MechaFicciones: El tiempo

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MechaFicciones: El tiempo

¿Encontraría a la maga?

En un sueño de resaca en Río de Janeiro volví al pasado. Un pasado un poco raro porque no te conocí en las eras de los SMS y los celulares con tapa, pero en el sueño, el 2019 tenía Motorolas v3 y emojis de código ASCII por mensajería. Pero todo eso era irrelevante. Lo importante era que transportada a un tiempo antes de Milei, antes de la erupción del Monte del Destino y el fin de todas las cosas, supe que tenía que encontrarte. Sabía, en el sueño, que si despertaba, iba a vivir en el mundo en el que estamos casadas y tenés un pasaje para visitarme dentro de tres semanas, pero también sabía que iba a despertar en el mundo en el que el Armagedón sí sucedió. Existíamos por un momento en un mundo pre-apocalíptico y tenía que aprovecharlo con vos. Tomar un barquito hacia el límite de la simulación y comprobar, como Truman, si el cielo estaba pintado. Correr de la mano mientras se desploman puentes atrás nuestro. Tenía que

Find the girl

While you can

Te mandaba un SMS que me costaba horrores como si en estos años hubiera olvidado completamente cómo usar un celular con teclas físicas o cómo se veía una lista de contactos antes de la dinastía Zuckerberg. Te encontraba en los contactos y me rechazabas porque te había hecho enojar algo que dije y me acordé por un segundo de todo, de todas las estupideces que hice en el amor antes de entender que era menos importante contarme a mí misma una buena historia que sentirme en casa con alguien. Me odié por las idas y las venidas y las lágrimas mal distribuidas, pero hice uso de esa sabiduría que sólo puede otorgar la retrospectiva: yo ya sabía que un día me iba a casar con vos. Ya sabía que íbamos a ser una familia y que las peleas transitorias de ese primer año tumultuoso iban a ser un pasado lejano del que ya no hablamos, no por tabú, no por censura, simplemente porque no es necesario. 

No te encontré en el sueño. Desafiante, le dije a mi familia que me iba a casar con vos y quizás sonó más a amenaza que a aseveración, pero era un poco de las dos cosas, y al fin y al cabo solo dije la verdad. No me creyeron, y sonreí porque el tiempo me iba a dar la razón. 

No te encontré en el sueño. Pero al despertar en un país gobernado por un preso político liberado por la lucha popular, entendí.

 

Recordé el final de El cuento de la criada. No el de la serie, que fue bastante choto, sino el de la novela, en la que Atwood rompe la dicotomía de la ficción especulativa, que termina siempre de dos maneras: o solo hacía falta una chispa para avivar la revolución, o toda revolución es imposible. Los juegos del hambre o 1984. No me acuerdo cómo termina Un mundo feliz

Pero Atwood encontró la respuesta realista por fuera de la dicotomía, quizás la más interesante: el tiempo.

 

Gilead cayó. No por las acciones heroicas de June. No por el amor desesperado de Nick. No por la esperanza de Serena en la maternidad. 

Gilead cayó porque el tiempo trae el fin de todas las cosas.

No sabemos cuándo y no es del todo claro cómo, pero Gilead cayó, porque todo lo que sube baja y todo lo que empieza termina, y porque los días se hacen espuma en la arena de la playa. Y porque decía uno que la organización vence al tiempo.

Gilead cayó.

Y esto también pasará.

Y nos encontraremos del otro lado del tiempo, del otro lado del sueño, del otro lado de las que fuimos y seremos, en una Buenos Aires que será la misma pero será también otra, y no harán falta Deloreans ni Motorolas con tapita.


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