

La Incondicional
Tengo que confesar algo: no soy incondicional de nadie. No siento lealtad incondicional hacia mi familia, ni hacia mi pareja. OK, tal vez mis perras sean mi único punto ciego. Las amo demasiado. Pero no soy incondicional de ningún ser humano.
Esto puede sonar desamorado, pero lo más probable es que si lo pensás un poco estés en la misma posición que yo. ¿Hay alguna persona que no sea capaz de hacer algo que rompa tu confianza en ella?
Yo espero que mi novia nunca me dé motivos para ello… pero podría. Lo mismo mi madre: la amo, pero hay situaciones hipotéticas en las cuales la cortaría de mi vida. Ojalá esto nunca suceda, pero bueno: todos mis vínculos involucran condiciones. En el momento en que esto deje de cumplirse, se acabó, aunque sea tremendamente doloroso.
¿Supongo que la excepción posible sería hacia hijes? No tengo manera de saberlo. Igualmente, estamos ante una excepción muy puntual.
(la única incondicional de verdad)
En los últimos días asistimos a una ruptura política de importantes dimensiones entre un sector del peronismo referenciado en Axel Kicillof y otro leal a Cristina Fernandez de Kirchner. Estos últimos son los que se proclaman (y reclaman) ser incondicionales. Y, honestamente, me parece el peor argumento del mundo.
Ojo, puedo entender que entre esas dos opciones alguien elija seguir del lado de Cristina. Estamos hablando de la mayor estadista de los últimos 50 años de historia argentina por lo menos. Es razonable que todavía despierte adhesiones fuertes, a 10 años de abandonar la presidencia.
¿Pero incondicionalidad? ¿No será mucho? ¿No hay NADA que pueda hacer Cristina que te haría decir “hasta aquí llegué”? Perdón por lo pueril del argumento, pero no lo puedo evitar: ¿Si Cristina te pide que te tires al río vos vas y lo hacés?

Conocimos tiempos más felices
Ojo, tal vez tiene sentido discutir en términos infantiles. Al fin y al cabo, la gota que colmó el vaso parece haber sido que el gobernador de la provincia de Buenos Aires eligió una fecha separada para realizar los comicios locales. No sólo parece poco motivo para dinamitar una relación política de más de una década, es algo que fue hecho por casi todos los gobernadores peronistas del interior del país, sin que ninguno de ellos fuera señalado como traidor por hacerlo.
¿Será que, tal vez, esos gobernadores nunca fueron vistos como “propios”, mientras que de alguien que fue un invento político de CFK amerita otros estándares más estrictos? ¿Por qué Massa, que alguna vez amenazó con meter presos a sus ex aliados, hoy es un socio más potable que el gobernador?
Tal vez la única dimensión en la que se pueda entender esto sea justamente en la de los afectos. Pero caer en ese juego sólo puede empeorar la relación entre la política y el electorado, que ve cómo los dirigentes que en otro momento respetaba, se rebajan a insultos por la fecha de una elección provincial. No perdamos de vista esto: estamos hablando de la fecha en la que se eligen diputados provinciales, no el destino de la patria. No es la autorización para el endeudamiento con el FMI, ni el DNU 70/23, ni la Ley Bases. Es la fecha de una elección de Diputados Provinciales, Concejales y Consejeros Escolares.
O tal vez, sólo tal vez, será cierto lo que dije arriba: que la única incondicionalidad posible es hacia los propios hijos.
Como sea, para quien no es parte de un círculo muy reducido, estas explicaciones son poco satisfactorias. Entiendo que estamos en momentos de pasiones inflamables y mechas cortas (el título de esta sección, nada menos). Comprendo las opiniones fuertes de un lado y de otro. Les pido nada más que no nos matemos entre compañeros.
En dos años vamos a tener que estar todos los que pensamos más o menos parecido para levantar este muerto. Y si Cristina se pudo amigar con Scioli, Alberto y Massa, no dudo que también recompondrá su relación con Kicillof, Grabois, o quien sea.