
02 de Abril de 2025
Con los pies fríos y la tripa dolida
Conmemorar la memoria de aquellos que sobrevivieron, sirvieron y murieron en la Guerra de Malvinas. Incluso cuando la historia oficial no lo quiera.
Con los pies fríos y la tripa dolida
Hace no tanto tiempo, la mayoría de los gobiernos democráticos post 1983 acordaban tener una postura bastante coherente sobre Malvinas: reclamar la soberanía (o al menos entorpecer cualquier intento de mayor control británico) sobre las Islas Malvinas. Esto no es tan nuevo, antes de la guerra y la dictadura del año 76, todos los gobiernos en mayor o meno medida participaban de forma activa en la disputa diplomática sobre la soberanía. ¡Más vale! Las islas representan un punto de control logístico entre dos océanos que, incluso con el Canal de Panamá, todavía son un semáforo importante para el paso de flotas navales de proyección (como la estadounidense o la antigua británica; ¿quizá en algún futuro la china?). Ni hablar del potencial pesquero (ahora también energético).

Así como la complicidad civil ayudó y financió a la dictadura, también creó una pantalla de humo para esos dos meses de guerra.
Lamentablemente, para la actual casta política que gobierna, lo que importan son los negocios. Aparte de las toneladas de oro asegurado en bóvedas inglesas. Sin más con ir a sus antecesores en la era Macri y el acuerdo Foradori – Duncan (que por suerte lo tiraron abajo), “acá lo que importa es no joder el tránsito de guita”. Así es como muere la verdad y la historia oficial muta a falacias y dichos traicioneros que tiran al olvido lo que pasó y por qué pasó. Irónico, la verdad, ya que la misma generación de Martínez de Hoz les dio lugar a traidores como Galtieri que colocaron todos los dominós para que cayeran derecho a un conflicto con los ingleses. Irónico, sí, hasta amargamente gracioso. Parece que tuvieran retraso madurativo: son infantes tratando de limpiarse las culpas de sus propias cagadas.
Une ante esto puede llegar a decir: “bueno, pero la calle se acuerda”. Sí, a medias. Todes quienes vivimos el octubre negro del 2023 nos resonaba en la cabeza “…por los pibes de Malvinas que jamás olvidaré…” mientras veíamos los porcentajes de victoria electoral llegar al 60% de un tipo que abiertamente admira a Thatcher, además de que su oportunidad para reclamar sobre nuestra soberanía la gasta “tratando de reconciliar a las fuerzas armadas”. Me pregunto cuántos veteranos en sus últimos momentos se acordaron del hambre y las estacas.

Próximo juego de “El Burro Studio”
La de Malvinas es una de esas guerras raras. En la historia de la humanidad, y de la ficción también, abundan. No por eso adoptan un significado más grande en la memoria (si la recuerdan) colectiva de los pueblos: así como “la mano de Dios” en un partido de Mundial significa una especie de revancha, los que vivieron y se salvaron de la muerte toman otra representación.
Por testimonios y relatos sabemos que pocos sobrevivientes de eventos bélicos se ven como héroes. Se siente como un oxímoron, casi, pero a mí me hace acordar a uno de los trasfondos en el videojuego Mass Effect: originalmente, el protagonista podía ser el único en zafar de un choque en un planeta extraño y quedar incomunicado a la buena de Dios por bastante tiempo. Por tal acción se lo condecoraba con la máxima medalla y se lo tildaba de “héroe”. Esta conexión rara nos hace pensar en el porqué se les da el manto de heroísmo a los que volvieron, los que padecieron el frío, el hambre, la muerte estruendosa y azarosa. A los que sintieron el frío del Atlántico Sur mientras flotaban después del ataque a traición al Belgrano.
Es quizá una relación emocional como la que hacemos ante la derrota cada vez que recordamos Obligado; contextualizamos el sacrificio y la penuria por una causa mayor y que data de hace un siglo.

La operación que pudo haber cambiado todo en la guerra.
Sin embargo, no queda solo en el recuerdo de la soberanía, sino en la pesadilla de la tortura.
La decisión inhumana de exponer a conscriptos como principal línea de defensa terrestre, al igual que esconderse con la media verdad de que los ingleses irrumpían las líneas de suministro, para que luego se encontraran comida y ropa sin entregar; todo para que luego se pretendiese disciplina y sino tortura ante la queja o el intento de subsistir. A esto también le sumamos la falta de coordinación por disputas entre la propia Junta que retrasaban planes de acción y actividades ofensivas que, de llevarse mejor a cabo hubieran significado una plausible victoria.
No es coincidencia ni ironía: cuando el escudo se comporta como espada, rara vez recuerda como defender al que lo porta. El heroísmo de la venganza del Belgrano o la leyenda del “soldado Pedro” (que inspira en parte al próximo juego Malvinas: la última carta) son epopeyas que se pierden gracias a que la mano rectora le importaba poco y nada la verdadera causa soberana. Mientras que 30 000 de sus compatriotas morían en frías celdas o arrojados desde miles de metros de altura (otra ironía diabólica pensar que muchos de esos Hércules C130 repostaban aviones que hundieron barcos británicos, mientras que en el continente arrojaban personas hacia al vacío), miles de jóvenes padecían igual frío y hambre. Todo esto para seguir designios de asesinos y genocidas.

Cientos de cruces para conmemorar a aquellos que solo Dios conoce.
Malvinas sigue siendo hoy una cuchilla enterrada en las costillas de cada patriota de la causa nacional y latinoamericana, cada persona que detesta el imperialismo o el fascismo, pero es la obligación y responsabilidad de cada uno recordar eternamente a esas 649 almas (y las cientos de más vidas que se llevó el suicidio) “solo recordadas por Dios”. Para jamás olvidar que sí, ganamos la democracia gracias a su sacrificio, pero nunca más debe ocurrir algo que lleve a nuestros jóvenes a la muerte y el desamparo. Mientras los gobiernos de los negocios y los fascistas se olvidan y borran las derrotas, siempre debemos recordar a aquellos que no volvieron (pero también a los que sí) y recordarles que su causa siempre se ubicará entre las de los justos y los patriotas.