
02 de Julio de 2025
Universo kinky: No soy un extraño
Explorando la conexión humana en el universo kinky
Universo kinky: No soy un extraño
Poco convencional. Así se define a lo “kinky”, según los diccionarios, internet y la gente que sí se considera convencional. La norma siempre es la que define lo otro, lo extraño, y ese sesgo hace que crezcan las dudas, el miedo y el prejuicio. ¿Ser kinky es tan poco convencional?
Como Phoebe Waller-Bridge en Fleabag, en la escena que se arrodilla ante el cura, hay gente que necesita, anhela, que alguien les diga qué hacer. Fucksia hace eso. Da órdenes y si no se cumplen, inflige castigos. Fucksia practica el BDSM y es una dominante.
Es miércoles, son las cuatro de la tarde y el sol pega fuerte. Tan fuerte que hace un poco de calor, aunque aún no haya comenzado la primavera. En el centro de Rosario, la gente camina rápido. Para irse o para llegar. Mientras, Fucksia está en camino al café donde nos vamos a encontrar. Ella es del Gran Buenos Aires, pero viene seguido a Rosario porque halló su lugar acá, junto a la comunidad kinky del Litoral. Me pidió que nos veamos en un café, pero uno ruidoso, para poder hablar con tranquilidad. Buscando una libertad que sólo se tiene cuando la gente habla fuerte, como empujando, haciéndose lugar entre la música y el barullo.
Contra todo pronóstico, el lugar está vacío. Pensé que su semblante cambiaría al ver que su pedido de un café movido no se había cumplido. Aunque no podíamos hacer nada con la concurrencia, la música nos ayudó y pudimos encontrar una mesa lo suficientemente alejada para que la palabra “culear” no resuene y rebote en las paredes.
El vestido negro y un lazo rojo en el pelo. No hay látex a la vista. Claro, no hace falta envolverte en cuero cuando tenés el poder. Porque el poder no se viste, se ejerce. Pareciera que con una mirada, puede dar una orden, certera, sin dudar. Contrariamente, me explica en detalle el mundo kinky con dulzura y didáctica, como si de educar se tratase. Porque Fucksia es docente, enseña en un aula a sus alumnos y en otra completamente distinta, a otro tipo de alumnos, que vienen en busca de un conocimiento difícil de adquirir: cómo ser una FemDom.

Foto: Maria Vlasova
Este año, Fucksia comenzó a dar talleres sobre la introducción en el mundo de la dominación femenina o cómo ser una FemDom, según lo dice la abreviación. La idea surgió al colaborar con “(de)Construyendo el BDSM”, un espacio creado por Velvet y Guga, que busca divulgar y capacitar a través de talleres y charlas sobre prácticas eróticas no convencionales.
Las siglas no son secretas. B, D, S, M. Cuando las escuchamos, se piensa en látigos, en la infame 50 Sombras de Grey y el dolor. Pero va más allá de todas estas cosas. El BDSM también es respeto, consenso, consciencia, palabra y cuidado. Bondage y disciplina; dominación y sumisión; sadismo y masoquismo, representan estas letras que adquirieron su significado en 1990, para darle palabra a algo que mucha gente sentía, buscaba y necesitaba. Qué importante es encontrarse a uno dentro de una comunidad, que te acompaña, de la mano, para aprender a jugar, como se dice en el ámbito, un juego que es de a dos, de a tres, de a cuatro o de a seis. Y se juega siempre pensando en el otro y en uno, para encontrarse en el acuerdo y compartir.
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“¿Cuál es tu nick?” me preguntó una chica sentada del otro lado de la mesa, que tenía puesta una remera con escote en V, del que se asomaba una tirita de lo que parecía ser un arnés. Si mirás con atención, encontrás las pistas. Como si ella fuese una agente encubierta, una espía que esconde su identidad tras ropa de civil.
Acá no hace falta que uses tu nombre y apellido. Hay una gran protección de la privacidad de cada uno, respetando los límites entre la vida personal y pública. La palabra clave es discreción. Los nicknames son una forma de identificación, “soy Mica” le respondí y se rió. Tal vez esperaba un alter-ego picante. Ese viernes también conocí a Fucksia, de quien no sé su nombre real.

Foto: Maria Vlasova
En un bar del centro rosarino se organizó “Munch”, un espacio que reúne kinksters y personas con interés por el BDSM. Distinto a otros eventos impulsados por la comunidad, éste planteaba una especie de after office para conversar y conocerse, desde un lugar más cotidiano y relajado. No era una gran performance de latigazos y cachetadas, sino más bien una juntada de amigos.
Regalaron chupetines, debatieron si era mejor el dulce de membrillo o el de batata y jugaron al dígalo con mímica, después se sumó una versión kink del famoso Pictionary. Es curioso, muchas veces se espera que el dominante sea dominante todo el tiempo y el sumiso también, pero en esta reunión eran todos pares. Amigos o conocidos, por fuera de las relaciones que pueda tener cada uno, vinculadas a sus roles dentro de la comunidad. Días después, en nuestro encuentro, Fucksia me contó que hay gente que vive todo el tiempo en “personaje”, dominando en cada aspecto de su vida: cuando trabaja, con sus amigos, con su pareja. Ella, por otro lado, todo el tiempo es Fucksia, pero sólo da órdenes a sus sumisos en la privacidad.
Meses atrás, la comunidad del Litoral organizaba otro tipo de evento, uno para mayores de 18 años, llamado Luxuria. Desde el momento en el que entrás, hasta que te vas, ves un despliegue de parafilias y escenarios excitantes, de los que podés o no participar, según tu preferencia. Rojo, amarillo y verde, vos elegís el color. Junto a un sticker con tu nombre, pegado en el pecho, va uno de color rojo si preferís no conversar con nadie ni participar de nada, amarillo si estas dispuesto a hablar con gente, pero sólo eso, y verde si estás abierto a todo. Elige tu propia aventura, como en los libros.
Más que un evento, es una experiencia multisensorial e interactiva. Desde arrodillarse en maíz hasta ataduras, podés formar parte de lo que se te dé la gana, pero en un marco de consentimiento, capacitación y respeto. Organizadores con cierto expertise y trayectoria en estas prácticas, son quienes moderan los espacios y las actividades. Supervisan que todo funcione correctamente y fomentan la idea de after care. Porque no todo es “ir a los bifes”, es importante luego de cada sesión o reunión de juegos, ofrecer contención a la persona que fue sometida. Este cuidado se considera una buena práctica dentro del mundo del BDSM y es una de los puntos a charlar, previamente a verse para sesionar. Ésta tiene que ser una instancia de diálogo horizontal y en igualdad de condiciones, donde también se establezcan los límites de cada uno. Hay dos clases de límites: los blandos y los duros. Estos primeros, representan aquello que tal vez no te gusta o no preferís, pero estás dispuesto a probar eventualmente. Distintos son los límites duros, que jamás se tocan ni se traen a colación durante una conversación o sesión. Según Fucksia, con el paso del tiempo y junto a la o las personas indicadas, eventualmente esos límites duros empiezan a ablandarse y es común que te animes a lo que antes no. De todas formas, el acuerdo se renueva todo el tiempo, lo que antes no te gustaba te puede gustar y lo que te gusta, puede ya no gustarte. Por eso el diálogo es fundamental y hace a una preparación que, según ella, no existe en otro tipo de relaciones como las convencionales. Da el ejemplo de cuando te bajas una app de citas y vas a un encuentro con un extraño. Es una ruleta rusa. No sabés qué va a pasar porque no lo hablaste previamente.

Foto: Maria Vlasova
Sin embargo, es sabido que con las relaciones heteronormativas y convencionales, suele venir cierto prejuicio alrededor del mundo kink/BDSM. De esos preconceptos que se tienen con todo lo que no se conoce. Se cree, erróneamente, que en estas prácticas abundan los excesos y la violencia. Cuando, por el contrario, se intenta fomentar siempre el respeto, el cuidado y, sobre todas las cosas, el consentimiento. Un consentimiento real y generado a partir del diálogo, no un simple “si”. Acá se encuentra el verdadero valor en la labor de las comunidades como la del Litoral, de Guga, Velvet y Fucksia, porque cumplen el rol de divulgadores y educadores, comunicando todo lo que hay que hacer y no hacer, para disfrutar y cuidarse en el proceso.
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— Para mi primera vez, en porno había visto de todo.— dice Seba, un novato en el mundo del BDSM, y explica que a los 11 años ya miraba contenido para adultos, contenido que no está pensado para ver desde tan chicos, y cree que eso condicionó un poco su idea del sexo. Incluso piensa que también presiona a las mujeres, en el sentido de tener que cumplir con ciertos estándares o prácticas para representar eso que tienen como “correcto”, la imagen que el porno mismo les inculcó. Él es hetero, está en pareja y hace poco empezó a participar de los eventos de la comunidad kinky del Litoral. Aunque recién ahora frecuenta la parte más social del BDSM, Seba reconoce que hace mucho tiempo tuvo su incursión en prácticas relacionadas a la dominación/sumisión y hoy las ve como un poco “vainilla”. Este término se empezó a usar a fines de los ‘90, para hablar de las personas que practican estrictamente sexo convencional. Hace referencia a cómo un turista puede entrar a una heladería italiana con miles de gustos, del más altísimo nivel, y elegir una simple bocha de vainilla. El sexo vainilla, desde una perspectiva no convencional, es aburrido y limitado.
Fucksia tiene su propia opinión sobre el porno. Ella considera que no se le puede pedir tanto a un contenido audiovisual. No puede calentarte y, encima, educar. Aparte, en ese momento de excitación, no se puede usar bien la cabeza. “El porno es mal consejero” y afirma que la mayoría de la gente que llega a la comunidad con intenciones de probar o incursionar en el BDSM, previamente fueron picados por el bichito de la curiosidad al ver contenido para adultos. Y les deja una mala impresión, porque a fin de cuentas el porno es una ficción. Eso crea un ideal, una fantasía que después en la vida real no se cumple. Lo mejor, según ella, es buscar contenido “no calentón”, sino informativo. Para darle un marco teórico a eso que gusta y atrae, y que no quede en lo que vimos en un video de 5 minutos en internet.

Foto: Maria Vlasova
Curiosos abundan en los eventos, no sólo de la comunidad del Litoral, sino en general del ámbito del BDSM. No es necesario ser experto para acercarse, pero sí es recomendable ya tener una idea de qué es lo que a uno le atrae de ese mundo, para ir con una búsqueda clara. Fucksia recomienda los after office como primer acercamiento a la comunidad, porque llevan a conocer gente y generar lazos, lazos humanos y significativos. Eso después abre la puerta a participar de otra clase de eventos, más íntimos. Ella destaca la importancia de los vínculos que se crean, porque no es fácil encontrar tu lugar y tu gente. Aunque vive en Buenos Aires, viaja una vez por mes para interactuar con la comunidad de Rosario, participar de eventos y visitar amigos. “Acá encontré mi lugar de pertenencia, en Buenos Aires no lo logré” y hace mención sobre lo grande que es la comunidad de su ciudad y cómo se arman subgrupos a los que es difícil ingresar, y que terminan por excluir a la gente nueva.
Rosario tomó un lugar tan importante en su vida, que fue una de las razones que la llevó a comunicarle a su familia y amigos más cercanos sobre la dominación. Al viajar una vez por mes, empezar a dar talleres y hacer nuevas amistades en la ciudad, Fucksia reconoció que era necesario compartir con sus allegados su gusto por el BDSM. No necesariamente los detalles, pero sí hacerlos partícipes de algo que en su vida cada vez toma más preponderancia. De hecho, otras de las decisiones que tomó luego de reconocer el lugar que tenía la dominación en su vida, fue dejar de dar clases a niños. Ella considera que es necesario estar en igualdad de condiciones con sus alumnos. Por eso, al enseñar a pequeños, le incomodaba la posibilidad de tener una conversación con los padres sobre su vida privada. Eso la llevó a la determinación de sólo dar clases a adultos y en modalidad remota, lo cual le permite viajar entre Rosario y Buenos Aires, sin problemas.
Cada uno pone sus límites, entre lo privado y lo público. Para algunos, lo kink es algo que sucede entre las cuatro paredes de una habitación. A otros los atraviesa horizontalmente, en todos los aspectos de su vida. Así se llega al término 24/7, muy debatido por la comunidad, que hace referencia a una relación sumiso-dominante que sucede las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Las opiniones están divididas, hay quienes creen que es imposible adoptar este formato en un sistema capitalista y están también aquellas personas que necesitan respetar su rol todo el tiempo y representarlo constantemente, a través de ropa, tatuajes. “Por ejemplo, yo tengo esta llave que abre un dispositivo de castidad que ahora tiene un sumiso.” dice Fucksia y juguetea con una llave que cuelga de su cuello, en una cadenita plateada, junto a un dije simil diamante color rojo con forma de corazón.
Tanto en Munch como en Luxuria, la gente es la misma. En un evento, los encontrás casi a oscuras, vistiendo transparencias y arneses que acentúan partes erógenas de su cuerpo. En otra situación completamente distinta, y en un lugar público, se puede conversar con una birra de por medio sobre lo difícil que es hacer la peli Avatar en el Dígalo con mímica. A fin de cuentas, no importan las preferencias, siempre que todo sea construido desde el respeto. Y no se puede escapar al ser humano, al sentirse humano y generar conexiones valiosas, desde la empatía, con personas que comparten los mismos gustos que uno. No todo es role-play, también hay conexiones genuinas y duraderas.
Desde el no saber y no informarse, se crean monstruos. Fantasmas gigantes que no son. Sacás la sábana, como en Scooby-Doo, y ¡sorpresa! está tu vecino, tu tía o tu mejor amigo. Por eso, ser más o menos convencional, no te hace mejor o peor persona, no te hace un raro, no sos extraño. Y aunque no lo creas, también hay un lugar para vos. Después queda en cada uno elegir qué tanto representa el BDSM en su vida, o si se considera un kinkster. Pero hacerlo dentro de una comunidad, contenido y acompañado, no tiene precio. El sentido de pertenencia es algo muy valioso y difícil de generar. Por eso, debemos agradecer que se creen espacios que ayuden a reunir a personas con tanto en común.
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Fucksia regresaba a Buenos Aires dos días después de reunirnos. Me dijo que tenía varios planes pendientes antes de irse. Originalmente su idea era volverse cuando terminara el Munch, pero se terminó quedando más tiempo del esperado. Le pregunté si pensaba mudarse y me dijo que no soy la primera en consultarlo. Sus amigos le vienen pidiendo hace tiempo que se quede para siempre acá, pero ella siente que es un paso inevitable, que se dará sólo en el momento indicado. No ahora. También le pregunté si estaba contenta con la entrevista y muy entusiasta me respondió que sí. Todo el tiempo con un semblante de ternura, que la caracteriza. Nos despedimos, pero no sin antes recibir una invitación a su fiesta de cumpleaños: un pijama party de sólo chicas, de la comunidad kinky del Litoral. Y una vez más, ahí donde menos se espera, las personas conectan.
Nuestra Villana de la Semana es Mica Oviedo: Redactora creativa. Escribo porque no sé hacer otra cosa. Me interesa explorar los márgenes.También podés escuchar mis canciones en https://www.instagram.com/
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