Fue una temporada de premios que tuvo a la docencia como parte de los argumentos. Hubo dos filmes nominados a Mejor Película en los Oscar que pasaron que tuvieron profesores como protagonistas. E incluso también fueron ellos nominados para Mejor Actor. Hablo por supuesto de dos enormes interpretes como Paul Giamatti (The Holdovers) y Jeffrey Wright (American Fiction).
Sin embargo, mi preferida del género fue la nominada a Mejor Película Extranjera: The Teacher’s Lounge. Les voy a explicar porqué.
Normas y Nowaks
En mi familia hay dos docentes. Mi madre, jubilada. Mi hermano, en actividad. En una época yo también quise arrancar pero me dieron muchas vueltas desde el organismo de Clasificación Docente de CABA y me hinché las pelotas. No obstante, tengo una experiencia docente personal de cuando hice una pasantía como maestro de informática de primaria hace más de 20 años, como parte de un trayecto escolar que se sigue haciendo en partes del Conurbano. Dí clase a alumnos de 11 y 12 años en escuelas primarias estatales de Avellaneda y tengo una anécdota que bien podría ser el argumento de una secuela nacional de The Teacher’s Lounge, pero no es lo importante de esta breve opinión.
Carla Nowak es la nueva profesora de una escuela pública en alguna ciudad alemana. El guión nos tira in media res en el medio de una pequeña intriga escolar. Alguien está robando en el salón de profesores. Nowak, y todos hemos conocido millones de Carlas Nowaks, es la vocación docente encarnada en una persona y defiende a sus alumnos a sangre y fuego, hasta cuando ya hay secuencias medio insostenibles.
Cuando yo iba a la escuela primaria, mi Seño Nowak fue la maestra Norma, capaz de agarrarse de los pelos con quién se le pusiera delante por defender a un alumno. Por supuesto, enfrentar la vida desde diferentes escenarios nos hace ver esos tonos que hay entre el blanco y el negro y ahora entiendo que tanto Norma, como Carla, tal vez se iban un poco de mambo.
Con un método cuanto menos cuestionable, Nowak descubre (aunque ella misma duda al respecto) que los hurtos estarían proviniendo del mismo personal docente y eso genera un maremágnum de conflictos porque la persona involucrada, aparte de trabajar en la escuela, es la madre de uno de sus alumnos.
Todo el segundo y tercer acto de la película es fascinante en su “pequeñez”.
Imaginen que estoy haciendo un montoncito con los dedos para decirles que “The Teacher’s Lounge” es una película así de chiquitita que por momentos me hizo acordar a algunas escenas de “Merli” (¿se acuerdan de la locura colectiva que sufrimos por Merlí?). La interacción entre el personal docente, el realismo con el cual son llevados los momentos de aula, la interpretación de absolutamente todos, adultos y niños. Cuando digo que la cinta podría haberse filmado en un público del conurbano van a pensar que exagero, pero es evidente que hay dinámicas sociales que son comunes a prácticamente todo el mundo.
Alemania o Argentina
Aunque el conflicto principal es el de los robos y lo que sucede entre Carla, la ladrona y su hijo, el conflicto secundario es el momento exquisito de quiebre.
Entre los profesores hay un cisma. Muy respetuoso por cierto, pero evidente. De un lado están Carla y la psicopedagoga. Del otro, el profesor Liebenwerda y la profesora Konig. En el medio, la directora Bohm y el vicedirector Dudek que intentan, sin éxito, ponerle algo de sensatez a todo el asunto. Los lados de la grieta docente son marcados: Carla y la psicopedagoga Semnik queriendo proteger a los alumnos e incluso a la persona acusada de robo a toda costa. Del otro, los que quieren avanzar con puño de hierro porque han sido víctimas de algún hurto y porque no pueden creer que haya un sector tan garantista.
Visto con una lupa no tan gruesa, el conflicto es claro, espectacular y es probable que hasta muchos lo hayan vivido. No experimenté ser un universitario progresista queriendo correr por izquierda a un profesor de una minoría discriminada como en “American Fiction”. No viví ser un adolescente millonario en una cara secundaria privada, teniendo que aguantar a un profesor lleno de tics y problemas médicos como en “The Holdovers”.
Admito que, “The Teacher’s Lounge” me parece brillante porque, en cambio, de manera pasiva lo viví. Presencié el robo a un compañero de clase. Observé como acusaron al alumno equivocado porque vivía en una villa. Comprendí porqué la psicopedagoga lo quería proteger y actué como los alumnos de la película, solidarizándome con el acusado. Noté como otros nunca pudieron dejar de verlo como el sospechoso de un robo que jamás se terminó de comprobar.
Y todo eso lo viví acá, en un aula de Avellaneda, a 12 mil kilómetros de Alemania, donde capaz, PBIs aparte, suceden exactamente las mismas cosas. De la misma puta manera.
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