
¿Eternauta original o adaptación?
Por qué esperar fidelidad absoluta está siempre mal-
Sebastian Bronico
05 de Mayo de 2025
¿Es fascista el gobierno de Milei?
En la década de 1920, Alemania era un faro mundial en cuanto a investigación sobre diversidad sexual y de género. La institución de referencia era el Institut für Sexualwissenschaft (Instituto de la Ciencia Sexual) fundado y encabezado por Magnus Hirschfeld. En una época en la que las disidencias sexuales eran criminalizadas o psiquiatrizadas en todo el mundo, Hirschfeld recetaba “terapia de adaptación”, recomendando a sus “pacientes” que se integraran a ambientes con sus mismas preferencias sexuales, algo que era extraordinariamente eficaz para curar sus ansiedades.
El mismo Instituto tenía un acuerdo con la policía berlinesa que le permitía emitir “certificados de travestismo”, permitiendo que sus pacientes salgan a la calle usando ropas del sexo opuesto (algo prohibido por el código penal alemán) “por prescripción médica”.
Certificado de travestismo
En 1933 los Nazis llegaron al poder, producto de un acuerdo con partidos conservadores y centristas tradicionales. En mayo de ese año, mientras Hirschfeld estaba de viaje en Suiza, el Instituto fue atacado por militantes de la unión estudiantil alemana (Deutsche Studentenschaft) y las SA, las fuerzas de choque del partido nazi.
Los archivos del instituto fueron saqueados y buena parte de esa investigación, pionera para la época, quemada. Hirschfeld nunca volvió a Alemania y murió en el exilio poco después.
En el genocidio nazi subsiguiente, miles de personas de toda europa fueron asesinadas, entre otros motivos, por su orientación sexual o su identidad de género.
Saqueo del Insituito de Investigación Sexual de Magnus Hirschfeld, 1933
Primero vinieron por las disidencias, pero ni siquiera nos nombraron en el poema.
No debería sorprender, entonces, que uno de los colectivos más rápidos en nombrar a Javier Milei como fascista haya sido el de diversidad sexual. Y con qué potencia: el primero de febrero pasado, en plena temporada de vacaciones, organizó una marcha masiva en repudio a las declaraciones del presidente en el foro de Davos en las que equiparó a la homosexualidad con la pedofilia.
Durante los dos meses siguiente la intelectualidad bienpensante debatió si el gobierno de Milei es efectivamente fascista o si meramente estamos ante un caso de ultraderecha espumante. La discusión invadió programas de streaming, radios y medios escritos, entre otros. En general, está llevado adelante por intelectuales: politólogos, filósofos, historiadores, periodistas… y el tono reinante parece ser contrario a nombrarlo como tal.
En el mejor de los casos, se hablará de una “semejanza de familia”, para retomar un concepto de Ludwig Wittgenstein invocado por Eduardo Fidanza en un par de sus intervenciones.
Sería soberbio de mi parte enseñarle a estos profesionales su propio campo de estudio. De hecho, me parece interesante escuchar aportes desde quienes se dedican a la producción intelectual. Dicho esto, sí me parece pertinente marcar una cosa: creo que se equivocan en la interpretación de lo que decimos cuando marcamos que Milei es fascista.
Imaginemos un zoólogo porteño adentrándose en el monte chaqueño. Tiene un baquiano que lo guía. En un momento este apunta al suelo y le dice a su protegido “Cuidado, esa esa una huella de tigre y está fresca”.
El científico protesta: “No, es imposible. El tigre, nombre vulgar de Panthera Tigris, es un animal asiático. Ninguna de sus subespecies es originaria de América. Así que salvo que ud. diga que se escapó de un circo o de un zoológico, debe estar hablando de otro animal. Probablemente un yaguareté, o tal vez un puma”.
Y mientras el zoólogo da su clase magistral sobre taxonomía de felinos, el puma que hizo la huella aprovecha para saltarle al cuello desde atrás, dándole tiempo al baquiano para huir del monte.
Sospecho que me van a funar si caracterizo a ciertos participantes de una discusión como “sobreescolarizados”. En rigor de verdad es cierto, la educación es algo bueno en sí mismo. El problema es no saber manejar en qué contexto es apropiado abordar un cuestión desde saberes académicos.
Pero el zoólogo del cuento es más o menos eso: científicamente tiene razón. Hay motivos para distinguir un tigre de un puma. Pero si estas en el medio del monte, da más o menos igual si es un tigre, un león, un puma, o incluso un oso. Lo que importa es que es un carnívoro grande que podría comerte. El discurso del baquiano no es ni pretende ser científico, sino una advertencia.
A veces parecería que muchos intelectuales, al igual que el zoólogo del cuento, sólo comprenden la realidad en términos de producción científica. Así, si un colectivo sale a la calle a reclamar por sus derechos y llama fascista a un gobierno que intenta deshumanizarlos, la interpretación del intelectual es que los manifestantes movilizados están intentando hacer una caracterización politológica o histórica del gobierno actual. O al menos eso parecería
Pero no. Quienes decimos que este gobierno que gasea jubilados es fascista no estamos esperando que nuestra opinión sea publicada en The New England Journal of Political Opinology. Estamos haciendo una acusación ante la opinión pública, la de la enorme mayoría de la población que, o no accedió a la educación universitaria, o que incluso si lo hizo tal vez fue en carreras ajenas a las humanidades y las ciencias sociales. O sea, algo así como el 98% de la población.
Tal vez para esa población no sea del todo útil entrar en sutilezas sobre la caracterización de un movimiento político del siglo XX y la pertinencia de aplicar ese término en nuestro propio tiempo. Sin embargo, es muy posible que entiendan que el fascismo es algo malo, y que un gobierno que reivindica la última dictadura militar, está encabezada por un tipo que dice no creer en la democracia, parece obsesionado en perseguir minorías, compra todas las agendas de la ultraderecha internacional, cuyos referentes participan de todos los foros mundiales de las nuevas derechas radicalizadas… bueno, tal vez se parece bastante al fascismo.
Es cierto que hoy no estamos atravesando un plan de aniquilación de enemigos del Estado… pero esa no debería ser la vara para medir el fascismo. Como mínimo, diríamos que esa vara es poco útil si lo que nos importa es evitar ese destino mientras estamos a tiempo y no realizar un análisis de laboratorio. ¿Tal vez podríamos decir que el gobierno de Milei tiene ambiciones fascistas? ¿Tiene vocación fascista? No sé, les regalo el título que ustedes quieran, aunque siempre se aprecia la cita.