Sole Zeta
17-06-2024 18:32

Son solidarios. Se apoyan mútuamente. Saben que el crecimiento de sus pares los ayudará a ellos también. No mezquinan, apuestan al éxito colectivo.

Son, contra toda lógica, los streamers y youtubers libertarios y reaccionarios.

Al menos esto es lo que se desprende de la última investigación de El Gato y la Caja, en la que analizan las comunidades y redes de audiencias de distintos creadores de contenidos, tanto políticos como de entretenimientos. El resultado es este mapa:

Redes de influencia entre canales de Youtube de Argentina

A simple vista, hay dos grandes clusters: el más grande, a la derecha, con las figuras que ya conocemos. Y a la izquierda y abajo hay una nube de creadores más pequeños y con muchos menos vínculos entre ellos. Si bien bastantes realizan contenidos políticos, otros están mucho más orientados al ocio pasatista (suena feo, pero como persona que escribe de videojuegos, cine y ñoñadas, sepan que no lo digo en sentido peyorativo).

Las líneas marcan los patrones de comentarios en común: cuanto más gruesa la línea que une dos canales, más usuarios comentaron en ambos. Es una buena manera de estimar cuánto público comparten.

Conclusión apresurada número 1: los influencers de derecha construyeron su imperio no sólo sobre su appeal personal, sino a fuerza de construir una comunidad.

Si vemos el tamaño de las redes que unen sus canales, es bastante obvio que cada persona que consume a uno de estos personajes también lo es de varios otros (o tal vez de todos). Y esto no es una casualidad, que se da espontáneamente por afinidad ideológica: por el contrario, esos vínculos fueron cultivados por los mismos creadores desde hace años.

Esto no es original: este mismo fenómeno ha sido descrito por quienes hace rato echan luz sobre la alt-right anglo, como los youtubers Natalie Wynn (Contrapoints) e Ian Danskin (Innuendo Studios). Los vínculos entre El Presto, Dannan o Agustín Laje son la versión Manaos de los que existen entre Ben Shapiro, Jordan Peterson o Joe Rogan.

La circulación de público a través de estos espacios alimenta el algoritmo de Youtube: quien vea un video de uno de estos creadores probablemente reciba a los otros en sus recomendaciones. Un corolario de esto es que esta multiplicidad de personajes crean una red con múltiples puntos de entrada, pero que permite que todos capitalicen ese mismo público. Este efecto está descrito en Alternative Influence: Broadcasting the Reactionary Right on YouTube de Rebecca Lewis.

Conclusión apresurada número 2: Lo que está impidiendo el ascenso de un “leftube” nacional es, por lo menos en parte, la tacañería.

Para quienes no son crónicamente adictos al videoensayo, les comento: hay una red informal de youtubers angloparlantes más o menos de izquierda. Además de los mencionados, podemos sumar figuras como Abi Thorne (Philosophytube), Harry Brewis (hbomberguy), Lindsay Ellis (que huyó de Youtube pero sigue publicando sus nuevos ensayos en el servicio pago Nebula), u otros creadores más chicos como Mia Mulder, Zoe Bee o Legal Kimchi. Cada uno de ellos ocupa distintos nichos, y la mayoría no se dedican 100% a hacer contenido político.

Sin embargo, son frecuentes sus colaboraciones. Y tal como sucede con los creadores de derecha, cada uno alimenta el público común. De hecho, yo soy un buen ejemplo: encontré esta red a través de Lindsay Ellis y sus videos de cultura pop. A través de ella (y específicamente su video de Transformers leído a través de la Escuela de Frankfurt) llegue a Contrapoints, y una vez que seguía a ambas Youtube hizo el resto del trabajo. Ahora es muy común que trabaje escuchando algún videoensayo como ruido de fondo.

Sin embargo, a diferencia de la derecha local, no tenemos en nuestro país una red comparable de influencers del campo popular. Por un lado, es cierto que son menos. Muy pocos están creando contenidos en la plataforma al lado de sus pares angloparlantes. Pero existen: Café Kyoto, Pablo Borda, La Inca, Naty Maldini, Lucas Baini o Jorge Pinarello son todos exponentes del arco que va de la izquierda radical hasta el peronismo más progresista. El tema es que si seguimos el gráfico de El Gato y la Caja, el público que comparten es relativamente menor.

¿Por qué? Me temo que contra todo pronóstico, la cultura de la colaboración no caló tan fuerte en este colectivo como en la derecha dura. Por supuesto #NotAllInfluencersDelCampoPopular (sería muy hipócrita cuando escribo esto a un par de días de haber participado en un stream de La Inca), me refiero a una tendencia general que se refleja en números. La mayoría de los canales de videos parece priorizar su propio público por encima de la colaboración con otros de espacios políticos medianamente compatibles.

¿Podrá revertirse esto? Tal vez. A lo mejor esto es sólo una cuestión de inmadurez de la comunidad. Algunos desarrollos recientes parece apuntar en ese sentido, como la creación de Posdata, un canal de streaming que aglutina a muchos creadores del espacio. Sin querer caer en el autobombo, acá mismo en Mecha tenemos a nuestros Villanos de la Semana, autores invitados que no son parte de nuestro staff regular. Al mismo tiempo, no puedo ignorar algunas miserias que conozco de primera mano (y que no voy a detallar porque, de nuevo, necesitamos reforzar lazos de comunidad, no detonarlos).

Decía el General que el 2000 nos encontraría unidos o dominados. Parecería que en lo que refiere al mundillo de la comunicación digital, esto estaría sucediendo un cuarto de siglo más tarde. Mientras tanto, quienes declamamos que La Patria es El Otro, estaríamos viviendo algo más cercano a La Patria es Mi Orto.


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Sole Zeta
Co-editora de este antro. Nerd profesional. Estudiante tardía de gamedev. Además soy trans.