
04 de Agosto de 2025
Chocolates Dubai, Labubus y Estrellas Culonas
El streaming del CONICET rompe records
Chocolates Dubai, Labubus y Estrellas Culonas
Bauman dice que vivimos en la modernidad líquida, pero si quisiéramos ponerle un término que entendamos mejor todos los chronically online, podríamos decir que vivimos en la era del chocolate matcha pistacchio labubu.
Nos comió el algoritmo
El entretenimiento hoy por hoy consiste en una yuxtaposición infinita de referencias y trends, todas ellas muy SEO friendly con gancho en los primeros tres segundos.
Vivimos en el mundo en el que Lily Phillips coge con 1000 hombres en cámara para comercializar ya no erotismo, ni siquiera sexo, si no excesos. Vivimos en el mundo que se ríe de los videos de comida yankis en los que hacen una tarta de hamburguesas con mac and cheese, papas fritas y dos capas de cheddar encima, pero se le pide a los “creadores de contenido” que hablen más lento porque es usual que los usuarios reproduzcan sus videos en 1.5x.
Pero la esperanza renace
Si pudiera, pasaría todo el párrafo anterior como secuencia de títulos de Star-
wait, puedo:
secuencia de títulos a la Star Wars
Volviendo.
En ese contexto de aceleracionismo suicida, de pérdida absoluta de la capacidad de concentración humana, en ese modelo de gratificación instantánea del deseo de entretenimiento, surge de las profundidades del océano, a 300 km de la costa argentina, un acto de insurgencia inesperado pero necesario…
La estrella culona.
Hace como cinco días que el streaming más mirado en Argentina (y con un buen caudal de vistas en otros países también) es la campaña científica llevada a cabo por el Grupo de Estudios del Mar Profundo y el Schmidt Ocean Institute, en el que 24 biólogos y un geólogo coleccionan muestras y especímenes de bichos rarísimos que viven en las profundidades del océano.
Escribo esto un domingo a la tarde y la mitad de mi TL en twitter pregunta a qué hora empieza el stream de peces hoy.
Contra toda la lógica que domina la estrategia comunicacional y política estos días, parece ser que -el público- no tiene tantas ganas de ver pelados gritando postas de dudoso sustento.
Ni siquiera tenemos tantas ganas de ver a nuestro presidente tener un brote psicótico y jugar con títeres a las 2 am. Y los libertarios lo lloran:
Y lo lloran:
y lo lloran:
y lo lloran:
Los peces nos dan una nueva esperanza de que abajo de todas esas capas de chocolate matcha pistacchio labubu, gordos tirapostas en streamings financiados por el Gordo Dan, y la ética protestante que nos exige exprimirle la productividad a cada segundo de nuestra existencia, aún existe la parsimonia.
Y no hablo de la parsimonia de estos chads:
o este tipazo:
Hablo de la parsimonia de quien prende el stream del CONICET sin saber si va a ver un calamar fluorescente o la batalla de escapada de Tenazas.
Puede que el espectador esté horas frente la pantalla sin ver más que sustrato, sedimentos, y alguna que otra araña de mar.
Si tiene suerte quizás escuche la voz bebotera de Nadia en el turno noche, pero el sonido proliferante será el silencio, y de fondo, el ruido del robotito succionador de bichos.
Pero seguimos mirando. Porque es gratificante cuando sí se nos presenta una estrella de mar particularmente rara o un pulpo incubando, pero también porque el consumo sin expectativas, sin excesos, sin golpes de efecto cada tres segundos es relajante. Se siente un poco como volver a casa. Quién hubiera dicho que en medio de tanta destrucción, la paz iba a volverse atractiva.
Es cierto que también es agradable escuchar a personas que saben en serio y valoran el conocimiento, y que admiten que no saben cuando no saben, en vez de hacer una perfo de reírse de sus propios chistes. Es verdad que sus tonos de voz calmos y dulces que no nos gritan como tachero enojado son un lindo contraste al statu quo.
Pero creo que ante todo, a veces simplemente gana el alma humana, y en lo más profundo de lo humano hay un impulso hacia la belleza. Y qué es esto, si no belleza: