Superman, de James Gunn

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Superman, de James Gunn

Comencemos diciendo que esta reseña no tiene spoilers ni menciona nada que no se haya visto en algún trailer.

Cualquier película de Superman se enfrenta, desde el momento en que alguien va a tirarle la propuesta a Warner Bros., a estar a la sombra (o más bien, a caer presa del campo gravitacional) de las películas de Richard Donner. Fue el problema que tuvo Bryan Singer (basta de la mentira de Bryan Singer, por favor) en 2006 con Superman Returns, que de tanto homenajear a Donner terminó entregando una película de los 70… pero cuarenta años más tarde. (Hay veces en que esto sale bien. Acá salió MUY mal).

Fue el mismo problema que tuvo Zack Snyder cuando tomó las riendas del wannabe DCU en los primeros 2010 y entregó Man of Steel en 2013, con un Superman acorde a su visión del universo DC: de Superman solo tenía el nombre.

Ojo, en líneas generales defiendo ese intento de universo porque, mal que mal, me parece que supo tener cierto grado de potencial. Pero era un universo de superhéroes comandado por un tipo a quien los superhéroes jamás le movieron un pelo, y se nota.

Entra James Gunn a la ecuación, después de comandar una serie de éxitos importantes en Marvel, con DC prácticamente entregándole las llaves de la Ferrari luego de una década a los tumbos y sin mucho que presumir. Si bien esta película no es la primera de este nuevo universo, podemos decir que es la que vino a ponerle primera a este nuevo arranque.

Y lo hace maravillosamente bien.

Gunn toma una tercera posición que no es ni el homenaje necrofílico a Donner ni esa versión oscura para quinceañeros de Snyder. Hace una película de superhéroes luminosa, pero que no enceguece con lugares comunes; comiquera a morir, pero sin ser críptica.

Y qué lindo es ver a alguien jugar con estos personajes sabiendo que tiene un amor genuino por ellos. Sí, todos oímos a Gunn decir que iba a inspirarse en All-Star Superman, pero de forma no tan obvia también lo vemos homenajear al Superman de Byrne, al de Wolfman, a Morrison, pero también a Loeb, Waid, Giffen y muchos otros más, cuyas visiones para este ensamble de personajes están muy presentes en la película.

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Y qué lindo ensamble, eh. El casting es precioso, pero por sobre todas las cosas, funciona. Hay química entre Clark y Lois. Jimmy Olsen no es un idiota. Perry White tiene su momento “somos periodistas, queremos periodistear”. Ma y Pa Kent son dos granjeros de Kansas y hacen todo lo que uno esperaría de unos padres como ellos. (Por cierto: ¡por fin los Kent tienen acento de Kansas, viejo!).

Y el Lex Luthor de Nicholas Hoult es maravilloso: un villano sin pruritos ni dilemas a la hora de ostentar su villanía y restregárnosla en la cara. Gunn se aviva y se hace cargo de algo que aqueja al cine de superhéroes desde hace ya demasiado tiempo: en la búsqueda de villanos memorables para la pantalla grande, intentaron “darles profundidad y complejidad” a personajes que ya lo eran, y en esa búsqueda los volvieron huecos. Por otro lado, lograron que el espectador empatizara más con ellos que con los héroes, que pasan a ser defensores del status quo (siempre lo fueron, pero esa es otra discusión) y amigos de la yuta.

Todos, todos, todos hinchamos por Bane después de escuchar su discurso en la cancha de fútbol americano en The Dark Knight Rises. Todos empatizamos con Thanos cuando habla sobre la escasez de recursos. Y ahí se achata todo. Porque el universo es un espacio infinito, con recursos infinitos. Que esos recursos escaseen no es un problema de población: es un problema del capitalismo.

Thanos es un gran villano porque está enamorado de la personificación física de la Muerte y quiere matar a la mitad del universo para que ella le dé bola. Y lo logra. Lo que sucede después en el cómic del Guantelete del Infinito es maravilloso. En la peli, en cambio, hay un ñeñeñe que no lleva a nada y, para tener ese tercer acto fantástico de Endgame, tienen que ir a buscar a un Thanos de otro universo.

Tomo toda esta tangente porque lo que quiero decir es: que este Luthor sea tan irremediablemente malo es aire fresco en una habitación que estuvo cerrada a cal y canto durante demasiado tiempo. Y es bienvenido.

La película no le escapa a dar algunas definiciones sobre el presente, como el conflicto entre Boravia/Israel y Jarhampur/Palestina. Es hasta gracioso ver la gimnasia mental que hacen algunos yanquis para enmarcar esta decisión dentro de sus narrativas. Los invito a darse una vuelta por Twitter o Reddit para ver de qué les hablo.

Pero no es lo único. También hay mensajes bastante evidentes hacia la cultura gamer y cómo es usada por la derecha global, los trollcenters y sus fábricas de engagement tóxico. Luthor no es un análogo directo de Elon Musk, Jeff Bezos y compañía, sino el ideal al que todos ellos aspiran llegar… si no fuese porque son profundamente estúpidos.

Los guiños comiqueros son muchos y bienvenidos. Como dije antes, no entorpecen el disfrute de la película. Si uno solo leyó All-Star Superman, pescará algunos detalles. Si está al día con lo publicado por DC post-Crisis de 1985, pescará muchos más. Y si jamás agarró un cómic de Superman, nada de esto le importará demasiado, pero igual disfrutará del viaje sin problemas.

No deja de ser una película de James Gunn, por lo que la música y las discusiones sobre ella tienen un papel importante. No tanto como en Guardianes de la Galaxia, pero, de nuevo: Gunn es uno de los pocos directores del género que puede ser considerado un autor.

Y en medio de este clima de películas manufacturadas con algoritmos, focus groups, reshoots y reescrituras para que no bajen las métricas, Superman se siente como eso que mencioné antes: el universo cinematográfico de DC fue una habitación cerrada durante demasiado tiempo. Era hora de que alguien viniera a abrir las ventanas, sacudir las cortinas y dejar entrar el sol y el aire fresco.

Ahora la pelota la tienen los que siguen.

No la caguen.

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