Uno de los animés más discutidos de cara a la temporada de invierno 23/24 es Dungeon Meshi, también conocido como “Delicious in Dungeon” o “Tragones y Mazmorras”. Esta serie, con un estilo muy “feel good” y con sus diseños de personajes redondos y tiernos, mostraba una idea interesante en un género olvidado a la buena de dios como es el anime de fantasía, tan trillado y bastardeado por los incontables “isekai” que aparecen temporada a temporada.
Como yo casi no veo animé (necesito saber qué es lo que va a pasar lo antes posible y me gusta leer), después de ver el primer episodio en Netflix dije: “apa, interesante”, y decidí saltar a leer el manga.
Ahora, tras varios días encerrado en mi cueva devorando páginas como un dragón que consume a los héroes que llegan a su guarida, llegué al final y me decepcioné, pero no porque cierra mal, no porque la historia es mala, sino porque su último tercio sufre de uno de los males más aburridos que tiene la narrativa japonesa: La finalfantasyficación de la trama y de los finales. Pero vamos por partes.
¿Qué es la narrativa “Final Fantasy” o JRPG?
Este tipo de historias son muy populares en los juegos de rol japoneses y consta de una trama sencilla y hasta tradicional. Un joven, normalmente hombre adolescente, vive una vida “normal”, conoce a alguien, normalmente una princesa, y arranca un camino para cumplir sus objetivos, usualmente ayudar a la princesa a volver al trono.
Hasta ahí todo bien, nada que no se haya visto en incontables épicas a lo largo del mundo, pero el problema radica en el final. Aunque la historia arranca con simpleza, algo se rompe en el medio y finalmente la trama lleva siempre al mismo final: Una pelea con dios y/o una deidad inmortal cuyo único objetivo es acabar o esclavizar al mundo.
Este tipo de historias no son malas “porque sí”, es más: muchas veces pueden funcionar. Sin ir más lejos Final Fantasy es una saga que suele llevar muy bien las narrativas de este estilo, pero el problema es cuando empieza a volverse repetitivo y hasta predecible.
El paradigma de Naruto
Naruto es un manga de la Shonen Jump creado por Masashi Kishimoto y que estuvo en publicación desde 1999 hasta el 2014. Cualquier persona que tenga un conocimiento mínimo de lo que es el animé sabe lo que es Naruto, pero como no todo el mundo lo leyó (y juro que es importante para esta nota), voy a hacer un resumen muy chiquito sobre esta obra.
El manga trata de un joven huérfano criado en la aldea oculta entre las hojas, que sueña con ser Hokage, el líder de su ciudad. En este mundo los ninjas son muy comunes y la historia acompaña a Naruto mientras pelea contra diferentes organizaciones ocultas y otras aldeas, en una especie de serie de espionaje mezclado con artes marciales.
A pesar de tener varias críticas sobre el manga, en líneas generales es bastante divertido y cuenta algo realmente entretenido, hasta que llegás al final… de la nada la trama hace un giro de 180 grados, lo que parecía una historia graciosa de ninjas y sociedades secretas se transforma en una mala copia de Evangelion con solo 30 capítulos para terminar el manga.
¿Por qué? Bueno, resulta que los malos eran controlados por otros malos, que la vez eran controlados por otros malos que al mismo tiempo eran títeres de (y no exagero) una raza ancestral de alienígenas todopoderosos, que usaron el planeta como un criadero para ejecutar un plan de criar humanos para después aprovechar su “chacra” como alimento y así sucesivamente.
En ninguna parte en los casi 700 capítulos anteriores dieron a entender que había una deidad todopoderosa que controlaba todo desde las sombras. Jamás hubo una construcción sobre la historia de esta raza y literalmente es un malo muy malo que aparece de la absoluta nada.
Soluciones fáciles, narrativas difíciles
Si Naruto hubiera terminado en la pelea contra Madara, o incluso si terminaba con Sasuke como el último antagonista, el final hubiera sido no solamente muy digno, sino que nadie podría poner asteriscos al lugar que ocupa la obra de Kishimoto dentro del canon del cómic japonés, pero en vez de buscar una narrativa más interesante lo único que conseguimos fue un final de JRPG salido de la absoluta nada.
Muchas veces se siente como si todos los mangakas aspiran a ser Dragon Ball. Con un crecimiento exponencial, un enemigo cada vez más y más grande, que lleve a los héroes hasta el final del mundo y que los vuelva indiscutiblemente “los más fuertes del mundo”, pero ¿Hace falta?
Personalmente creo que no, a veces los riesgos que enfrentan los personajes pueden ser menores en escala, pero igual de terribles a nivel narrativo. Un rey malvado que quiere invadir una tierra, un empresario avaricioso que busca conseguir más riquezas o hasta un simple malentendido que termina con una guerra evitable. Explorar a la humanidad, sus deseos, sus logros, su avaricia, termina siendo mucho más interesante que decir “un hechicero lo hizo”, y tirar una deidad infinita con tres fases y una canción en latín copada, sobre todo cuando la trama nunca te da a entender que va para ese lado.
Más que un problema
Dungeon Meshi tiene varios problemas argumentales y artísticos. El manga no te cuenta el pasado de los personajes más que lo mínimo indispensable para que la historia siga. Deja tramas interesantes sin explorar en su afán de llegar rápidamente al final de la mazmorra, su formato de paneleo, si bien no es malo tampoco es bueno, lo que le da un aire mediocre que golpea duramente el resto de la obra.
Pero el principal problema, el causante de llegar al final JRPG, es que no sabe si quiere ser comedia, drama, acción o slice of life y termina transformado en una quimera, que más que las que aparecen entre sus páginas se parece a Tucker en Full Metal Alchemist. Eso lleva a la conclusión final de “ya fue, metamos al demonio y que sea una historia más del hombre contra lo divino”.
Eso hace que los últimos capítulos no se sientan un cierre interesante, sino una problemática que se vio incontables veces y con un jefe final que, no voy a decir que sale de la nada porque un poco que podés ver para donde va cuando profundizan más en las mecánicas de las dungeons, pero que al mismo tiempo aparece solo sobre el final y de manera muy aburrida y burda.
Tampoco quiero quitarle mérito a la obra, que cada tanto tira alguna punta interesante, y su último antagonista, trillado y apurado, al mismo tiempo tiene algo de “profundidad”, pero eso no quita el hecho de que, como dijo George Harrison en Los Simpsons “Esto ya se ha visto”.
La conclusión es que no hay conclusión
Mientras japón y la industria del manga exista cada historia que disfrutes de la tierra del sol naciente corre el riesgo de tener un dios al final del arcoiris. Ya sea que estés leyendo un Spokon sobre golf, un slice of life adolecente o hasta un josei sobre la industria del maquillaje en cualquier momento puede aparecer el rey demonio y de la nada se vuelve Final Fantasy.
Por eso, la próxima vez que abras las páginas de un manga, le pongas play a tu capítulo de anime favorito o arranques una partida de un JRPG que te guste mucho pensá ¿En qué momento aparecerá un dios para decir nao nao amigao y transformar esto en una pelea épica contra el destino?
MECHA es un proyecto comunitario que hacemos a voluntad. Si te gustó este artículo, te proponemos invitarle Cafecito a su autor/a/e como reconocimiento.
MECHA es un proyecto comunitario que hacemos a voluntad. Si te gustó este artículo, te proponemos invitarle Cafecito a su autor/a/e como reconocimiento.