Hace un par de años salió una revista llamada Superman: Red & Blue. Es una antología de historias cortas a lo largo de varios números con diferentes autores narrando sobre el Hombre de Acero. Después fue compilada en un librito, se consigue fácil.
Una de ellas, “Generations”, apareció en el número 5. Pueden leerla aquí. Su autor, Daniel Warren Johnson, es una de esas voces que rompen cosas en el mercado mainstream yanqui y que, a fuerza de prepotencia de trabajo y obra, está literalmente definiendo una época.
“Generations” me parece una historieta bellísima desde el día uno. Una de las cosas que amo del Superman de ese cómic es que es muy cercano al Superman del ’38, ese que no luchaba contra invasores alienígenas ni amenazas a escala multiversal sino que era más cercano al pueblo. Estaba más atento a rescatar gente de edificios incendiados y suicidas, ocupado almorzando con los linyeras en la calle, y menos lidiando con Brainiacs y Monguls. Pero, desde que soy padre de una bebé de 16 meses, me pega como si me embistiera de frente un Freightliner FL86.
El dilema que atraviesa Jonathan Kent al principio del relato es devastador en su humanidad y en la resolución de ese conflicto. Me emociona (o sea, me hace llorar) y también me hace pensar en qué pasa con todos estos pibes que hoy, a sus veintipocos (y muchos grandotes pelotudos también), abrazan y militan a esta secta de estafadores, ladrones de gallinas y basuras de toda índole que nos gobierna.
Suelo charlar con mis amigos sobre uno de los grandes problemas del consumo cultural en estos años: todo se convirtió en un señalar a la pantalla con el dedo y decir “soy ese”; en ese “soy ese” solo se admiten los protagonistas absolutamente perfectos y sin ningún tipo de mancha.
Sumemos a este nivel de literalidad una generación cuyo consumo cultural más profundo son videos de YouTube que te explican el final de literalmente la pelotudez más obvia que puedas imaginar o bien las 50 cosas que no viste durante la película.
Mezclamos este analfabetismo funcional con una larga serie de fracasos políticos que van desde nimiedades hasta cosas verdaderamente importantes y, en más o menos una década de dejar estacionar este caldo de cultivo, tenemos como resultado el público más idiota de la historia, que consume Star Wars pero vota a Palpatine, que piensa que Homelander es el protagonista de The Boys (“Protagonista” entendido bajo la óptica del “soy ese” que mencionaba más arriba), que se la pasa hablando de una “generación de cristal”, pero no puede evitar quejarse de cada fucking cosa que ocurre durante horas y horas y horas de contenido. Un poco como el Gordo Dan, cierto. “Mi chipi li piji li opinion di lis kikis” para luego escribir un testamento de 2000 palabras ante cada pelotudez que ocurra con un kuka.
Lo que me lleva al querido Presiduende. El 24 de septiembre, nuestro Comandante en Jefe que calza 38 reposteó esto en su perfil de Instagram:
El autor de esto, que firma como Libertoons, literalmente calca la última página de “Generations” para meter a Milei y a Elon Musk como Supermans dispuestos a dar la batalla para salvar la tierra. Pero, y lamento este spoiler: chicos, Elon Musk es Luthor.
Me siento agotado. Agotado y enojado.
Agotado y enojado de ver este desfile constante de burros, analfabetos y opas de todo tipo hacer alarde y cancherear con lo burros, analfabetos y opas que son.
Y anteayer, 24 de septiembre, me enojó muchisimo ver como el opa de turno no entiende algo tan básico como “queré a tus hijos y vas a ver como el mundo se ajusta a eso” y lo convierte en una imagen más, que será olvidada dentro de 48hs hasta la nueva pelotudez que haga nuestro Presiduende. Porque recordemos: El presidente es mword. Ya tuvimos esa conversación.
Nuestro Villano de la Semana es Loris Z.
Historietista, ilustrador, docente. Inmigrante italiano en el mejor país del mundo. Ramonero y Peronista.
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