
Entrevista: departamento de arte visual de El Eternauta
En la unión está la fuerza-
Jimeronica
08 de Mayo de 2025
¿Eternauta original o adaptación?
Denethor se tira un clavado olímpico haciendo cosplay de Johnny Storm desde el mirador de Minas Tirith.
Lucifer viste de impecable smoking blanco con inmundicia infernal chorreando de sus pies desnudos.
El Gerry Lane de Brad Pitt es protagonista absoluto contra los zombies discafóbicos.
Juan Salvo es trolo y Los Manos tienen las uñas esculpidas.
Ok, esta última oración tal vez no sea cierta, pero es perfectamente posible. Si fuera cierta ¿Molestaría? Y si molestara ¿Por qué lo haría realmente? La pregunta es retórica, porque los mismos de siempre tiran siempre la misma respuesta:
“¡Porque no respeta el material original!”
La muerte de Denethor en El Retorno del Rey es apenas un detalle anecdótico del séptimo capítulo de la novela: se abraza a una palantír y se deja caer en una pira después de decirle a Gandalf que era terrible mulo por serrucharle el piso para meter a un montaraz indigente a gobernar para los planeros y coso.
El Lucifer de Mike Carey y Chris Weston no negocia la camisa, pantalón y zapatos negros. La inmundicia chorreando es de los grasas que no leyeron el comic “porque no lo escribe Neil Gaiman”.
Gerry Lane es uno de varios personajes en la magnífica obra de Max Brooks, texto donde los zombies son apenas contextuales y se habla de todo lo demás que pasa cuando la sociedad falla, siendo claro ejemplo una Cuba que rescata miles de norteamericanos de una muerte segura sólo para que estos le paguen tirando abajo el gobierno de Fidel Castro.
Tenés que estar enojado con la vida para renegar de una película que te regala imágenes vietnamitas como esta.
Nadie se rasgó las vestiduras por nada de esto. Es más, esa muerte de Denethor es por escándalo mucho mejor que la que nos ofrece J.R.R. Tolkien en su texto. Y esto se da porque no estamos leyendo la novela, estamos viendo una película cuyo director (Peter Jackson volvé, no seas mezquino) resuelve situaciones según el lenguaje propio del material final y no del material de origen.
Es un error garrafal plantear una transposición como calco fidedigno del material original, y es, en consecuencia, un error dos veces garrafal esperar que así sea desde el lado del espectador. Esto último está pasando más veces de las que debería en relación a El Eternauta de Netflix, donde miríadas de analfabetos culturales lloran que no respeta cuadro por cuadro y elemento por elemento el material de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.
Así es. Otra vez voy a hablar de semiótica de los géneros para explicarle al boludo autóctono por qué es boludo. Si no te adjetivás de esta manera quedate igual a leer, así sumás herramientas argumentativas para atender salames.
Para explicar los porquéses de la transposición, hay que empezar por el tipo de operación semiótica a la que responde, que es la transtextualidad: una relación entre dos o más textos (recuerden que texto no es sólo el escrito, sino básicamente toda producción cultural y social) de manera secreta o manifiesta. El genialísimo Gérard Genette, teórico narratológico francés y papi chulo de la semiótica, propone en su obra Palimpsestos (1982) cinco tipos:
Texto (foto) -> Metatexto (tuit)
Para que haya una transposición, tiene que haber un hipotexto, que sería el primero, el original, la condición de producción, y un hipertexto, que es el segundo, el producto o resultado a partir del primero. Y para que efectivamente sea una transposición y no una versión, además de esta relación tiene que haber obligadamente un cambio de lenguaje.
El Ulises (1922) de James Joyce es una transposición de la Odisea (sVIII AC) de (supuestamente) Homero. Toma como hipotexto una epopeya o poema épico griego de veintiocho siglos de antigüedad, y desarrolla un hipertexto en formato novela, pero de género mixto, creando a la vez un nuevo subgénero con el fluir de conciencia. Si bien ambos son textos escritos, la hechura estilística y el lenguaje propio los separa de la relación de versión y los instituye en la relación transpositiva.
El Eternauta (2025) de Bruno Stagnaro es una transposición de El Eternauta (1957) de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. El hipotexto es una historieta de ciencia ficción dramática serializada que fue publicada en tiras blanco y negro semanales durante dos años por la revista Hora Cero, mientras que el hipertexto es una serie de ciencia ficción dramática para televisión web en seis entregas de acceso inmediato a modo de primera temporada para la plataforma internacional Netflix. El hipotexto corresponde al lenguaje visual narrativo bidimensional de la historieta. El hipertexto corresponde al lenguaje audiovisual narrativo tridimensional de la televisión. Cambia el lenguaje, y por ello cambian los aspectos formales retóricos y enunciativos respetando lo temático.
Entonces sí, tranquilamente podríamos tener un Juan Salvo homosexual y unos Manos con manicuría de alto calibre sin atentar contra el espíritu temático de la obra. Eso en lo potencial, a modo tentativo. Lo que realmente tenemos es un contexto actual donde sucede la tragedia, con todos los elementos económicos, políticos, sociales y culturales que ello conlleva. Gente que se salvó por tener la casa sellada para disfrutar del aire acondicionado mientras ejercita mirando un video de Youtube en un barrio cheto de Martínez. Gente que pereció por seguir reclamando en las calles lo que el gobierno mezquina. Gente que se salvó por no poder quedarse quieta y tener que laburar precarizadamente dieciséis horas por día, y también, gente que pereció por el mismo motivo.
“¿Pero por qué lo tenían que hacer en la actualidad? ¡Qué ganas de joder para incluir forzadamente migrantes indeseables y minorías, y…”
Porque hacerlo es respetar EXACTAMENTE el espíritu temático de la obra como la concibió su autor. Oesterheld reversionó el Eternauta en varias ocasiones, actualizando su contenido según el contexto político y social tanto nacional como mundial. Siempre fue una obra en proceso, una obra que podía actualizarse una y otra vez para reflejar las vicisitudes por las que transita un pueblo asediado por tremendas amenazas, a veces propias, a veces ajenas, a veces con rostro, a veces sin. Comenzó como una sutil crítica al gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu y evolucionó durante veinte años hasta una abierta denuncia al imperialismo yankee traducido en la Dictadura Cívico-Militar de 1976 que lo desapareció junto a sus cuatro hijas.
Un contexto diferente demanda estrategias narrativas diferentes, como así también la naturaleza del lenguaje audiovisual demanda el uso de recursos diferentes al del lenguaje visual. No tiene ningún tipo de sentido respetar todos y cada uno de los cuadros en su propio pacing (ritmo narrativo) cuando esas viñetas se compusieron para gente que las leía semanalmente y a veces se perdían alguna entrega: aquí se presenta un formato que excede lo bidimensional, donde el contenido se puede ver de corrido, sin pausas y sin perderse ningún capítulo.
Y la va a contestar varias veces, de manera diferente, a lo largo de muchos años.
La estabilidad de la transposición no se sostiene en al aire porque a unos teóricos de la Sorbona para nada carilindos pero desbordantes de facha se les ocurrió acuñar un término y dedicarse a contar billetes de regalías por libro vendido. Esto responde a una serie de procesos que entre sí construyen el andamiaje de la estructura transpositiva:
En primera instancia, exhibe el poder de un medio en una época determinada. Si hoy El Eternauta se da en una serie de televisión vía plataforma de streaming, es porque antes no había una plataforma de streaming que produzca series de televisión. La transposición se da como consecuencia casi natural de la aparición de un lenguaje, medio y dispositivo idóneo para que exista. Por ahí en un futuro relativamente próximo con una realidad virtual o aumentada de fácil acceso se pueda transponer con éxito el Ulises de Joyce para que experimentemos el fluir de conciencia por fuera de la prosa, o probar esos riñoncitos de cordero que se cocina Leopoldo Bloom si sos vegano. Hoy es imposible.
Consiguiente a esto, las transposiciones reproducen siempre una moda. Si se hace “la adaptación de”, es porque de una manera u otra se la demanda culturalmente. En esta misma revista tenemos un artículo sobre posibles comics nacionales a adaptar ni bien se confirmó el estreno de Stagnaros’ Eternaut. Porque así funciona este específico caso de semiosis: se produce en base a una tendencia, que se vuelve moda, y termina demandando más recursos transpositivos similares.
Para que funcione es imperativo que insista en una tradición. Tanto temática como, en cierto grado, retórica. Más allá de la historia, los elementos reconocibles de la misma y los recursos para apelar a la sensibilidad del espectador tienen que respetar cierto sentido histórico. Los Gordos Columba creen muy equivocadamente que esto significa que los subtítulos tienen que ser en tipografía mecanografiada de la época o que el storyboard tienen que ser la mismísima historieta recortada. Pero no, esto sería sepultar la tradición y convertirla en dogma, cosa en la cuál sólo encuentran sentido los libertarios y boludos genéricos de escalafón cognitivo a la par como María Florencia Arietto o la gente en estado vegetativo.
El proceso transpositivo conlleva orgánicamente una mediación entre el hipotexto y el hipertexto, que se traduce en una mirada sobre el texto base. Hay un proceso crítico, con elementos objetivos y subjetivos, que invariablemente va a devenir en un producto diferente en el sentido mimético, pero igual (o bastante igual) en el sentido temático. Si el hipertexto es exactamente igual al hipotexto, si no añade absolutamente nada nuevo, ninguna voluntad, subjetividad u operatoria discursiva por parte del realizador, no tiene sentido su existencia porque no aporta nada nuevo.
Esta mirada va a estar obligadamente atada a un estilo de época. Muchos recursos retóricos van a darse desde las soluciones más o menos estables de la tendencia productiva de la época. Esto a veces juega a favor y otras en contra. Romeo + Juliet (1996) de Baz Luhrmann tomó la obra de teatro trágica de William Shakespeare y la tradujo en un largometraje con estética y pacing absolutamente noventeros, explotando exitosamente el horizonte de expectativas estilísticas de la época; mientras que Chloé Zhao intentó adaptar Eternals (2021) con un planteo estilístico propio de las épicas cinematográficas de las décadas del sesenta y setenta, fracasando estrepitosamente con una audiencia que estilísticamente estuvo en su mayoría fuera de sintonía.
Por estas últimas dos razones, la mirada sobre el texto base y el condicionamiento de estilo de época es que el producto final, el hipertexto, siempre va a ser parcial. Nunca va a poder representar la totalidad del hipotexto, porque ese material original es intraducible no sólo por el lenguaje, sino por los procesos de mediación internos y las condiciones contextuales externas. Por mucho que se llore y se pidan remakes de las remakes hasta que Batman o Superman sean PERFECTAMENTE adaptados al celuloide, no va a suceder jamás. No hay resultados perfectos, sólo parciales.
Finalmente, y esta es la clave, la transposición quiebra una o más lecturas automatizadas del hipotexto. Lo bueno, lo maravillosamente bueno de la existencia de las transposiciones, es que nos permite renovar una lectura, poder disfrutar de algo que ya hemos disfrutado antes como si fuera nuevo. Todos esos elementos que deben eliminarse, todos esos que deben añadirse, y todos esos que deben cambiarse de lugar y forma para que una misma historia funcione en un lenguaje nuevo, permiten volver a un lugar conocido como si lo viéramos por primera vez. Y eso es un regalo impagable, un milagro de la semiosis.
“Pero no tienen el collar controlador” dijo un estúpido.
Entonces, en lugar de indignarte porque Favalli es ingeniero y no físico, o porque Polsky no es un jubilado raquítico de bigote chicano, o porque Juan Salvo tiene más de treinta y no es dueño de una fábrica de transformadores, o porque una venezolana maneja un Mehari en lugar de que Ricky Fort maneje e̶l̶ r̶a̶t̶i̶n̶g̶ un Rolls Royce; sacate la etiqueta de Lumilagro de la frente y disfrutá.
Disfrutá. En serio.
Estas viendo en pantalla algo que leíste y te maravilló. No tiene sentido que estés pendiente de maravillarte por aquello que debería pasar y te ofusques porque no pasa. Maravillate por todo lo que no leíste, por todo lo que sucede y no sabías que iba a suceder. Es lo fantástico de las transposiciones dotando de novedad a algo del pasado: vibran como recuerdos del futuro.
“Cualidad de eterno”