En 2005, en la cueva alemana de Hohle Fels, un equipo de investigadores hizo un descubrimiento que cambiaría la historia del arte: un pene esculpido en piedra de 28.000 años de antigüedad. El falo, de tamaño real (20×3, si estabas buscando ese detalle), habría sido no sólo la primera representación de sexualidad másculina (¡Además del primer juguete sexual del que tenemos evidencias!), sino una herramienta para prender fuego.
Esto es importante por varios motivos. El primero es obvio: el arte al servicio del placer sexual es miles de años más antiguo que descubrimientos tan fundamentales como la escritura, la agricultura o la domesticación de animales. Prioridades.
Pero además, el hecho de que el dildolito tuviera la doble función de juguete sexual y Magiclick de la era glacial es tal vez el ejemplo más antiguo de cómo la industria del entretenimiento sexual suele ser la portaestandarte de nuevas tecnologías.
Del celuloide al videotape
El cine porno es casi tan viejo como las primeras películas: el primer film erótico data de 1896 y fue titulado Le Coucher de la Mariée. La mayor parte del corto se perdió, pero en los minutos sobrevivientes podemos ver a una novia desvistiéndose antes de acostarse en el lecho nupcial. No hay nada explícito, salvo unas sensuales y escandalosas pantorrillas.
El sexo explícito llegaría una década más tarde en un cortometraje argentino (IS THIS ANOTHER CORONACIÓN DE GLORIA) generalmente conocido como El Satario o El Sartorio (pero que me extrañaría que no sea originalmente El Sátiro). En él tenemos el primer registro de desnudez completa, sexo oral, penetración, incluso un 69. Más allá del contenido, también tiene una forma mucho más moderna que su predecesor francés: hay cortes, cambios de tamaño de plano, encuadres cerrados. Aparentemente también sería el progenitor de una tendencia que se mantiene hasta hoy: es la primera parodia erótica de otra obra, en este caso del ballet (!) La Siesta de un Fauno de Vaslav Nijinski.
Tras décadas de consumo mayormente subterráneo, la de 1970 representó tal vez la entrada del porno moderno a la conciencia popular occidental. Comenzando con Blue Movie (1969) de Andy Warhol y siguiendo con éxitos mainstream como Garganta Profunda (1972) y Debbie Does Dallas (1978), el cine erótico salió de la clandestinidad más absoluta. Esta etapa de porno chic está retratada de manera contemporánea en películas como Taxi Driver (1976) y retrospectivamente en Boogie Nights (1997).
Por supuesto, estamos hablando del primer mundo. En nuestro país esta explosión fue mayormente evitada por el tándem moralista de la censura oficial de Miguel Paulino Tato y la persecución de la sexualidad pública por parte de las fuerzas policiales, con el comisario Margaride como ícono visible. Nuestro destape tendría que esperar a la restauración democrática de 1983, y aún en ese momento hubo más marketing que sexo explícito en las salas (como pasó con Déjala Morir Adentro (1982), film minúsculo que movilizó multitudes por una campaña publicitaria orquestada por Claudio María Domínguez).
Sin embargo, pese a su relativo cachet cultural en ese período, el cine sexualmente explícito mayormente abandonaría las salas pocos años más tarde. El motivo: La masiva adopción de una nueva tecnología, los reproductores hogareños de videocassette. “Ver cine en el cine” es una propuesta menos atractiva cuando hablamos de ir a una sala sórdida de piso pegajoso en la que tu vecino de butaca no se saca la mano de adentro del pantalón. No extraña que el público optara por el consumo en casa.
Mientras los grandes estudios de Hollywood inicialmente vacilaron para adoptar esta nueva forma de distribución, las producciones más marginales la abrazaron. La sola existencia del material sexualmente explícito fue crucial para la adopción masiva de esta tecnología.
Sin embargo, la influencia no sólo se limitó a eso: la industria del porno terminó decidiendo QUÉ tecnología de video dominaría esa generación. Los contendientes de esa primera batalla tecnológica eran el VHS, de JVC, y Betamax, el formato de Sony. En parte por una cuestión de precios, la industria del cine erótico se volcó al VHS como formato principal. Sin embargo, hay quienes afirman otra cosa: que la victoria del VHS se debió a que JVC adoptó una política de formato abierto, permitiendo a muchas otras licenciatarias producir las cintas. No veo la contradicción: un sistema más abierto y libre siempre será más funcional a los actores más marginales del sistema.
Pero el alquiler o compra de cassettes tiene un problema: aunque es más discreto que ir al cine, sigue requiriendo una interacción en persona. Una alternativa aún más anónima se encontró en los servicios de TV paga, tanto por cable como satelital. Esta vez, además de aportar al crecimiento general de las suscripciones, también sirvió para popularizar la idea de canales “Premium” codificados en muchos mercados.
“Las chicas de Internet”
Si en la era analógica el porno inspiró cambios radicales de consumo, podríamos decir que con la llegada de Internet directamente la industria devino revolucionaria.
Cuando a mediados de los 90s comenzó a aparecer el acceso hogareño a Internet, la industria del entretenimiento sexual fue de las primeras en adoptarla como medio. Tan asociada estaba Internet al contenido explícito que nos dio esta escena de los Simpsons en la que Homero juega al póker con un mazo de cartas eróticas llamado “Las Chicas de Internet” (el episodio es el 23 de la 6ta temporada, emitida en 1995):
Para dimensionar: cuando se emitió ese capítulo, menos del 10% de la población de América del Norte (y menos del 1% de la población mundial) tenían acceso a Internet… pero la mayor parte del público ya sabía de su gran atractivo.
Hacia fines de la década esos números se habían multiplicado (casi la mitad de los norteamericanos y más del 6% del mundo habían adoptado la red para el principio del nuevo milenio), pero la percepción se mantuvo: el musical Avenue Q nos dio esta joyita que se volvió video viral a mediados de los 2000s:
Nuevamente, más allá de acrecentar la adopción del medio, los productores de contenidos explícitos introdujeron sus propias innovaciones. Años antes de que los diarios aplicaran sus muros de pago, la industria del porno ya cobraba por contenidos en Internet. Muchísimo antes de que Netflix se convirtiera en un gigante del streaming digital, ese modelo de negocio ya había sido inventado por la industria del Valle de San Fernando.
Incluso algunas plataformas específicas fueron moldeadas por los contenidos explícitos. Tal vez el ejemplo más famoso sea Tumblr. La red de microblogging fundada en 2008 pronto cultivó un público firmemente a la izquierda del centro político, con énfasis en el colectivo LGBT. Pronto se convirtió en un espacio de referencia no sólo del debate político (con altísimos niveles de Revista Sudestada), sino de pornografía, sobre todo con contenidos independientes, transfeministas y queer publicados por sus propies creadores.
Esta poderosa comunidad fue lo que llevó a que en el año 2013 la red fuera comprada por Yahoo por nada menos que 1100 millones de dólares. Por supuesto, monetizar un sitio con ese perfil no fue tarea sencilla, no hay tantos anunciantes dispuestos a pautar al lado de contenido explícito. Sin embargo, el sitio vivió sin demasiados altibajos hasta 2018, cuando una nueva legislación estadounidense ostensiblemente antitrata (las leyes FOSTA/SESTA) llevaron a que el sitio prohibiera el contenido sexual gráfico.
El resultado fue una debacle. La comunidad que había cultivado Tumblr desapareció casi de la noche a la mañana. Un par de fusiones más tarde, la red terminaría siendo vendida a Automattic, la empresa detrás de WordPress, por apenas 3 millones de dólares.
Otro ejemplo de una red que tuvo como centro el contenido sexual es Second Life, tal vez el único “metaverso” exitoso. Fundado a principios de los 2000s, Second Life tuvo su auge en los años de la burbuja de la “Web 2.0”, cuando las empresas más grandes del mundo se desesperaron por comprar tierra virtual para tener una presencia en ese servicio. Sin embargo, sus sedes digitales eran páramos desiertos. A nadie le interesaba especialmente interactuar con empresas en un entorno 3D pudiendo hacer algo mucho más divertido: coger.
Sí, los lugares más concurridos de ese mundo virtual eran clubes de sexo. Si bien no era una función habilitada por defecto, Second Life estimulaba la creación de contenido por parte de usuarios… y estos decidieron hacer contenido estimulante. El mecanismo habitual era usar “bolas de pose”, items que al ser tocados animaban al avatar del usuario en posiciones sexuales. Un porcentaje altísimo del tráfico de Second Life era (es) destinado al circuito sexual, y la mayor parte era queer y/o BDSM: un espacio anónimo y virtual es más que propicio para experimentaciones que tal vez serían intimidantes en la vida real.
El futuro
Tal vez el rotundo fracaso de las nuevas versiones del Metaverso tengan que ver con esto: nadie quiere un mundo virtual en tres dimensiones si no es para coger. ¿Para qué quiero un avatar tridimensional sin piernas si el único atractivo de un metaverso es abrirlas?
Pero creo que esto es más sintomático de algo profundo. ¿Por qué no hay contenido sexual en estas nuevas plataformas, si hay tantos ejemplos de su influencia?
Volvamos al VHS: dijimos que uno de los motivos por los cuales prosperó es porque era un formato abierto. Al no estar bajo el control de un único dueño, nadie podía prohibir a los productores de porno que fabricasen sus copias en ese sistema. Lo mismo sucedió con la internet temprana: fue una plataforma de distribución ideal porque nadie tiene el control de los contenidos.
Esto puede ser un factor determinante en plataformas futuras. Los gigantes tecnológicos odian a las plataformas libres como la web. La mayoría de los esfuerzos de empresas como Meta o Apple pasan por tratar de empaquetar experiencias de las cuales los usuarios no puedan escapar, y que no sean interoperables con eventuales competidores (que buscarán comprar o quitar del mercado).
Y ahí radica su debilidad. Apple puede poner todo su peso de marketing detrás de sus antiparras de realidad virtual, pero si mantienen la política contraria a los contenidos sexualmente explícitos de su app store, siempre correrán con desventaja. Lo mismo Meta con Horizon Worlds – los espacios virtuales sanitizados son ideales para mostrar a potenciales anunciantes, pero son mucho menos eficaces en atraer usuarios… que es lo que en última instancia buscan esos mismos anunciantes.
Tal vez la presencia de contenidos eróticos no sea el atractivo principal, sino solo el síntoma de que los usuarios se decantan por ambientes abiertos y libres. No sería del todo raro. La declinación de las redes sociales como Facebook y Twitter hace pensar que estos medios tan reglamentados encuentran un techo de demanda. Tal vez el futuro de nuestras interacciones pase por encontrar espacios más libres, descentralizados y democráticos… O tal vez las cosas sí son lineales y la gente solo quiere ver culos en cualquier lado.
MECHA es un proyecto comunitario que hacemos a voluntad. Si te gustó este artículo, te proponemos invitarle Cafecito a su autor/a/e como reconocimiento.
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