“Tiene razón el Astrólogo. Hay que inaugurar el imperio de la Mentira, de las magníficas mentiras.¿Adorar a alguien?¿Hacerse un camino entre este bosque de estupidez? ¿Pero cómo?”
A veces la ficción puede ser más verdadera que los hechos.
Pará, pará, dame un segundo. No estoy diciendo que tomemos obras de ficción como una referencia histórica, sino que nos pueden dar un retrato de época más útil que una recopilación de hechos.
La ficción a la que nos quiero remitir es Los Siete Locos, tal vez la obra más importante de Roberto Arlt. Publicada en 1929, describe un paisaje desolador de las psiquis masculinas hacia el fin de los “Años Locos”, justo antes de desatarse la crisis financiera más grande del siglo.
Y es entendible. El período de entreguerras inauguró el “siglo corto”, al decir de Eric Hobsbawm. Fueron años turbulentos: la vuelta de miles de veteranos de guerra destruídos en cuerpo y mente, la revolución rusa, la pandemia de gripe española, el ascenso de los primeros regímenes fascistas. Aún en países que estuvieron lejos de los conflictos europeos hubo situaciones de violencia: aquí tuvimos la semana trágica de 1919 y las luchas de anarquistas en la Patagonia de 1920 a 1922, por ejemplo.
Es en ese contexto que Arlt crea este zoológico de especímenes rotos. Varones con frustraciones sexuales, deficit de amor, y vacíos existenciales. El único motivo por el cual no son todos incels es porque transcurre hace un siglo y el patriarcado es mucho más fuerte: en otras obras de Arlt es un tópico bastante común la idea de que una hija soltera es una carga que hace falta “encajarle” al primer varón desprevenido. Pero salvando ese pequeño detalle, los protagonistas siguen siendo una caterva de infelices.
Tal vez el más interesante de todos estos sea El Astrólogo. Ambiciona con ser el líder de una sociedad secreta que haga una revolución… pero no tiene un programa político más allá de la toma del poder por las armas. En sus propias palabras:
“No sé si nuestra sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor que se puede hacer es crear una ensalada rusa que ni Dios la entienda. Creo que no se me puede pedir más sinceridad en este momento. Vea que por ahora lo que yo pretendo hacer es un bloque donde se consoliden todas las posibles esperanzas humanas”
Teniendo en cuenta cómo nuestra realidad rima con la del universo de Arlt, mientras atravesamos épocas de incertidumbre, turbulencia económica, crecimiento de autoritarismos, pestes, y crisis de masculinidades, siento que no es raro que cada vez más personajes de la realidad tengan algo del Astrólogo. Que en esta era de incertezas, los ganadores sean los que se animan a tirar verdades, sin que necesariamente importe CUAL es esa verdad.
Lo vemos, por supuesto, en los seguidores de Milei. Hasta hace muy pocos años la recomendación de manual para cualquier político, sobre todo de derecha, era dar la menor cantidad de precisiones posible. Recordemos el famoso video de Sturzenegger explicando el coacheo que recibió de Jaime Durán Barba. La clave era no exponer ningún programa, sino hablar de cualquier otra cosa: familia, hobbies, gustos.
Hoy Milei ganó con contundencia siendo brutalmente explícito con su programa. Pero no necesariamente quiere decir que sus seguidores sean convencidos de las bondades de la economía austríaca. La mayoría jamás leyó a Hayek, Mises o Rothbard. No hay demanda de anarcocapitalismo, sino de verdades. Milei habla de teoría económica, pero ellos escuchan revelaciones místicas.
El espejo de esto lo vemos en la secta de fans de Moreno. Son frecuentes sus llamados a “la doctrina”, que aparentemente sólo su líder interpretó y son perfectamente transpolables del mundo de 1945 al de 2024. Una vez más, no importa el contenido: importa que alguien les está vendiendo una solución, o al menos una explicación a sus pesares.
Ni siquiera es una cuestión de la política partidaria. Enunciaciones del mismo tipo pueden venir de Tomás Rebord (“Máxima Ciencia”), o de los delirios fascistoides de Santiago Cúneo. Incluso el inédito fanatismo por Furia, la participante de Gran Hermano, puede tener algo de esto. Sí, siempre han tenido su fandom los villanos, incluso teniendo más éxito (en la primera edición Gastón Trezeguet llegó a la final), pero nunca se vió un fanatismo desbocado por una figura que incluyera cartas documento al canal y la posibilidad de una incipiente carrera política.
Pero el verdadero Astrólogo de nuestros tiempos no es ninguno de estos. Es más, ni siquiera es humano: es ChatGPT. El modelo de lenguaje más famoso del mundo se convirtió de la noche a la mañana en la pesadilla de cualquier profesor que evalúa a través de trabajos prácticos. Para peor, parecería estar reemplazando a Google como primera fuente entre las generaciones más jóvenes.
Por supuesto, ChatGPT tiene una ventaja frente a Google: no exige ningún esfuerzo adicional. No hace falta ir a las fuentes y elegir una: lo hace por nosotros. Por supuesto, nada garantiza que elija BIEN. Incluso en temas triviales es altamente posible que escriba cualquier arbitrariedad. Pero de nuevo: no importa qué, importa cómo. Si expresa una posición de forma vehemente, no importa si las citas bibliográficas fueron directamente inventadas. Lo que importa no es qué dicen, sino simplemente que digan algo, aunque esté escrito por un generador de texto predictivo pasado de rosca.
Antes el tema era que no sabía cosas, ahora directamente manda fruta a cagarse!!!
¿Esto usan los pibes en vez de googlear? Mamita pic.twitter.com/xvI38ZQdft— Jimeronica (Astrodelfos) (@Jimeronica) June 24, 2024
¿Cómo nos enfrentamos a esto? A veces la historia no nos deja mucha alternativa, y a los locos de enfrente no nos queda más que ofrecerles un loco propio. ¿Quién? Para mi Juan Grabois tiene potencial en ese rol, más allá de que esté lejos de encabezar mis preferencias personales para el futuro del peronismo. Outsiders de izquierda han ganado elecciones en Colombia, Chile o Perú, para el caso.
Tal vez lo que pasó es que si en los 90s Francis Fukuyama anunciaba el fin de la historia y la obsolescencia de los grandes relatos (políticos, ideológicos, religiosos, etc), ahora estemos ante el fin del fin de la historia y la resurrección de estos. Sólo que ahora no nos importa cuál es verdad: nos importa comprar ALGUNO, el que sea, para ordenar nuestra existencia y darle sentido. No debería sorprendernos que en esta coyuntura Carrió anuncie su enésima vuelta a la política, porque parece hecha a su medida.
Pero también está la posibilidad de que la resistencia a la locura sea ofreciendo la alternativa racional. Eso pasó en Brasil, con Lula y su armado centrista. En Estados Unidos Trump fue derrotado por el candidato más aburrido de su historia simplemente por ofrecer una “vuelta a la normalidad”. Y ya en su momento De La Rúa hizo de su tedio un activo, encarnando los deseos de una sociedad harta del show menemista.
Así que sí, mi respuesta a este interrogante es una no-respuesta. Porque estoy loca, pero no tanto. Por algo en Mecha decimos que No Tenemos La Posta. Mientras tanto, me quedo con el diagnóstico: nuestra principal crisis es espiritual, tenemos una demanda insatisfecha de verdades absolutas.
Como dijo el Astrólogo:
“Nosotros somos místicos sin saberlo. (…) El mal del siglo, la irreligión nos ha destrozado el entendimiento y entonces buscamos fuera de nosotros lo que está en el misterio de nuestra subconciencia. Necesitamos una religión para salvarnos de esa catástrofe que ha caído sobre nuestras cabezas”
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