
06 de Febrero de 2025
Mutilaciones
Realmente preferiría estar escribiendo sobre videojuegos
Mutilaciones
El 5/02/2025 el gobierno argentino anunció su intención de prohibir “las mutilaciones genitales en niños”. Esto es una vil mentira (la libertad para tomar decisiones sobre el propio cuerpo está establecida por el Código Civil y Comercial a los 16 años, edad a la que también se puede ir preso, trabajar legalmente o votar en una elección presidencial), pero me interesa sobre todo centrarme en el uso de la palabra mutilación. Hace unos años escribí un artículo sobre cómo las intervenciones médicas que nos realizamos las personas trans son enmarcadas en esta idea, y me parece que merece ser compartido nuevamente. Lo corrijo con pequeñas ediciones.
En 1961 el médico soviético Leonid Rogozov realizó una hazaña inédita: se extirpó su propio apéndice, utilizando sólo anestesia local y dependiendo de la ayuda de asistentes (sin entrenamiento médico) que sostenían un espejo para que pudiera ver y manipular sus propias entrañas. La inusual cirugía tenía un motivo: era el único médico de la base Novolazarevskaya en la Sexta Misión Soviética a la Antártida. Al no poder realizar una evacuación a otro centro médico, su única esperanza de sobrevivir fue realizar esa dolorosa operación de emergencia.
Desde ese momento se volvió un requisito de las misiones antárticas la apendectomía profiláctica: extirpar apéndices sanos para prevenir casos de apendicitis que requieran cirugía. El criterio varía según el país al que pertenece cada misión: en Australia sólo los médicos deben viajar al continente blanco sin apéndice, mientras que Chile tiene una base permanente en Villa Las Estrellas cuya población entera carece de ese órgano vestigial.
Otro grupo de pioneros en una situación similar son los astronautas y cosmonautas. Si bien en la actualidad la NASA no recomienda la apendectomía profiláctica (volver a Tierra desde la Estación Espacial Internacional no es tan difícil en caso de una emergencia médica), se estudia la posibilidad de exigir la extirpación de apéndice y muelas del juicio a participantes de misiones tripuladas de larga duración, como por ejemplo a Marte (un viaje de ida y vuelta demoraría varios años terrestres).
Casos como estos sirven para demostrar que la remoción de órganos (en este caso órganos sanos pero que no cumplen ninguna función útil en el organismo) es absolutamente normal, y se viene realizando desde hace décadas. Y nadie llama “mutilación” a quienes se realizan esas operaciones. Nadie acusa a los integrantes de misiones a la Antártida o a Marte de “odiar a su cuerpo”.
Sin embargo, parece que existe una doble vara. Cuando Oliver Nash, varón trans, habló de sus operaciones de afirmación de género, una horda de autodenominadas “feministas” transodiantes descendió sobre un tuit de acusándolo de precisamente de esto:
Como bien dice Oliver, muchísimas personas cis se someten a la misma clase de operaciones. La mayoría de las mastectomías e histerectomías son realizadas a personas cis. Y lo mismo podría decirse de terapias hormonales, bloqueadores de pubertad, faloplastias y vaginoplastias, todas intervenciones normalmente asociadas a la salud de personas trans.
Es cierto que muchas personas se operan por un peligro de salud inminente, como por ejemplo un tumor. Pero otras se realizan las mismas intervenciones preventivamente ante el mero riesgo, como por ejemplo Angelina Jolie. Y de cualquier manera, siguiendo la definición de la OMS, “salud” no significa la mera ausencia de enfermedades, sino un estado de completo bienestar físico, mental y social (Nota de 2025: el mismo día que el gobierno de Milei anunció su plan para prohibir derechos a las infancias trans, hizo lo propio con su intención de sacar a la Argentina de la OMS, y no puedo dejar de ver la conexión).
La obsesión de algunas personas transodiantes con nuestros cuerpos se escuda en una idea restrictiva de salud, pero en los hechos se parece más al culto a la pureza que practican algunas religiones. De la misma manera que católicos reaccionarios hablan del cuerpo como “templo del espíritu santo”, acá parecería haber un fenómeno parecido pero enmascarado de feminismo. De hecho, vemos reacciones parecidas cuando hombres cis (adultos, responsables y sanos) eligen hacerse una vasectomía:

(El tuit original no está, la captura es de 2021, cuando escribí la nota original)
Lo curioso es que todo este énfasis en la sacralidad del cuerpo solo aplica a personas que de distintas maneras ponen en cuestionamiento el mandato cisheterosexual. No vemos una reacción similar ante operaciones puramente estéticas. Ojo, no es que me parezcan mal, para nada. De hecho, hasta podríamos decir que en muchos casos encajan perfectamente con la definición de salud integral de la OMS que citamos hace un rato. Pero no deja de llamar la atención que quienes le saltaron a la yugular a Oliver no hagan lo mismo con personas más poderosas haciendo gala de sus propios pasos por el quirófano.
Es interesante que aquí se puede trazar un paralelismo directo con las vivencias del activismo gordx: “la salud” usada como excusa para maltratar a personas indeseables o desagradables. Es cierto que el exceso de peso se correlaciona con ciertas enfermedades, pero no menos cierto es que muchas prácticas de, por ejemplo, deportistas de alto rendimiento, también son extremadamente dañinas para la salud. Pero la acusación de promover un estilo de vida poco sano SIEMPRE es para las personas gordas, no para deportistas que terminan con secuelas de salud muy complicadas.
En todos estos casos la constante es la misma: lo que importa no es la salud, sino proteger un equilibrio de poder injusto en el que las palabras y experiencias de quienes no encajan en la norma no tienen valor. Jamás en la vida les importó realmente la salud de las personas trans que se someten a estas intervenciones. Jamás les importó la salud de adolescentes que piden bloqueadores de pubertad. Jamás les importó la salud cardiovascular de una modelo plus size.
Una intervención médica no es una mutilación, una traición al género ni nada parecido. Es sencillamente una manera de mejorar nuestra calidad de vida… e, involuntariamente, una gran manera de exponer prejuicios. Porque nadie se queja de los expedicionarios antárticos sin apéndice.
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