¿A dónde queda el amor?

¿A dónde queda el amor?
● hacé scroll para leer más ●

¿A dónde queda el amor?

Tal vez sea una pregunta naif y tonta.  Pero quiero pensar en el amor ¿Qué tipo de amor? primero el romántico, para analizar algo que le sucede hace rato: está atravesado por lo monetario, como todo lo demás.

El amor con otro para no pagar el alquiler, el amor para una cita con alguien, pero con complicaciones para pagar lo que se consume. A la larga, el dinero solapando el cariño.

No es ninguna novedad: siempre el billete fue atravesando al amor porque nunca fue cuestión de cuentos de hadas; la prescencia del interés monetario en las relaciones y la posibilidad de status. Pero si, en tal caso, el individualismo predominante, el egoísmo y la licencia para ser un forro están constantemente habilitados, la cosa se pone un poco más fea que en la época de los matrimonios arreglados.

Ahora, el deseo individual y la realización personal se supeditan a todo tipo de encuentros, por lo cual todo se convierte en una lógica descartable. Ya es natural escuchar “no me sirve” en relación con alguien, porque todo es una gran carrera. Pero vaya desafío el de buscar y encontrar a alguien que no solamente tenga atractivo físico, sino que además corra a la misma velocidad que uno.

Pareciera que la lógica de bancar a alguien en un momento y luego ser bancado es imposible; está mal vista. Todo gira alrededor de la billetera, de la posición económica. “¿Cómo vas a invitar una birra?” Pero ¿qué valores ni ocho cuartos? Me chupa un huevo lo que piensa el otro sobre la guerra en Siria, sobre el Fondo Monetario Internacional o básicamente no ser un hijo de puta con el vecino, poniendo la música al palo hasta las 3 de la mañana.

Si todo lo importante es lo que me pasa a mí y, en consecuencia, lo que me beneficia ¿A quién le importa que el kiosquero de la vuelta necesite dormir si yo quiero un alfajor a las 3 de la mañana? Que pongan a un bot o, en su defecto, a un pendejo precarizado que atienda mis necesidades urgentes.

Así, un poco para todo. ¿Dónde queda entonces el lugar para lo genuino, para bancarse unos con otros, para destinar tiempo mercantilmente improductivo, para darse besos, para pasear por una plaza, para resignar ganar guita un día que es muy necesario para vivir y tomarse unos mates con la persona que te gusta?

Ojo, no es un relato de póster de Palermo coso y eso de dejar de laburar para vivir a los besos, cuál Yoko Ono y John Lennon, porque la soga al cuello con la guita la tiene más de la mitad de la población. Es más un llamamiento a poder defender algo tan improductivo a nivel monetario, pero tan genuino, tan gratificante como compartir.

Nadie está, o al menos yo no estoy, bajo ningún punto de vista en contra del sexo casual, pero siento que en algún punto, es una práctica residual de esta tendencia a ponerle un valor todo. Si gastar guita en una cita es una banda, me meto a la aplicación que más me gusta y ¿Quién gana en esa carrera? En definitiva, es a quién más rápido va a la cama.

¿Qué manera hay de construir si tengo que priorizarme a mí mismo, ser el más lindo, tener la ropa más moderna, ir a las fiestas más cool? Hoy solo hay lugar para un amor de reels, de fotos en paisajes (para una gran mayoría impagables) o que implican hipotecar tu propia economía para sentir que amás más porque hay más experiencias.

¿Para el amor se necesita también dinero? Eso me pregunto siempre. No hay momento más lindo que ese que ya dejamos hace un par de años atrás: el de tomar una gaseosa marca “no sé cuánto” y darse besos 30 horas en una plaza extraña. O estar tirado en una cama y mirar cualquier película que pasen en la tele. Hoy, inclusive ese plan necesita un Netflix, unas sábanas de blanquería y la pared revocada para subir la foto a Instagram.

Como pequeña acción, mínimamente propongo recuperar la privacidad para que amar sin plata no sea vergonzoso, para que el único objetivo de querernos no sea postear momentos, ventilar y volver a reafirmar cuánto nos queremos. El amor se ha convertido en una pieza más en el feed, si está incompleto es algo doloroso, y más cuando sos pobre porque no podés tener la cita soñada. Por ende, casi nadie va a querer salir con vos.

Ese concepto del amor como trinchera está sepultado y atravesado por las redes sociales, para convertirse en una experiencia más: como un viaje a Europa, una escapada a la playa, una tarde en un gimnasio o cualquier cosa que merezca una foto. Suena ilógico, pero imaginate si el dolor se convirtiera en algo posteable; se llenaría de fotos en el feed de velorios y salas de terapia intensiva.

El ocio es revolucionario

El amor se comparte con otros que te aman, que les gusta verte bien acompañado y sonreír. Cuando el amor te pide guita, es porque hay algo de eso que es poco genuino. Si nos habremos manguereado en una pelopincho cagada a palos, si habremos esperado el bondi amándonos un montón, si habremos juntado billete por billete y sacado un Mercadocrédito para comprar un pancho.

Que no nos caguen el ocio porque estamos fritos. El amor no es ningún tipo de empresa redituable, es querer a alguien solo porque pueden compartir cosas. Y ni hablar del desamor: terrible curro para consejeros de personas desesperadas, productores de carteles de autoayuda para compartir, para hacer sentir al otro que superaste. En definitiva, lo único que hoy no es mercantilizado es el duelo, el sentirse muy mal. Nadie quiere ver la depresión, la angustia, las peleas de parejas como algo factible. Miralos a ellos, cómo se aman en esa foto en las Cataratas o en París, y nosotros acá peleándonos porque te quisiste hacer boludo con pagar las expensas.

Un poco de eso también es el amor. Mucho que pensar. Esto es solamente escribir ideas.


Nuestro Villano de la Semana es Franco Castiglia:

Ficción, Ciencias Sociales, libros y tesis incompletas. Deudor de monotributo.

Si te gusta lo que hace, podés contribuirle con un Cafecito.


Compartí este post