
Correte Japón: lo mejor viene de occidente
¿Qué hay de nuevo en la animación no-japonesa?-
Mortor
El Eternauta es un milagro
Esto se siente como ganar el mundial.
“Esto” es el éxito global que está cosechando la primera temporada de “El Eternauta”, serie que adapta a la pantalla la historieta de 1957 de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.
Al momento de escribir esta nota la serie rankea tercera en lo más visto a nivel internacional, con una aprobación en agregadores como Rotten Tomatoes que comenzó alrededor del 89% y ahora está en 93%.
Hay algo, una épica, una ética, en la gesta de adaptar lo inadaptable. Adaptar El Eternauta a un formato audiovisual se debe sentir como querer adaptar el Martín Fierro, o el Facundo. Son obras cuyo peso aplasta todo lo que entra dentro de su campo de influencia.
Bruno Stagnaro y Ariel Staltari se enfrentaron al dilema de cómo se ajusta una obra así tomando la que, yo creo, es la mejor salida posible: haciéndola propia, respetando el espíritu del original.
Antes de que comiencen a llegar las Viudas de Columba a llorar falta de respeto permítanme decir dos cosas:
Uno, y la más importante: Oesterheld planteó El Eternauta como una historia que ocurre en el presente desde el día uno. Y actualizó esto con cada revisión y retoque que hizo a la obra desde su publicación en 1957 hasta su desaparición 20 años más tarde.
Dos: Llevamos décadas fumándonos complacientemente cada cambio falopa que tiran productores de Marvel y DC que en sus vidas tocaron un comic con la excusa de que “acerca la obra a un nuevo público” o “lo hace más accesible” y ahora que se hace desde un lugar de respeto verdadero (y de forma exitosa)… ¿Se ponen a llorar que Oesterheld no aparece en la escena inicial o a contar las costuras de los trajes? Dejénse de joder.
“Nadie se salva solo” y la figura del “héroe colectivo” son centrales en El Eternauta. Esta idea que fue abrazada por distintos sectores de la política local, tanto a favor como criticándolo (o tildando a la obra de “adoctrinadora”), está muy presente en la serie y, a su favor, no plantea esto desde un banquito en el que se para a batir verdades. En ella vemos como individualidades de distinto tipo chocan entre sí, esto presente sobretodo en Favalli pero con todos los personajes cayendo de a poquito en la realización de que no hay manera de zafar salvo a través de la unión. Se dá de forma orgánica dentro del propio relato.
Podemos hacer correr ríos de tinta hablando de la serie en sí, de cómo nos regala momentazos como ese partido de truco del primer cápitulo, el consorcio de pelados, el cierre de ese segundo episodio con “El Magnetismo” junto a El Mató a un Policía Motorizado arrancando a sonar mientras llueve fuego desde el cielo, Favalli y sus “lo viejo funciona” y “la brújula funciona, lo que se rompió es el mundo”, ese momento de algarabía en el Outlet del Soleil, ese momento cuando encuentran el vinilo de El Reloj, toda la banda de sonido que suena en esos seis episodios. El bombardero de la Fuerza Aérea Peruana.
Hey ¿Quien te va a cuidar?
Podrá parecer una tontería, pero lo que más me gustó de la serie es la sensación de corporeidad que tiene la Buenos Aires de El Eternauta. Las calles por las que camina Juan Salvo son las mismas por las que caminamos todos nosotros. La esquina de Cabildo y Pico en donde vemos ese cacerolazo al principio y que revisitamos en varias ocasiones durante la serie es la misma esquina en dónde me tomé el 152 miles de veces. A tal punto llega esta sensación que, voy a contarles una infidencia, después de subir una story hablando de lo mucho que me había gustado la serie, un amigo me envió un audio de varios minutos contándome como en uno de los puentes del ferrocarril que se ven en el primer episodio aparece (dos veces) un nido de hornero que el ve todos los días al ir al trabajo. Esa sensación se puede trasladar a todas las locaciones. Las vías (¡y las estaciones!) de los distintos ramales que cruzan la zona norte, el Outlet del Soleil en Panamericana, el Rulero de Dorrego. Es muy difícil generar una sensación así con el microcentro de la Ciudad pero, oh casualidad, uno podría decir que Stagnaro (junto a Israel Adrían Caetano) también logró hacerlo en Pizza, Birra, Faso si uno merodeaba las zonas en esos años.
Quisiera cerrar esta celebración de la serie hablando de lo técnico. Esta serie no salió de un repollo. Sí, Netflix puso un fangote de guita para producirla. Pero ese dinero está gastado de forma magistral en cada aspecto de la producción. La fotografía, dirección de arte, efectos especiales, todo está trabajado con un nivel de amor y compromiso pocas veces visto. Y se nota. Y se valora. En el día del estreno mi feed de X: The Everything App Twitter se llenó de camarógrafos, iluminadores, operadores de drones, vestuaristas, maquilladores posteando con todo el orgullo del mundo “yo acá hice esto”. “Esto” que vemos es el resultado directo de décadas de producciones audiovisuales, de profesionales que se fueron formando en una industria. Se habla mucho de que la serie se hizo en parte usando la tecnología de estudio virtual que se utilizó inicialmente en The Mandalorian. Manejar a nivel profesional esta clase de equipamiento te exige tener profesionales entrenadísimos. Y este entrenamiento sale, de entre otras cosas, de un organismo como el INCAA financiando producciones durante años.
El Eternauta nos habla de que el verdadero héroe es el héroe colectivo, tanto delante como detrás de cámara. Nada de lo que vimos hubiera sido posible sin el compromiso total de toda la gente involucrada. Cómo dije antes: se aprecia, y se lo valora. Hoy el INCAA ocupa la función de un pisapapeles en medio de este gobierno monstruoso y las producciones audiovisuales están en un pozo histórico. Mañana discutiremos cómo aprovechar el éxito de El Eternauta para empujar la producción de ficción audiovisual de género a nivel local, de la vastedad de obra que provee la historieta argentina para adaptar a otros formatos, de cómo esto que hay que cuidarlo y nutrirlo. Hoy festejemos, porque esto que está pasando es maravilloso.
Como ganar un mundial.
Nuestro Villano de la Semana es Loris Z.
Historietista, ilustrador, docente. Inmigrante italiano en el mejor país del mundo. Ramonero y Peronista.
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