Para mi viejo, Olmedo era el mejor humorista sobre la faz de la tierra.
Las visiones cambian y es por eso que en los 90s, Café Fashion, tenía 20 puntos de rating y en ¿Cuál Es? el exitoso programa radial matutino diario de Mario Pergolini, había un radioteatro protagonizado por Mogui, un pibe con Sindrome de Down que era el remate de todos los chistes.
La sociedad evoluciona.
¿La sociedad evoluciona?
Quizá sea más correcto decir que la sociedad cambia. Es posible que un antropólogo lea esto y se le zafe un tornillo.
“El punto de vista del antropólogo es que cada cultura debe ser entendida y evaluada en sus propios términos, no según los criterios de otra cultura” escribió Franz Boas, padre de la antropología americana. Tiene sentido si consideramos que Boas se perdió en Canadá y fue rescatado por una tribu inuit.
Es en base a eso que podemos tirar por la borda cualquier opinión sobre el tema en cuestión que puedan tener Dave Chapelle, Ricky Gervais o Jerry Seinfeld, que aparte de estar unidos por su gremio y su opinión, también los une que son tres multimillonarios que superan los 50 años.
La opinión de estos humoristas es que “el humor es humor” y que intentar cercenar sus acercamientos a la comedia es un efectivo golpe a la libertad de expresión.
Es entonces menester entender qué es lo que no funciona en ese mecanismo. A golpe de vista, cualquier ser humano que desdeñe la democracia burguesa, va a estipular que lo fallido es, justamente, “la libertad de expresión”, que a la postre ya viene plagada de excepciones.
Ahora bien, y siguiendo por esta línea: el único que puede prohibir de manera real un discurso es el Estado. La Libertad de Expresión es una protección que tiene el individuo con respecto al Estado. Si un teatro, o un servicio de streaming, o un amigo, no abren la puerta de su negocio u hogar por no apreciar las opiniones o chistes de ese humorista, ese humorista no está sufriendo un ataque a la Libertad de Expresión. Ese error de concepto muy básico que tiene una enorme parte de la sociedad, más o menos se nivela con el error que tiene el “otro lado”, el que intenta cancelar a ese comediante porque rechaza su tipo de humor.
¿Cómo se cancela algo que no consumís? Y a la vez ¿Cómo lo logras sin amplificar su discurso en el proceso?
No hay nada más a la medida de quien tiene un público rancio que un intento de “cancelación”. A nadie le importa si “boicoteas” algo que ya de entrada no consumías. Por eso la lógica cancelatoria es una mierda, sólo podés dañar hacia adentro.
— Sole Zeta (@ZetaSole) July 2, 2024
En el ínterin sucede que el ser humano es falible y sinuoso. Así como tenemos comediantes como Chapelle o Bill Burr cuyos actos son, cuanto menos, muy ofensivos, también tenemos comediantes como Louis CK o Aziz Ansari, cuyos stand ups no lo son y en su vida por fuera del escenario han probado ser personas con fallas mucho mas señalables. Lo cual nos empuja a considerar los grises con un microscopio.
Si un comediante hace humor que ofende a un colectivo, pero luego en su vida diaria, es un militante de esas causas ¿Qué es lo que importa más? (Admito que no suele suceder). Si un comediante hace humor que ofende a una decena de colectivos, y en su vida diaria aparte es bastante desagradable, ¿Están relacionados ambos eventos?
Buena parte del mundo considera que Seinfeld es de las mejores sitcoms de la historia, y su protagonista, el homónimo, uno de los mejores comediantes que haya existido. ¿Sufre algún cambio esa percepción porque Seinfeld le hizo grooming a una adolescente con la cual finalmente se casó? ¿Son acaso peores o mejores sus chistes?
Los humoristas de este lado del espectro conceptual consideran, con razón, que golpear hacia abajo es muy fácil. Es sencillo escribir un remate de un chiste que ofende a un colectivo o minoría porque ya se hizo millones de veces en el pasado cuando parte de la sociedad no lo consideraba algo “erróneo”. No señalo con el dedo. Yo lo hago. Me hago cargo. No creo que lo cambie tampoco.
Me resulta más interesante el debate sobre la amplitud de esos discursos. Cuando el debate es “esto es un chiste, no un mensaje político” como si, por ejemplo, la carrera de Milei no hubiera explotado en “Sin Codificar” o haciendo un personaje histriónico en todos y cada uno de los programas a los que lo invitaron. En Ucrania gobierna Zelensky, que se hizo famoso por ser un actor de comedia. No tengo que recordarles como va esa aventura.
El humor, el histrionismo, la capacidad de ser extrovertido, son capitales y muy preciados que a la larga (o a la corta en nuestro lamentable caso) pueden tener un fin político.
Dentro de esta desagradable democracia burguesa, la voz de estos humoristas no se puede apagar.
Lo mejor que podemos hacer es no consumirlos.
Por cada mediocre sin talento que se hace viral, hay una docena quemándose las pestañas por producir contenido de calidad. Podemos viralizar a esos en vez de amplificar el discurso de los otros.
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