Eduardo Catania
09-09-2024 09:50

La movida de conciertos internacionales en Argentina es, junto a las de Brasil y Chile, la más grande de la región. Incluso en las etapas de crisis económicas más agudas del país (promoción no válida para los años 2001/2002), la gente siempre encontró la forma de financiarse las entradas para ver a la banda de su gusto.

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Las entradas para los Chili Peppers a precio popular fue una excepción en épocas de crisis.

Dicho eso: ¿Qué onda el valor de esas entradas? ¿Tienen una razón esos costos cuasi inalcanzables? ¿Qué se fuman las productoras?

Costos

No hay dudas de que los costos de organización para recitales es enorme, con riesgo muy alto y un margen de error bajísimo. Alquilar el espacio, pagarle al staff, el caché (y exigencias) de las bandas, etc.

Mínimamente, a los músicos de afuera hay que pagarles en dólares, muchas veces por anticipado (al menos una parte), y eso significa tener de antemano una buena cantidad de moneda extranjera disponible.

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Sin butacas en el campo, la capacidad del Movistar Arena ronda los 15 mil espectadores.

Con esa condición ya se reduce muchísimo la cantidad de gente que puede armar tales eventos. El riesgo radica en tener sponsors para amortizar costos de antemano y, sobre todo, que la gente compre las entradas.

A las bandas, además, hay que cumplirles sí o sí. No vaya a ser que una cuestión de referencias haga que te bajen el pulgar.

¿El staff? No tiene otra, necesitan la guita. ¿El público? Suele bancarse cosas insólitas, así que muchas veces termina siendo la pata menos exigente de todas. Y la que termina volviendo sea como sea.

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Hace casi 20 años que voy a recitales de forma relativamente frecuente, y la cantidad de veces que vi a gente quejarse de la implacable crisis económica del país, para luego terminar gatillando medio sueldo (o más) en una entrada, es abrumadora.

Desde shows donde ya se sabe de antemano quién toca hasta esos festivales donde te ponen las entradas a la venta sin anunciar line up hasta varios meses después (Lollapalooza, ¿Cómo estás?).

Si bien la gente suele dejar que un poco lo caguen con los precios, obviamente todo tiene un límite, habiendo shows que tuvieron que mudarse de lugar o directamente cancelar porque no vendieron nada. Como ejemplo, los casos de Godsmack o Machine Gun Kelly, que no fueron capaces de vender más de 200 entradas en venues con capacidad para 8000 y 15000 personas, respectivamente.

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Godsmack canceló la gira sudamericana por baja venta de entradas. Un poquito tarde decidieron venir…

De más está decirlo: ¿A quién carajo se le ocurrió que esos artistas podían lograr semejante convocatoria y encima a precios exorbitantes? Godsmack pasó su auge hace casi 20 años, e incluso su fama internacional fue discreta, siendo más bien un fenómeno local de EE.UU. Machine Gun Kelly tuvo que retirarse del rap después de que Eminem le pegara la atendida de su vida, y ahora se dedica a ser un mediocre músico pop punk.

Las productoras que los quisieron traer, unos visionarios del carajo, esperaban que llenen el Luna Park y el Movistar Arena. Ni bajándote dos litros de ayahuasca en ayunas tenés semejante delirio.

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Ahorramos… y te cagamos

Una de las variables más frecuentes para reducir costos de parte de las productoras recae en el alquiler del espacio.

Obviamente esto depende de la convocatoria de la banda. Alquilar un antro para 300 personas para una banda capaz de llenarte un estadio es un error, igual que llevar al Único de La Plata a un grupo cuyo público entra en un remis.

Ahora, hay que tener criterio. ¿Querés ahorrar costos en la organización? Está bien. Pero tampoco quieras aprovecharte de la buena voluntad de la gente.

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Casi 140 lucas ver a Static-X sin su figura central, en un sucucho de Quilmes y en día de semana. Una ganga.

Por dar un ejemplo actual, Static-X viene por primera vez a Argentina en noviembre de este año, y el primer lugar que eligieron para el concierto fue el Centro Cultural RE, en Quilmes, y con capacidad para 700 personas.

Finalmente, se optó por cambiar el venue al Centro Cultural Arena Sur, en Pompeya. Sigue siendo un sucucho, pero al menos es un poco más accesible.

A tener en cuenta, también, que es un show en día de semana de una banda que no sólo pasó su auge de popularidad hace más de 20 años, sino que su cantante y líder, Wayne Static, falleció en 2014.

En esas circunstancias, ¿Cómo se te ocurre cobrar 120 mil pesos (138 mil con la estafa del service charge) la entrada? ¿A qué cártel narco le debés tanta guita para cobrar semejante barbaridad?

En redes sociales se encargaron de criticar la decisión de la productora From Hell que, aunque con algo de soberbia al responder, terminó agregando a Dope como segunda banda para el evento.

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Imágenes que podés escuchar.

Xer0, el enmascarado frontman de Static-X desde que se reformó la banda en 2018, fue identificado hace poco tiempo como Edsel Dope, el cantante del grupo que completa la fórmula de la fecha. Así que le va a tocar trabajar doble jornada esa noche.

Con matices, estos personajes que laburan desde las sombras, buscan hacerse la América en un puñado de recitales. Lo que están logrando sin dudas es meter a la producción de tales shows entre los trabajos menos honestos, junto a policía, corredor de bolsa, despachante de aduana y vendedor de autos de segunda mano.

La tibieza de los artistas


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Eduardo Catania
Abogado (UBA). Más de 30 años jugando videojuegos y viendo wrestling. Música, política, fútbol y temas de conversación incómodos para la mesa familiar.