¿Todo sigue igual?

¿Todo sigue igual?
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¿Todo sigue igual?

“Cambiar no cambió nada”

 

Nada sigue igual después de un hecho injusto. El ¿mundo? se transforma. Se desbalancea. Eventualmente, cuando acontecen esta clase de injusticias, el equilibro no se recupera. Más bien aprendemos a vivir en el vértigo de una caída estrepitosa predecible.

El mensaje más elocuente del asunto lo otorgó -de forma sorpresiva- el trotskismo local, que sin demora se apersonó a acompañar a CFK. El gorilaje mediocre se regodeó en su crapulencia y los trató de “peronistas disfrazados”. Para ellos todo es lo mismo siempre. A excepción de sus razones, claro. El trotskismo, en épocas normales, es aún más antiperonista que un gorila de a pie, pues entiende los riesgos de una clase trabajadora abrazada a un movimiento que, en sus vísceras, es de conciliación. No obstante, ese mismo trotskismo entendió de plano que todo lo que estaba sucediendo, al menos desde el marco de la “CAUSA VIALIDAD” era injusto, inconstitucional, ridículo.

Cuando los propios hablan de “es una venganza”, suena también disparatado. “Venganza” ¿por qué? Esos mismos que utilizan al Poder Judicial como espada se han enriquecido bestialmente bajo los gobiernos kirchneristas. No. No es venganza. Es adoctrinamiento. Es, casi un psyop.

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El ciudadano de a pie no entiende como décadas de mensajes subrepticios trabajan en su comportamiento. Cada argentino que repite de forma mecánica: “Si no estás en nada raro, no tenes nada de qué preocuparte” es un un argentino que ha sido hipnotizado por el status quo de una clase dominante que puso su bolsillo a trabajar. Cada argentino que insiste en que hay “mucho resentido social contra los ricos” y que defiende en redes a Galperín (o a Elon Musk, o a Jeff Bezos, o al gerente de la PYME de mierda donde trabaja) es un argentino que no comprende la huella que le imprimieron para ser así.

La condena de CFK (por la causa Vialidad) no es importante por CFK. O no al menos de manera exclusiva. El sentido -bien explicado por los troskos- es otro. Significa que el Poder Judicial, riñón de los Macri, Rocca, Bulgheroni y más, actúa a dedo y sin despeinarse ni sentir vergüenza. Quiero insistir y reforzar el asunto de CAUSA VIALIDAD porque es Macri repitiendo su mejor truco para una audiencia embobada. Si consideramos que Macri no habría llegado jamás al poder sin Cromañón, estamos hablando de ilusionismo de altísimo nivel. Ibarra termina siendo un muerto político tras Cromañón porque Macri, que quería entrar a toda costa en la ciudad, logra que cierto porcentaje de la sociedad crea que el aquel entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires era directamente responsable de la tragedia. El recurso volvió a utilizarse durante la Tragedia de Once y una vez mas con Vialidad, resucitando una de las 200 denuncias que hacía Carrio por año, cuando se mantenía activa como oposición y era parte relacionada y gestora de una oposición “republicana”.

Los fiscales que llevan la causa no pueden probar que CFK se haya enriquecido o sea corrupta. Toda la condena se basa, como en Cromañón o en Once, en que “no hay forma que no haya estado al tanto”. Que, si uno es honesto políticamente e intenta manejarse con ciertos marcos de objetividad, puede pensar que es cierto. Pero la Justicia no se maneja en base a supuestos sino a aquello que se puede probar con evidencia, de la cual, el mismísimo Iguacel dice que “no hay ninguna”.

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Los troskos entienden, porque si algo podemos decir de los nobles troskos autóctonos es que boludos no son (los boludos suelen estar en las filas de enfrente). Entienden que si pudieron armar algo así de barato, endeble, indigno e injusto para proscribir a una dos veces presidenta, cualquiera de ellos es carne de cañón. No sorprende la posición del radicalismo, aficionado a abandonar gobiernos.

Con los colegas de la Revista opinamos que Macri le tira un muerto a Milei con el asunto. No creemos que haya habido un “pacto de impunidad” explícito como denunciaron desde el PRO. Creemos que a Milei no le sirve esta situación y que la está aceptando desde el Muro de los Lamentos. Con CFK en la escena el peronismo seguía dividido, e incluso podían jugar a seguir robándole cuadros con contratos. Con CFK proscripta y presa (incluso en domiciliaria), obliga al peronismo a conciliar, a hacer plenarios y a presentar un candidato de unión. Los melones se acomodan solos. La jugada de Macri es como en una partida de ajedrez de ELO bajo cuando sacás a la Reina demasiado rápido. Corre de la opinión pública la muerte del PRO tras las elecciones de CABA, y juega a levantar el ánimo de cara a octubre viendo si Milei muerde el anzuelo del peligro de un opositor con tanto poder de fuego.

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Yo no soy peronista, ni creo que alguna vez me reivindique como tal. Tengo otra extracción ideológica. Una de la cual estoy convencido que es la correcta y que, en el presente, acompaña a Unión por Todos. Pero mi opinión sobre el asunto no proviene desde un lugar político. Sino emocional. Ayer leía cientos de comentarios de personas en el mismo tono sobre como la vergüenza total de este acto les provocaba salir corriendo hacia la primera Unidad Básica que encontraran. Y esto es porque todavía una porción de la sociedad, quizás entre los 30s y 40s, es cierto, recuerda que sus mejores años los vivió durante esos primeros 10 años del kirchnerismo. Ya sea porque consiguió trabajo (o lo pudo cambiar), porque sus viejos se pudieron jubilar, o consiguieron una Asignación, o vieron que sus aportes ya no dependían de un hijo de remil puta en una AFJP. El nudo de lo emocional es casi imposible de desatar y explica de forma certera también las victorias de Macri y de Milei.

Aunque detesto el mantra de “El amor vence al odio“, culturalmente tiene un impacto sincero. A CFK la eligió el pueblo por amor. A Macri y a Milei los han elegido por el odio al peronismo. Nada se construye desde el odio. El odio es fuego destructivo y es lo que estamos presenciando. El peronismo saldrá revitalizado de este ataque a su institución, pero tendrá que aprender a no abrazar al que odia, sino a atizarlo hasta su fin.

El futuro del peronismo


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