
Postales del Apocalipsis
¿Por qué nos gusta la ficción post-apocalíptica?-
Sole Zeta
Bloodshot, Alien Books, Mauro Mantella y la transfobia
Loco, uno no tiene descanso.
Bajo del micro después de pasar un fin de semana en Rosario para asistir a Crack Bang Boom, el mejor festival de historietas de toda América Latina (la crónica, pronto, en Mecha), y me entero de que, mientras estuve offline durante el finde, hubo tremendo despelote con una nota escrita acá por Seba Brónico (la leí hace un rato y me pareció redondita y excelente, como su autor: que no es tan redondito, pero sí excelente) y con unas acusaciones de transfobia que apuntaban al guionista argentino Mauro Mantella.
Resulta que la editorial Alien Books publicó la semana pasada el primer número del relanzamiento de Bloodshot, personaje de Valiant Books creado por Kevin VanHook, Don Perlin y Bob Layton en los primeros noventa, que pasó por múltiples lavadas de cara y relanzamientos en su historia. Este último relanzamiento se llama Valiant Beyond, gestionado por Alien Books, que tiene la particularidad de ser un estudio de producción editorial compuesto en su totalidad por argentinos.
Leí el cómic en cuestión, y es una aventura de tiros y acción con vampiros y nanobots (¡NANOMÁQUINAS, HIJO!) súper competente, realizada por gente con años de experiencia en la industria. El problema es que en las primeras páginas aparece esta viñeta:
El texto en la viñeta dice: “Hay niños que quieren ser mordidos para convertirse en vampiros porque su influencer favorito dice ser uno. Y padres que obligan a sus hijos a ese cambio irreversible… solo para sentirse modernos… creyendo que lo agradecerán cuando crezcan.”
Una de las tantas herramientas a disposición de los discursos de odio actuales (y para profundizar recomiendo fuerte esta nota de nuestra Lucía N.) es el llamado dog whistle en inglés. Silbato para perros. ¿Qué hace un silbato para perros? Emite una frecuencia que solo ellos pueden escuchar. Aplicado a los discursos de odio, dog whistle se refiere a la práctica de ocultar bajo una construcción aparentemente inofensiva un mensaje más oscuro.
Se vuelve evidente, ¿no?
El cómic se publica, sale a distribución, llega a las calles y, a las pocas horas, aparecen un montón de yanquis gritando transfobia y pidiendo explicaciones. ¿Y qué pasa?
La editorial culpa a Google Translate.
An Update from Alien Books.
— Alien Books (@alienbooks.bsky.social) 2025-08-15T21:52:32.443Z
En un comunicado publicado el viernes 15 de agosto, Alien Books y Mauro Mantella, guionista responsable del texto, se disculpan aduciendo que fueron “sutilezas que se pierden al traducir” y que la intención original no era atacar a la comunidad trans. Aseguran que el texto será corregido en futuras recopilaciones y en la edición digital, además de someter los guiones a un proceso de revisión más exhaustivo.
Mantella, en paralelo, publica en su Instagram un descargo que da más cringe que otra cosa: alega que no podría ser transfóbico dada la historia argentina reciente con el golpe militar del ’76 y cómo eso toca de cerca a la comunidad comiquera por la desaparición de Héctor Germán Oesterheld y sus cuatro hijas; dice ser consumidor de teorías conspirativas como material para “darle combustible a la imaginación” y, agárrense, remata que jamás podría ser transfóbico porque es peronista de centroizquierda.
Comencemos por entender que, para el yanqui promedio, percibirse peronista significa ser un minion sin mente que sigue a un líder cuyas políticas se mezclan en la misma jarra loca con Mussolini, Hitler, Stalin, Pol Pot, Saddam Hussein y cuanto dictador quieran nombrar. O sea, digamos, no es una defensa particularmente brillante.
Ponele, incluso, que uno entienda que el guión quiere hacer un comentario sobre cómo las redes sociales y los influencers fuerzan a las infancias y a sus padres a tomar decisiones de salud cuestionables e incluso peligrosas.
Ponele, incluso, que ese mismo público se haya puesto a bucear en el Twitter de Mantella y haya encontrado resultados, digamos, particulares:
Ponele que hayamos estado viviendo en un termo los últimos años y no podamos trazar una línea clara entre el discurso de esa viñeta y las declaraciones constantes y recurrentes de Donald Trump (presidente del país en donde este cómic es publicado) contra la comunidad trans o las de Javier Milei (presidente del país en donde el cómic es producido) en ámbitos como el Foro de Davos el pasado febrero.
Ponele, poneeeeeele que en medio de lo que es producir cómics bajo presión, contra reloj y en modo máquina de hacer chorizos, nadie haya leído el texto con detenimiento (cosa que me consta que ocurre, y mucho más de lo que se imaginan) y que todo pasara desapercibido hasta que el público lo hizo notar.
Ponele que las disculpas alcancen y que el error se corrija en próximas ediciones. Sin embargo, cuando una obra reproduce casi al pie de la letra los marcos discursivos que hoy alimentan la violencia contra una comunidad vulnerable, ya no basta con aclarar que “no era la intención”. Las palabras nunca circulan en el vacío: cargan historia, contexto y consecuencias. Y en un medio como el cómic, que tantas veces supo ponerse del lado de las luchas sociales, conviene recordar que cada viñeta también es una toma de posición. No se trata solo de un malentendido de traducción ni de una polémica pasajera en redes: se trata de asumir que contar historias implica una responsabilidad (diría Ben Parker). Porque hasta en una historia de vampiros, yakuzas, tiros y nanobots se juega la forma en que imaginamos el mundo que habitamos.