Mientras tipeo estas palabras en otro fugaz, mas no sin importancia, día de la Soberanía Nacional, reflexiono sobre batallas que se han producido en la ficción itinerante y que mantienen su vigencia aún cuando quizá se hayan reinterpretado, visto opacadas o simplemente reemplazadas por otras gestas más grandes. También pondero en especial sobre aquellas que, en esencia, fueron derrotas hechas y derechas para “el bando bueno” que, por el contrario, representan un legado importantísimo para sus respectivos universos ficticios.
Sí es cierto: la mayoría de estas batallas pertenecen a fantasías militaristas (prometo que no todas); sin embargo, aúnan en la herencia de resistencia los deseos fervientes de seres humanos que, bajo la misma constelación que guió el espíritu de Mansilla y sus dos mil confederados, la fe de que el sacrificio es por algo: un día más de vida, una oportunidad más. En contraste, también pudieron implicar un quiebre tan importante en la historia, su historia, que marcan inicios y colapsos de eras.
Así que aquí los invito a repasar conmigo algunos conflictos (batallas que esencialmente fueron escaramuzas o que, por el contrario, se dieron durante una campaña entera) que resuenan aún hoy en la fantasía y la ficción.
May God Help Us All
Nuestra primera parada es un hito de la zombiemanía de los 2000 y plasmada en una crónica de guerra bellamente estructurada y narrada por sus propios protagonistas dentro del libro Guerra Mundial Z: la fatídica batalla de Yonkers.
Corría el año 2006, el mundo entraba en el limbo de los reality shows, las Guerras por el Petróleo, se daba cuenta que entrábamos en la globalización y poco a poco se asomaba el mundo multipolar (o, al menos, sus primeros indicios). Es aquí donde Max Brooks nos narra el brote, pánico global y luego campaña militar mundial para destruir las secuelas del virus Solanum.
Para el punto en que se suscita esta “last stand”, tanto Estados Unidos como el resto de los países del mundo atravesaban el periodo que se conoce como “Gran Pánico”: poblaciones de distintas partes del planeta corrían despavoridas para alejarse de las hordas de zombis que se formaban en cada país y continente. Israel sellada donde palestinos y judíos (eran los 2000, entiendan) defendían los muros del Levante contra los muertos, China colapsa en otra guerra civil (los primeros en ser atacados, los primeros en colapsar) y el Plan Naranja toma forma en la Sudáfrica asediada; pero nada de esto movía al impasible gigante del norte.
Una conflagración entre una pseudo vacuna, Phalanx (que funcionaba para otra enfermedad), el accionar de “Equipos Alfa” de contención de brotes pequeños, un invierno particularmente largo (los muertos vivos entran en letargo durante el frío según algunes autores) gracias al desbalance climático por el uso de armas atómicas de otros países y una actitud general de encubrimiento por parte del establishment, creó una burbuja de “no pasa nada” (si te suena esto, en la vida real estamos acá) durante los primeros meses del Pánico.
De pronto, todo estalla. Nueva York cae ante la epidemia; alrededor de 12 millones de zombis, más los brotes de toda la costa Este estadounidense se perfilan para comerse al resto del país. Evacuaciones desorganizadas, miles y miles de muertos que se creían inmunes por la vacuna falsa, otros cientos más que se arrojaron a un éxodo mal planeado hacia la intemperie comienzan a destrozar cualquier orden social. Es aquí donde el Estado Mayor Conjunto y el presidente eligen lugar y fecha para un ultimate showdown: Yonkers, al norte de Bronx y durante el verano más cálido registrado hasta la fecha.
La batalla se pensó como un ardid publicitario: movilizar a una enorme fuerza mecanizada y altamente equipada que pulverizaría cualquier rastro de muerto vivo en cualquier parte de la zona triestatal. Tanques, IFV, APC, vehículos de guerra electromagnética, misiles Patriot, artillería MRL, apoyo aéreo para lo que quisieras, tropas equipadas con lo último en blindaje, aislamiento químico y comunicación electrónica; toda la venia para llamar la atención del público a través de los cientos de corresponsales metidos entre medio de las líneas de fuego.
Este despliegue resultó en un fracaso estrepitoso que se cobró la vida de cientos de soldados profesionales y pérdidas de equipo invaluable para las futuras campañas. Sin mencionar que el fracaso militar televisado produjo un efecto en el yankee promedio similar a reventar un globo con un objeto punzante, además de que obligó al gobierno federal a retirase hasta las Rocallosas (algo así como si nos tuviéramos que retirar a la Cordillera de los Andes).
Si bien Yonkers tendría su redención con la batalla de Hope (siete años después), durante años y aún hoy se ha debatido qué salió mal, qué cosas el autor a propósito dio como desprovisto a un ejercito logísticamente y armamentísticamente tan preparado como el del imperio y qué tan realista sería una confrontación así en el mundo real. Más allá de esto, las reverberaciones de Yonkers se sintieron por años en el libro y configuraron la entrada en acción del plan Redeker.
Hoy, aun cuando no deja un legado a la altura de Obligado como evocaba al principio, siento que nos arroja una reflexión en especial después del coronavirus: la corrupción, la complacencia, la incapacidad de aceptar una amenaza al estatus quo; todo un conglomerado de actitudes que harían palidecer de rabia a San Martín, prócer que una vez recalcó su indignación ante la inacción y el despropósito.
Cadia Stands!
Ah, Cadia: el famoso hito del mundo de Warhammer 40K. Aunque ya hemos comentado algo sobre este juego de mesa, cualquiera que mínimamente se interese por el trasfondo conoce o ha escuchado hablar de la catástrofe y legado de Cadia: el mundo-fortaleza que en el año 999 del milenio 41 viviría su prueba más ardua frente a la 13° Cruzada Obscura liderada por Abaddon, el Saqueador.
El planeta Cadia por sí solo ya era un punto invaluable para el Imperio de la Humanidad. Todo hombre y mujer que naciera en ese planeta se insertaba obligadamente en uno de los reclutamientos militares más excelsos del Imperio; sin más, el planeta fortaleza se había visto asediado por las fuerzas del Caos innumerables veces dada su posición estratégica y su historia.
Hasta ese fatídico año 999 del milenio 41. Como les mencioné, Abaddon, el campeón de los Poderes de la Ruina, heraldo del Caos, decidió atacar con todo al planeta baluarte del Imperio y por fin de una vez terminar con el Imperio y su culto al Dios Emperador.
Lo que prosigue fue una masacre que duró días donde regimientos cadianos, Capítulos enteros de Marines Espaciales, contingentes enteros de Adeptas Sororitas y una legión de máquinas de guerra del Adeptus Mechanicus pararon oleada tras oleada, en una defensa casi inmutable, de demonios, criaturas mutadas y soldados corrompidos. Al lector casual le suena chino esto, pero un equivalente al mundo real sería si combináramos las fuerzas y materiales de la Invasión de Normandía, todas las divisiones involucradas en la Campaña de Kursk en 1942 y las flotas japonesas y estadounidenses del Pacifico durante la batalla de Midway, pero las pusiéramos a pelear contra Chuthulu. Aunque con esto incluso me quedo corto.
El saldo de esta derrota es básicamente el surgimiento de una leyenda. Al no romperse el cerco de Cadia, Abaddon decide arrojar una Fortaleza Negra contra la superficie del planeta (algo así como arrojar la Luna contra la Tierra) y tal como un niño que se abalanza sobre un tablero porque está perdiendo, acabar con la partida sin declarar que perdió. No obstante, esto no desanimó a las ya cansadas y constantemente asediadas tropas cadianas: se dice que mientras el choque de la colosal nave rompía y quebraba los continentes, se podía ver todavía y desde la órbita del planeta el centelleo de las armas de los combatientes de la humanidad. Esto dio a luz a uno de los mantras producto de la batalla: “El planeta se quebró antes que la Guardia”.
Como dijo Juan Marcos Pollio en la nota que cité sobre Warhammer y Peronismo, es complicado ponerse del lado de los nazis solo porque pelean contra horrores cósmicos, a lo que no me sorprendería si a usted lectore le da mala vibra este ejemplo de batalla (y todavía más si intento crear puntos en común con la de Obligado). No es la intención.
El propósito de este caso en cuestión (o como el de Reach del universo de Halo por qué no) es recordar que el nihilismo es para débiles y, en contraposición, la fe es para los valientes. Sí, es conflictivo en el mejor de los casos lo que digo, pero en ninguno de los ejemplos (tanto los de nuestra historia, como los que menciono de la fantasía) sus protagonistas perdieron eso en el interior de cada uno que les hace creer aún cuando conviven con la idea de una derrota inminente, aun cuando fueron solo simples mortales peleando contra lo inevitable. Tolkien decía que era el Fuego Secreto que nos proporcionó Eru, pero supongo que es más food for thought para cada une de nosotres, ahora en estos tiempos más que nunca.
Esa maldita nieve mortal
Es de noche, estás jugando al truco con unos amigues. Hace un poco de frío, pero está linda la nocturna. No te das cuenta, al principio, pero por una ventana vez que nieva. “–¿Nieve?”, te decís a vos mismo mientras llamás la atención de todes a este evento tan ocurrente. “–¿En esta época del año?” …
El hito de ciencia ficción craneado por Oesterheld y plasmado en tinta por Solano Lopez da nacimiento a una de las batallas perdidas por el destino de la humanidad: la batalla por Buenos Aires. Una raza denominada misteriosamente como “los Ellos”, con docenas de recursos a su disposición, se propone a conquistar el planeta Tierra y arranca, por cuál otro lado y dónde más, por la “Paris del Río de la Plata”.
Nieve radioactiva, dispositivos de control mental, bestias de otros mundos a sus órdenes, todos esos horrores deben enfrentar Juan Salvo y su banda de supervivientes, sin un objetivo claro al principio, pero luego con la meta clara de resistir. Resistir una vez y mil más ante la adversidad. Ya sea en las gradas del Estadio River Plate o por la Avenida de Mayo, la gesta de resistencia (armada convencional o guerra de guerrillas luego) nos deja el típico sabor amargo de que el horror nunca termina. De que el enemigo, con todos sus recursos y capacidades a disposición, está casi predestinado a ganar.
Sin embargo y acá me paro derecho ante la cuasi continuidad: la derrota temporal es amiga entera del ser argentino (y me arriesgaría a decir, del Tercer Mundo también). El ejemplo de Obligado, de Malvinas también y de esta ficticia batalla por Buenos Aires (que dicho sea de paso termina con su pulverización atómica) no nos hacen más que recordar por qué los argentinos seguimos creyendo, continuamos aferrados a nuestra irrompible fe y resistimos. Resistimos una y mil veces más ante todo.
A un año del aniversario de la victoria de Milei -al momento de escribir este artículo-, no me parece mejor momento que revivir estos sentimientos de lucha, resistencia y creencia. Por más difícil que sea y por más simple que parezca comportarse de manera cínica, no creo que haya mejor momento para tomar inspiración en estas batallas por la fantasía.
Derrotas, sí, pero como dije y repito hasta el cansancio: la argentinidad está acostumbrada a perder y brilla al momento de enfrentarse a esa certeza. En cualquier caso, de que sus protagonistas fugaces vean la victoria o no, el sueño de la victoria por lo que importa y ese deber moral por resistir nos mueve tal cual movilizó a los protagonistas de los ejemplos anteriores.
MECHA es un proyecto comunitario que hacemos a voluntad. Si te gustó este artículo, te proponemos invitarle Cafecito a su autor/a/e como reconocimiento.