfono temporales abrió un terreno fértil para la comunicación anónima, pero también para el hostigamiento. Lo que en principio fue pensado como una herramienta legítima —por ejemplo, para proteger la privacidad en transacciones online o separar el ámbito personal del laboral— pronto comenzó a ser utilizado como mecanismo de acoso sistemático.

El caso emblemático de Unknown Numer: The High School Catfish ilustra los riesgos de esta práctica: durante años recibieron mensajes desde números siempre distintos, imposibilitando el bloqueo o rastreo efectivo. El patrón es claro: en cuanto se hacía el bloqueo de un número, surgía otro con la misma insistencia. Las víctimas denunciaron la situación en instancias locales, pero la naturaleza tecnológica del acoso hacía que las autoridades minimizaran el problema o alegaran falta de herramientas para rastrear al agresor.

La situación se prolongó hasta que, tras una escalada de hostigamiento, el caso llegó al FBI. Recién entonces, gracias a la combinación de recursos técnicos y la presión acumulada de años, se logró identificar el origen de las llamadas. El tiempo transcurrido, sin embargo, dejó marcas profundas: el acoso no solo alteró la vida cotidiana de las víctimas, sino que evidenció la desprotección estructural que enfrentan quienes sufren violencia digital.

Este ejemplo muestra cómo la brecha entre las herramientas disponibles para acosar y las disponibles para defenderse sigue siendo amplia. Y, lo más alarmante, cómo la lentitud en la respuesta institucional convierte a las víctimas en rehenes de la impunidad tecnológica. Esto es doblemente preocupante cuando esas personas son niños, adolescentes y jóvenes aún en etapa formativa, con pocas herramientas para lidiar con la exposición y el terror que esto puede generarles.

Unknwon Number

La mirada de Shoshana Zuboff: el capitalismo de la vigilancia

La académica Shoshana Zuboff define al capitalismo de la vigilancia como una nueva forma de acumulación que va más allá de vender productos: busca capturar y monetizar la experiencia humana. Según ella, cada acción en línea —un clic, una búsqueda, una ubicación— se transforma en materia prima gratuita que las plataformas convierten en datos para anticipar y moldear nuestro comportamiento.

En su libro La era del capitalismo de la vigilancia (2019), Zuboff explica que el verdadero negocio de empresas como Google o Facebook no es ofrecer servicios digitales, sino predecir y manipular conductas para maximizar ganancias. Por ejemplo, a través de la publicidad dirigida, pueden saber no solo qué vamos a comprar, sino también influir en lo que decidimos comprar.

Para Zuboff, esto supone una amenaza doble: a la autonomía individual, porque reduce nuestras decisiones a algoritmos predecibles, y a la democracia, porque el control de la información concentra su poder sin precedentes en pocas corporaciones; este último tema es el que realmente nos interesa abordar ahora.

Su propuesta no es rechazar la tecnología, sino regular y limitar este modelo económico, estableciendo derechos claros sobre nuestros datos y devolviendo a las personas el control sobre su experiencia digital.

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La mirada de Bruce Schneier: la seguridad como diseño, no como reacción

Bruce Schneier, experto en seguridad digital, sostiene en Click Here to Kill Everybody (2018), que proteger a los usuarios no debe ser solo una reacción ante problemas, sino algo incorporado desde el diseño de los sistemas. En el caso del ciberacoso, muchas plataformas actúan solo después de que ocurren ataques, en lugar de prevenirlos. Schneier propone crear entornos donde la seguridad sea parte de la experiencia: interfaces que dificulten el acoso, algoritmos que detecten comportamientos abusivos y opciones de privacidad activas por defecto.

Este enfoque no solo protege a las víctimas, sino que también reduce la carga sobre moderadores y sistemas de soporte. Además, refuerza la responsabilidad de las plataformas: la seguridad no puede depender únicamente de los usuarios, sino que debe estar integrada en la tecnología misma.

En síntesis, aplicar la visión de Schneier al ciberacoso implica diseñar desde el inicio entornos digitales seguros, donde la prevención sea la norma y no la excepción, haciendo que la seguridad sea proactiva y no solo una reacción al daño.

El problema de la escala y la invisibilidad

Este caso fue particularmente icónico por lo sorprendente de su resultado, algo que descubrirán cuando vean el documental, pero si pensamos en la inmensa cantidad de casos de ciberacoso que surgen de manera cotidiana, nos da un indicio de la gravedad de la situación, que deja de ser una cuestión individual y pasa a ser un problema social

El caso del documental tuvo muchas ventajas a pesar de sus graves problemas: se resolvió en menos de 2 años, el hecho de haber acontecido en un pueblo muy pequeño redujo el número de sospechosos, y afortunadamente tanto la escuela como la policía tomaron cartas en el asunto al ser informados. Es cierto que las probabilidades de resolución se habrían reducido de no involucrarse el FBI, pero la voluntad existió desde el inicio. 

Ahora, pensemos un caso similar en nuestro país, en cualquier otro pueblo con más de 10000 habitantes, con una policía que puede no darle importancia a la situación y una agencia de investigación de la cual no nos consta su acceso a tecnologías que permitan averiguar ciertos datos, además de la actual burocracia. ¿Se imaginan una adolescente acosada cibernéticamente durante 2 años, de manera ininterrumpida, recibiendo agresiones que afecten constantemente su salud mental?

Ahora multipliquemos el número por cantidad de posibles casos

En el caso de Unknwon Number, el FBI fue el último recurso después de meses de reclamo y sufrimiento. ¿Cuántos quedan cajoneados a mitad de camino?

Hacia posibles soluciones

Más allá de estos planteos que apuntan directamente a la ejecución de soluciones actuales, es claro que la situación amenaza con volverse aún más peligrosa. Un cóctel salvaje si tenemos como común denominador nuevas generaciones que nacen y crecen con acceso a redes desde la infancia.

Sin embargo, el problema no tiene una solución directa que sea clara: implementar un sistema de transparencia total de los datos en teoría parece muy útil, sin embargo, cualquier gobierno autoritario podría utilizar esa información para coartar la libertad y privacidad de los individuos. Incluso si el blanqueamiento de identidades estuviera manejado por gobiernos democráticos y entidades responsables, cualquier hackeo o vulneración de esa privacidad podría generar una enorme oleada de conflictos y posibles estafas, incluso a gran escala

No sabemos si tienen la verdad revelada, tampoco que otros problemas podrían surgir a partir de ellos, pero creo que políticas inspiradas en las ideas de Zuboff y Schneier son el primer paso para el cambio: mayor regulación de las empresas que habilitan estas tecnologías y necesidad de un diseño de seguridad preventiva y accesible.

Por supuesto, todo acompañado de posibles políticas públicas y medidas ciudadanas como denuncias, educación digital, filtros colectivos, etc.

En síntesis

El ciberacoso es una problemática grave pero se vuelve invisible y solo parece existir cuando se convierte en un expediente del FBI.

Es fundamental debatir enfáticamente una solución sistémica: ni el usuario ni la víctima deberían cargar con toda la responsabilidad.

Nuestra intervención como ciudadanos en este proceso es clave, tener injerencia en políticas de datos puede beneficiar tanto a gobiernos como privados. Informarnos es el mejor camino a la libertad digital y la seguridad.

En paralelo: así como la palabra “incel” y la problemática nacida en los pasillos de las escuelas se popularizó gracias a Netflix y bajó a tierra para mucha gente que desconocía del tema, es motivo de celebración que sigan llegando documentales que expliquen la gravedad de incidentes como el de Unknown Number. Estos productos mediáticos también acercan temas al debate público y ayudan a que la gente de a pie se involucre y se informe

Adolescence: Anatomía del incel


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