Si hay algo que caracteriza de forma mayoritaria al votante de derecha, es su alergia a pensar.
Es un fanático acérrimo de no tener que hacer un análisis más que superficial, o mejor aún, directamente no tener que hacer ninguno. Su ideal es que la información ya le llegue directamente masticada y simplemente tener que tragarla para regurgitarla en formato de opinión.
La política suele involucrar temas complejos, de los cuales mucha gente no tiene las herramientas ni la formación para entenderla con sencillez: economía, derecho, salud, ciencia, etc.
En ese sentido, es común que algunas explicaciones, con el fin de “bajarse a tierra”, recurran a analogías, en un intento de evitar que se conviertan en asuntos reducidos a ámbitos académicos.
Pero ¿Qué pasa cuando esas analogías terminan resultando en explicaciones superficiales, vagas, flojas o directamente falaces?
De eso se trata “Zonceras”, una sección sobre el burdo intento que hacen por explicar sus hijaputeces de la forma más falopa posible.
No hay plata (ponele)
Una de las frases más extendidas desde la asunción de Milei para justificar el ajuste salvaje es que “no hay plata”.
Más allá de la evidencia de que sí hay plata cuando quieren (aumentos insólitos de sus propios salarios, transacciones por aviones militares de costo altísimo, exenciones de impuestos millonarios en dólares a empresarios como Galperín, etc.), claro que hay un speech con analogía para intentar explicarlo.
El discurso es que durante “20 años de kirchnerismo se le dio a la impresora sin parar” (sí, al parecer Macri es K), generando un déficit fiscal altísimo por no tener ingresos acordes. Por ende, hay que cortar el gasto excesivo a la vez que dejan de imprimirse pesos.
Ahora bien, acá es donde la derecha hace su gracia analógica para que sus obtusos (pero autopercibidos librepensadores) seguidores repitan.
La casa que gasta de más
Con el fin de querer darle alguna impronta de razonabilidad a que ganes cada vez menos ante precios que están deliberadamente descontrolados, se recurre a ejemplificar con un hogar.
A grandes rasgos, la analogía es que “Si en tu casa gastás más de lo que ganás, en algún momento hay que ajustarse para que ese gasto sea menor a los ingresos”.
La premisa puede ser, a priori, razonable: si ganás 10, no podés gastar 11 todos los meses.
El tema es que prácticamente todo lo que viene después de eso es chamuyo.
Una casa no es un país
Quienes apoyaban a Macri en su momento gustaban de comparar la administración de una empresa o un club de fútbol con la de un país para anticipar que iba a gobernar.
Si ya eso era algo bastante falaz, imagínense si la comparación se hace con una casa, implicando, por ejemplo, que el aporte de todos es igual y que el ajuste le afecta a todos por igual. Todo eso llevado a las dimensiones de un país.
Es decir, a alguien desempleado o con ingresos por debajo del salario mínimo, le afecta de la misma forma el ajuste que a Toto Caputo.
Está de más aclarar que esto es una burrada, ¿No?
No es igual para todos
Pasando en limpio: te quieren contar que en tu casa, tus viejos gastaron de más mucho tiempo antes, que eso era insostenible, y que ahora todos tienen que ajustarse, viéndose afectados por igual.
La realidad es más similar a que tu viejo en realidad se la patinó toda en joda, alcohol y falopa, y al momento de reducir gastos, el garrón se lo comieron tu vieja, tus hermanos y vos.
¿Cómo? Pasaron todos de comer cuatro veces al día a dos, mientras tenés que pagar el doble en todo con los mismos ingresos de hace un par de meses.
Eso sí: tu viejo sigue comiendo cuatro veces al día y mejor que en aquel entonces. Y jamás dejó de ir al casino mientras toma Blue Label a raquetazo limpio.
Conclusión
Por supuesto que no hay punto de comparación entre una cosa y la otra, y mucho menos es aceptable que la gente saltee comidas o no pueda acceder a medicación con tal de alcanzar el “déficit cero” que pretende este gobierno.
Un país (o el Estado) no es una empresa que DEBE ser superavitaria para poder subsistir, ni debe estar todo supeditado a un Excel en el que los números deben figurar en verde cueste lo que cueste. Por ende no puede desentenderse de funciones que le son intrínsecas.
La variable de ajuste no puede ser que la gente coma o no, que puedan ir a la escuela o no, o que pueda tratarse una enfermedad o no.
Querer justificar eso con una analogía pelotudísima y más floja de papeles que la declaración jurada de Cositorto, es de hijo de puta. Creerse ese verso es de tarado.
Cada uno sabrá cuál es en esa ecuación.
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